Paysandú, Martes 08 de Noviembre de 2016
Opinion | 04 Nov Finalmente, tras varios años de trabas interpuestas por la representación del gobierno argentino de la “dinastía” Kirchner en la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU), para no divulgar la información obtenida en los monitoreos sobre la calidad de aguas del río Uruguay en el entorno de la planta de celulosa de UPM (exBotnia) y la desembocadura del río Gualeguaychú, las cancillerías de ambos países se pusieron de acuerdo para hacer borrón y cuenta nueva a partir de la divulgación de estos datos e iniciar un nuevo ciclo de entendimiento y cooperación.
El informe confirma lo que era obvio para cualquier ser pensante más o menos informado, en el sentido de que los efluentes de la planta de la multinacional finlandesa están dentro de los parámetros internacionalmente aceptados para el caudal de un río como el Uruguay, más allá de algunos hechos puntuales que fueron corregidos, y que en cambio los vertidos del río Gualeguaychú en la margen argentina están sistemáticamente por encima de lo permitido y que, por lo tanto, la contaminación detectada en la zona corresponde a este factor y no a la planta de celulosa.
Una pauta de esta realidad, procedente de no ya de la evaluación del lado uruguayo, sino desde Argentina, en forma objetiva, surge de un artículo publicado este jueves por el matutino bonaerense “Clarín”, que indica en su titular que “Un informe oficial determinó que contamina más Gualeguaychú que la planta de Botnia”, bajo la firma de la periodista Natasha Niebieskikwiat, conocida panelista además del programa “Intratables”, que llega por cable a nuestro medio a través de América TV.
Al dar cuenta que finalmente las delegaciones de Argentina y Uruguay ante CARU presentaron a las cancillerías de los dos países los resultados de los monitoreos medioambientales conjuntos efectuados alrededor de UPM, y que enfrentó a los dos países en un juicio ante la corte de La Haya, “de la lectura de los informes decanta que en la desembocadura del río Gualeguaychú en el río Uruguay --del lado argentino-- se registran más contaminantes que los que se observan del lado del río Uruguay donde se levanta la pastera en la ciudad de Fray Bentos, cuyo nombre formal es planta Orión”.
La publicación de los resultados del monitoreo fue una decisión de los presidentes Mauricio Macri y Tabaré Vázquez luego de sus encuentros en la estancia de Anchorena, en enero, y más recientemente en Buenos Aires. Comprende los resultados de las 50 campañas de monitoreo realizadas sobre la planta Orión y de la desembocadura del río Gualeguaychú entre junio de 2011 y julio de 2015, a lo que se sumó otras 32 tomas de datos en la zona de influencia de esos dos puntos entre setiembre de 2012 y abril de 2015.
Los dos gobiernos acordaron ahora que a partir de diciembre la CARU comenzará a monitorear todo el recorrido compartido del río Uruguay, que es de 500 kilómetros aproximadamente.
Según el informe, los monitoreos de la zona donde vierte efluentes la planta de UPM y en las piletas que acumulan agua de lluvia de esa fábrica, la CARU y la Dirección Nacional de Medio Ambiente de Uruguay detectaron menos de una decena de “apartamientos de la normativa”, y en algunos casos, luego de la detección de sustancias en valores más altos que los permitidos, UPM estableció correctivos e hizo obras para superar la anomalía.
Estos episodios comprendieron “material sólido superior a 10 mm en la canaleta Parshall”, tras lo cual “se colocaron rejas” y esa irregularidad no volvió a aparecer. También se encontraron aceites y grasas por encima del valor establecido --en una ocasión-- y “altos valores de PH” en un estudio de 2011. Se encontró fósforo en tres ingresos y en dos ocasiones la temperatura del efluente no cumplió con su nivel de 37°. Por eso se instalaron dos torres de enfriamiento en la zona de descarga.
Pero una cosa es la situación en la planta de Fray Bentos y otra en el río Gualeguaychú, donde se vierten los efluentes del parque industrial de Gualeguaychú, el que hasta ahora parece no haber existido nunca para los activistas que bloquearon el puente General San Martín por la supuesta contaminación de Botnia.
Es así que en contraste con el escenario de este lado del río, las muestras de agua en la desembocadura del río Gualeguaychú son elocuentes respecto al potencial de degradación del ecosistema. Allí se encontraron irregularidades en todas las ocasiones en que se emprendieron análisis, y es así que en los 50 estudios se detectaron presencias de hierro en el agua mayores a las permitidas por la normativa argentina, como así también se encontró aluminio en proporciones mayores a las reguladas en el 100% de las tomas. Algo similar ocurrió con berilio (sólo dos veces no se encontró) y con el amonio (detectado en 36 de las 50 tomas).
Es decir que entre otros elementos existe un vertido significativo de metales pesados al cauce del río Uruguay, y que por lo tanto la afectación de la calidad de aguas del “paterno” en la zona responde a la contaminación por estos elementos procedentes de los vertidos desde el río Gualeguaychú y no de la planta de UPM.
Esta realidad se desprende de los estudios técnicos y es una bofetada a los eslóganes delirantes de los activistas, que en su momento llegaron a advertir que nacerían niños con malformaciones monstruosas a causa de la supuesta contaminación de la planta ubicada en las cercanías de Fray Bentos, y que incluso envenenaría las aguas río arriba hasta contaminar las ciudades de Colón y Concepción del Uruguay, a más de 130 kilómetros de Gualeguaychú. Y por supuesto, jamás hubo una mención al colector industrial en que han transformado el río Gualeguaychú.
El real problema en áreas de la franja costera del río Uruguay, por lo tanto, surge a partir de los vertidos de su ciudad y sus industrias, y es en este punto donde deberían --si tuvieran por lo menos un mínimo de objetividad y real concepción medioambientalista-- poner la mirada y demandar con urgencia los mismos correctivos y medidas drásticas que exigían para la planta de celulosa.
Pero ahora se trata de poner las cosas en sus justos términos, sin revanchismos ni tremendismos, y a partir de este nuevo entendimiento, actuar en conjunto desde ambas orillas para llevar adelante monitoreos sin medias tintas en cuanto a la transparencia de la información que vaya surgiendo.
Y de ser necesario, actuar para solucionar los problemas reales del río --que ciertamente no es el de hace cuatro o cinco décadas--, en toda su extensión, pero no por culpa de la planta de UPM.
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