Paysandú, Sábado 08 de Octubre de 2016
Opinion | 07 Oct Contra todo pronóstico, los partidarios del “No” se impusieron en el referéndum celebrado el domingo sobre los pactos alcanzados entre el gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), por un 50,22% de los ciudadanos que concurrieron a las urnas, frente a un 49,77% que votó por la implementación del pacto.
El sorpresivo resultado --las encuestas de las últimas semanas anticipaban un triunfo del “Sí”--, tanto el gobierno como las FARC han manifestado que un triunfo del “No” implicará que el acuerdo final de paz, firmado el lunes anterior, no podrá aplicarse, abriendo una etapa de total incertidumbre en el país, con implicancias políticas.
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, dijo que con este resultado “se abre una nueva realidad política” que, al fin de cuentas, es una “oportunidad” para el país. “Como jefe de Estado, soy el garante de la estabilidad de la nación y esta decisión democrática no debe afectar dicha estabilidad, que voy a garantizar”, sostuvo. Manifestó que a pesar del revés sufrido, como presidente conserva “intactas” sus facultades y su “obligación para mantener el orden público y para buscar y negociar la paz”.
Además, subrayó que “el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo” que entró en vigor el pasado 29 de agosto con las FARC “sigue y seguirá vigente”. El gobernante anunció que convoca a “todas las fuerzas políticas y, en particular, a las que se manifestaron por el FARC, Rodrigo Londoño, Timoleón Jiménez, o “No”, para escucharlas, abrir espacios de diálogo y determinar el camino a seguir”.
Por su lado, el máximo líder de las FARC, Rodrigo Londoño, Timoleón Jiménez, o “Timochenko”, afirmó en La Habana que esa organización mantiene “su voluntad de paz” “y su disposición de usar solamente la palabra como arma de construcción hacia el futuro”.
“Las FARC lamentan profundamente que el poder destructivo de los que siembran odio y rencor haya influido en la opinión de la población colombiana”, expresó “Timochenko” en una primera declaración tras conocerse la victoria del 'No' en el plebiscito sobre el acuerdo de paz en Colombia.
Es explicable la frustración de prácticamente la mitad de los que votaron en el plebiscito --apenas un tercio de los habilitados para votar, ya que la convocatoria no era obligatoria-- ante el resultado, porque había expectativas de que mediante esta instancia popular quedara sellado un acuerdo de paz que la gran mayoría de los colombianos comparte en esencia, tras décadas de terrorismo protagonizado por las FARC. Todo indica que el rechazo tuvo su origen en las condiciones en extremo magnánimas que contemplaba los términos del acuerdo hacia los terroristas y de quienes los siguieron.
Desde el lunes, el gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC afrontan el desafío de rescatar el acuerdo para acabar un conflicto armado de 52 años después de que los electores lo rechazaron en un plebiscito, un resultado que ha sumido al país en la incertidumbre.
Pese a la derrota, Santos y “Timochenko” anunciaron que continuarán con sus esfuerzos para mantener silenciados los fusiles y evitar la reactivación de la confrontación que ha dejado 220.000 muertos y millones de desplazados.
“No me rendiré. Seguiré buscando la paz hasta el último minuto de mi mandato porque ese es el camino para dejarles un mejor país a nuestros hijos”, dijo el mandatario al reconocer la derrota de la opción del “Sí” en el plebiscito.
“Las FARC-EP mantienen su voluntad de paz y reiteran su disposición de usar solamente la palabra como arma de construcción hacia el futuro”, sostuvo por su parte “Timochenko”.
Ocurre que el presidente Santos, un economista de 65 años, no estaba obligado a refrendar los acuerdos pero jugó su capital político para darle mayor legitimidad al pacto. Aunque dijo que no tenía plan B en caso de una derrota, ahora está obligado a buscar opciones en una Colombia dividida.
Y si bien aparece como incomprensible a priori que la ciudadanía rechace un acuerdo de paz, cuando se ha buscado largamente que cesen los secuestros, asesinatos, robos, protagonizados por los terroristas, el narcotráfico organizado desde la guerrilla, el triunfo del “No” dejó en evidencia la renuencia de muchos colombianos a perdonar la historia de asesinatos, masacres y de ataques de la guerrilla marxista.
Entre las opciones que contemplan los expertos para rescatar el acuerdo, figura una renegociación con la guerrilla incorporando al Centro Democrático de Uribe, quien pide cárcel y que los jefes rebeldes no puedan optar a cargos de elección popular.
“Hacer una renegociación significa volver a abrirla indefinidamente”, advirtió el analista de la privada Fundación Paz y Reconciliación Ariel Ávila, al recordar los cuatro años de difícil diálogo en La Habana. También se plantea una Asamblea Nacional Constituyente y un gran pacto político considerado por el gobierno y Uribe, quien con el resultado del plebiscito se anotó una victoria de cara a las elecciones legislativas y presidenciales del 2018.
El acuerdo rechazado el pasado domingo en el referéndum contemplaba que la guerrilla más antigua de América Latina dejaría las armas y se convertiría en un partido político y que sus máximos dirigentes tendrían restricción de la libertad hasta por ocho años si confesaban sus delitos y crímenes cometidos en medio del conflicto, pero no cárcel.
También incluía una instancia judicial especial para juzgar a los guerrilleros, subsidios para que se integraran a la sociedad y compensaciones a las víctimas del conflicto.
Tal vez por la iniciativa de promover olvido y dejar atrás tanto dolor y eventuales cuentas a cobrar, ha fracasado en primera instancia el intento de poner fin a una violencia irracional, nacida al amparo de la ideología marxista diseminada con focos revolucionarios por América Latina a partir de la revolución cubana,a principios de los 60.
Más allá de los panfletos, los eslóganes y las simpatías despertadas en grupos que solo ven las cosas en blanco y negro, la guerrilla y los movimientos terroristas han causado mucho mal en el subcontinente, han sido la excusa que necesitaban militares y gobiernos autoritarios para hacerse del poder.
En toda negociación, para que fructifique, más allá de la buena voluntad de tirios y troyanos, deben acordarse condiciones que permitan realmente asegurar la paz que merecen los pueblos, hartos ya de mesianismos y salvadores de pacotilla que solo han traído drama y dolor para quienes cometieron el error de creer en sus cantos de sirena.
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