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Paysandú, Domingo 02 de Octubre de 2016

Artigas, entre quien fue y quien hicimos que fuera

Opinion | 25 Sep De aquel puñado de jinetes hasta los miles de hoy. De aquel comienzo modesto en 1985, pasando por la “locura” de cabalgar hasta Asunción del Paraguay en 1997, o la de hacer camino generalmente bajo lluvia hasta Montevideo en 2000. Cada año, al acercarse la fecha en que se conmemora el fallecimiento de José Gervasio Artigas, Paysandú –y, especialmente, ese lugar de tanta significación histórica como la Meseta de Artigas-- se convierte en una especie de capital del artiguismo gracias al Encuentro con el Patriarca.
“Mejor es el buen nombre que el buen ungüento, y el día de la muerte que el día del nacimiento”, dice el texto bíblico. Y encierra razón. Porque en realidad, cada 23 de setiembre no se conmemora que ha muerto Artigas, se recuerda su vida, su lucha por el federalismo, su esencia humana, su cercanía con los indios y desposeídos.
Artigas es, desde las últimas décadas del siglo XIX, el elemento indiscutible de unión entre los uruguayos. Y ha sido a lo largo de los años utilizado por los unos y los otros, por demócratas como golpistas, por gobernantes como gobernados.
Cosa curiosa, el máximo héroe oriental vivió la última parte de su vida derrotado, para convertirse bastante después de su muerte en esplendoroso vencedor. Y, asimismo, intocable. Osar pensarlo en términos humanos podría herir la propia esencia nacional.
No obstante, Artigas sí fue un hombre real, de carne y hueso. No es su responsabilidad la construcción que historiadores, artistas, escuela pública y gobernantes hicieron de su figura.
Artigas vivió una vida sin lujos. Afecto a las tareas de campo, fue también un contrabandista, lo que no lo convertía en bandido, pues era una forma de vida normal para la época. Tampoco es dable ocultar ese aspecto simplemente porque no compagina con el bronce de los monumentos que se distribuyen a lo largo y ancho del país. También fue mujeriego y tuvo relaciones extramaritales, otro rasgo característico de la época.
No por ello deben cuestionarse sus ideales que, por otra parte, no fueron seguidos ni defendidos. Por el contrario, quienes levantaron una nación independiente --lo que estaba lejos de su idea-- luego comprendieron que necesitaban algo que uniera a todos. Y como aún “la celeste” no estaba para convocar la pasión de todos, ni había un Maracaná para honrar por siempre, Artigas resultó ser la mejor opción. Mucho mejor que Rivera y Oribe, que respondían a partidos políticos.
En esa construcción del personaje heroico, uno de los principales símbolos actuales, que se usa como origen nacional, el éxodo, parte también de una mirada errónea. El proyecto de Artigas a partir de 1815-1816 fue el pacto federal, no la fundación de un estado-nación uruguayo. Un pacto federal con Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Misiones, Córdoba y con sus caudillos provinciales.
La gran diferencia entre Artigas y los otros líderes radicaba en que pretendía liderar todo el pacto federal, pero desde su territorio: la Banda Oriental. Tenía, además, un proyecto alternativo al de Buenos Aires, ya que proponía la autonomía de las provincias, la descentralización del puerto bonaerense, mantener y reforzar las milicias provinciales, y defendía el gobierno republicano con separación de poderes, todo esto contrario al proyecto bonaerense.
Claramente, Artigas era algo diferente a como luego se lo representó. Se nos muestra a un Artigas luchador por la independencia cuando en realidad su ideal era federalista; se lo muestra un general, cuando en realidad era un caudillo.
Su figura real de pelo largo, de poncho, no condice con la de un héroe nacional como su uniforme militar. Pero así fue y así deberíamos recordarlo. Porque su figura, lejos de perder consistencia, ganaría y crecería más todavía.
En tiempos en que muchos de los problemas nacen por una cuestión de tamaño, porque somos demasiado pequeños para competir con éxito en el mundo moderno liderado por las más grandes naciones, su visión federalista es un mensaje que deberíamos transmitir. El verdadero legado que nos dejó ese paisano fue que juntos hubiéramos sido más fuertes.
La división, a largo plazo ha comprometido el desarrollo y progresos de estos pueblos. Y esa no fue la visión de Artigas, aunque hoy se usen sus frases sacadas de contexto según la ocasión y la conveniencia de quienes las utilizan.
Si Artigas hoy debe considerarse un héroe es porque era un visionario excepcional, porque supo descubrir que en la unión de los pueblos estaba el futuro libre de potencias extranjeras. Más allá de la soberanía que hoy tenemos --eso no es discutible--, es evidente que hay otras formas de vivir sojuzgados, que el mundo ya no respeta tanto los límites territoriales, los himnos ni los pabellones nacionales. Artigas quiso una unión de pueblos que pudieran hacer frente, manteniendo una soberanía federal, precisamente a estos embates de economías foráneas y más poderosas.
Fue su pensamiento el que lo hizo trascender su tiempo, fue esa visión que otros no tenían entonces lo que le da el verdadero valor según pasan los años. Tristemente, el endiosarlo no hace otra cosa que restarle su verdadero valor. El bronce lo ha convertido en un icono, pero dificulta profundizar en su verdadero legado. No hay marcha atrás, cierto es, esta es una nación dentro de los límites que la conocemos y hemos aprendido a amarla. Pero la real revolución de Artigas fue a partir de sus extraordinarias ideas, como la reforma agraria, la idea de una confederación de todos los estados ecuánimes, una perspectiva americanista. Hoy, allá en la meseta, decenas de miles de personas se encontrarán otra vez con el paisaje inigualable del Uruguay desde la altura de ese lugar. Casi el mismo paisaje que alguna vez miró Artigas.
Más allá del himno y de los otros símbolos nacionales, es tiempo de dejar de usar a Artigas de acuerdo a la conveniencia del momento o de quienes utilicen su figura. Seguiremos siendo un país independiente, una cuña entre dos grandes naciones, pero no podemos seguir afirmando que así somos por designio artiguista. Artigas fue el caudillo federal, fue el revolucionario que supo interpretar el verdadero sentido americanista tanto como a su gente, sus paisanos.
Merece ser recordado siempre, porque marcó el camino, aunque no supimos seguirlo. Debemos recordarlo porque fue el líder no elegido por un poder superior sino por sus paisanos que no dudaron en seguirlo. Incluso en la derrota. Y debemos recordarlo como quien fue. Simplemente, don José.


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