Paysandú, Jueves 20 de Octubre de 2016
Opinion | 17 Oct El sábado se realizó en Montevideo un encuentro dirigido a maestros de educación primaria denominado “Educamos Juntos”, bajos los ejes temáticos de Convivencia escolar, Desarrollo creativo e Innovación, con la presencia de un especialista que aportó insumos e ideas para que los docentes apliquen en sus aulas.
El profesor Santiago de Brum se encargó del eje Convivencia Escolar y tras elaborar un documento basado en las complejidades existentes en torno al “bullying” u hostigamiento en Secundaria, concluyó que la agresión trasciende los centros educativos, genera un mayor efecto en las víctimas y se requieren de nuevas estrategias de contención.
Durante el encuentro efectuado el sábado, se informó que en 2014 solo el 12% de las víctimas en el primer ciclo liceal tenían la percepción de que sufrían maltrato, enmarcado en un estudio que se sustenta en 3.500 encuestas realizadas en 20 liceos de todo el país. Con la presentación de nuevos estudios y la elaboración de planes orientados a estos fenómenos que crecen de acuerdo con la expansión tecnológica, se confirma que –afortunadamente-- la calidad de la educación y sus consecuencias en el entorno de sus estudiantes se encuentra en el centro de un debate público y político e interpela, diariamente, a sus actores.
Si la educación se piensa en clave de derecho a raíz de su accesibilidad, el logro de aprendizajes y la obtención de valores que permiten relacionarnos con respeto por la diversidad, la resolución pacífica de conflictos o el apego a las normas, se observan esfuerzos institucionales que no encuentran su espejo en las referencias familiares.
La accesibilidad y equidad resultarán hemipléjicas si las relaciones entre pares no logran el bienestar que permita un aprendizaje en armonía, mientras se encuentran en comunidades acostumbradas a la naturalización de la violencia, ejercida tanto desde el poder político con la relativización de los resultados, las comparaciones con otras realidades culturales en el continente o las comprobaciones de que en sus propios hogares esos hechos resultan moneda corriente.
En líneas generales, la educación proveniente de los referentes familiares será una generadora de desigualdad si no se enfoca en esos aspectos, en contraposición a la enseñanza que se imparte en los centros educativos y por más que los discursos se esfuercen en la palabra “inclusión” e “igualdad”, la consecuencia se presentará bajo una sociedad que expulsa al diferente.
Hoy existe una dialéctica políticamente correcta con resultados muy dispares en la práctica, en tanto las redes sociales, por ejemplo, confirman la baja tolerancia a soportar con hechos lo que fácilmente se pronuncia en las arengas. Por eso el debate se empobrece y se transforma en una diatriba más o menos convincente, pero que a la larga confirman, con otros resultados, las encuestas realizadas a nivel nacional.
El desafío se plantea en un avance en calidad educativa y humana, además de la inclusión social. Sin embargo, esa misma corrección política obliga a bajar la calidad de la exigencia para evitar el abandono. Es que ya nos hemos acostumbrado a un Uruguay que empareja hacia abajo, sin tomar en cuenta las consecuencias que se observarán en el futuro en esas propias comunidades donde deberán desempeñarse los hombres y mujeres que hoy se educan en una sociedad que amplió su brecha y que confunde los resultados finales con la equidad.
Que estén todos incluidos no significa que aprendan de igual forma; porque se trata –también-- de inculcar las diferencias existentes en cada persona.
Si los resultados negativos en cuanto al bullying u otros fenómenos que nacen en nuestra sociedad, se constatan en los centros educativos, cabe una mirada transversal para conocer las dinámicas que se desarrollan en las aulas o las estrategias que se despliegan para detener la violencia que nace y se desarrolla en diferentes formas, además de las dificultades que presentan para el aprendizaje de los niños y jóvenes. No obstante, se deberá reconocer que las instituciones educativas se crearon para cumplir un rol específico, y en ocasiones se encuentran en la obligación de responder a las demandas de un entorno tan dinámico como cambiante en sus exigencias.
En ese punto, el discurso político se paró y no comprendió la tensión existente entre las comunidades que reconvierten sus necesidades y demandas con los centros de enseñanza que se moldearon en otros momentos y sostiene sus dificultades para transmitir logros y frustraciones. Los cuestionamientos permanentes también se presentan en las aulas y lo heterogéneo, entonces, no es tan fácil de divulgar. Porque si el formato de lo moderno se piensa en clave de accesibilidad a las nuevas tecnologías o formas novedosas de presentación de propuestas educativas, se correrá el riesgo de perder de vista los viejos problemas sociales que en reiteradas oportunidades los docentes intentan resolver, ante los continuos cambios culturales.
Sin embargo, Uruguay no escapa a esta pandemia mundial, que se pone de manifiesto en un deterioro de los vínculos y se desata como un problema grupal, si los referentes adultos miran para otro lado, porque necesariamente traerá consecuencias. Las víctimas que no perciben dicho grado de violencia, de acuerdo con el estudio, se volverán vulnerables a otras formas de maltrato y estimarán que el asunto no reviste gravedad. Los agresores, por su parte, se verán indemnes y considerarán que ese poder ejercido sobre una persona se puede extender a otros, en tanto presumen de la pasividad del entorno. Pero las consecuencias también están allí en las estadísticas que presentan altos niveles de suicidios o intentos de autoeliminación, baja autoestima, escasos resultados académicos y, finalmente, el abandono de las aulas.
La tolerancia a estos fenómenos bajo la modalidad cómplice de la broma, minimización o naturalización, tiene una cara perversa que demuestra la falta de pautas y consecuencias sancionatorias desde el dominio familiar. Paralelamente, la presencia de los docentes tampoco inhibe la ocurrencia de estos hechos, porque los resultados de la encuesta del programa resultan claros.
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