Paysandú, Miércoles 16 de Noviembre de 2016
Opinion | 15 Nov Está en curso en Uruguay la denominada Semana Emprendedora Global, durante la que más de una treintena de organizaciones llevan a cabo una serie de actividades que apuntan a promover la figura emprendedora. Si bien este es un concepto abstracto, tiene connotaciones muy profundas y es de fundamental importancia en el tejido socioeconómico, sobre todo a esta altura del tercer milenio.
Entre otras acciones de este evento que lidera Endeavor, se desarrollan conferencias que apuntan a difundir la acción emprendedora y comprende la posibilidad de recibir capacitaciones, además de realizarse workshops, after office, charlas inspiradoras, cierres de programas educativos, talleres sobre cómo conseguir financiación, actividades para emprendedores tecnológicos, eventos de fomento de la cultura emprendedora femenina, festivales de innovación, paneles sobre educación, olimpíadas de emprendimientos, talleres para adultos mayores sobre estrategias para hacer crecer el emprendimiento, entre otras acciones que promocionan los organizadores.
Desde la organización Endeavor, se indica que hay señales positivas con respecto a esta problemática en nuestro medio, al evaluar que se ha constatado un crecimiento “que está teniendo el ecosistema emprendedor no solo en Montevideo, sino en el resto del país” y explican que en Paysandú se cuenta con el apoyo de la Agencia de Desarrollo de Paysandú y el Centro de Emprendedores y Empresas.
A la vez, estas actividades se enmarcan en la Semana Emprendedora Global (GEW; Global Entrepreneurship Week), una iniciativa internacional que reúne anualmente a millones de emprendedores alrededor del mundo para formar parte de un movimiento que genera ideas y propone nuevas y mejores formas de hacer.
La propuesta surgió hace casi una década en Estados Unidos a través de la Fundación Kauffman con el objetivo de difundir el emprendedurismo. Durante una semana se desarrollan más de 35.000 eventos en simultáneo en todo el mundo, en más de 150 países.
No es casualidad, sin duda, que la idea haya partido desde la nación norteamericana, que puede considerarse la meca del emprendedurismo y donde se hace prácticamente un culto de la iniciativa privada como creación de riqueza, de empleo genuino y de motor de la economía. Está en claro contraste con otras sociedades donde se han ensayado alternativas que solo resultaron espejismos a partir de creer que de las utopías podía surgir algo bueno, empezando por distribuir una riqueza que existía solo en los papeles.
Es notorio que en una economía como la uruguaya, en desaceleración tras una década con viento favorable en el concierto internacional, la dinámica emprendedora es vital para cambiar la pisada y sobre todo para contribuir con revertir un proceso negativo que, entre otros aspectos, hizo que el gobierno aumentara el gasto por sobre los ingresos extra propiciados por el entorno favorable.
En este contexto, el actor privado, el emprendedor, debe reconvertirse a la realidad o desaparecer, cuando ya tiene un emprendimiento en marcha y debe actuar de acuerdo con las circunstancias, porque puede esperar muy poco y nada del Estado. Debe apuntar a una orientación previsora y, en lo posible, lograr identificar nichos en los que las coyunturas complicadas se conviertan en oportunidades, si se tiene la visión y los elementos para aprovecharlas.
Emprender significa conjugar visión para las oportunidades y afrontar los riesgos, detectar la ecuación posibilidad-costo-beneficio y evaluar el impacto que le significa; además, en nuestro caso, el costo país, las cargas fiscales y salarios muchas veces desproporcionados con respecto a la capacidad de respuesta de la firma a partir de determinada envergadura de actividad.
Pero para el que empieza, esta fuerza vital requiere contar con instrumentos para valerse por sus propios medios, aunque muchas veces parezca que está todo inventado o todos los lugares ocupados para intentar algo viable en el mercado de bienes y servicios.
El privado es el motor de la dinámica de la economía, el verdadero --el único en realidad-- creador de la riqueza, porque el Estado es un muy mal empresario: gestiona mal los recursos, crea burocracia y sobrecostos, y hace recaer sobre las espaldas de todos los uruguayos --sean sus clientes o no-- este armado perverso del esquema.
Por más cultura emprendedora que se tenga, hay escenarios y escenarios, así como limitaciones. Se parte de la premisa de que emprender no es hacer cualquier cosa para ver qué sale, sino que más allá de las capacidades y oportunidades identificadas para un emprendimiento de riesgo se debe pasar a concretar un plan de negocios que, entre otros aspectos, requiere no basarse en un escenario ideal, sino en tener sueños, pero asumir los riesgos y los caminos posibles para minimizarlos.
Este aspecto es clave a la hora de buscar apoyo económico para los emprendedores decididos en buscar abrirse paso por su cuenta, con ideas y actitud, pero a la vez con apoyo a través de capacitación, conocimiento del ramo y, por lo menos, un pequeño capital para sostener un modelo de negocios.
En etapas iniciales, se necesita identificar el tipo y volumen de necesidades, de capital, de socios estratégicos, de canales de distribución, entre otros elementos para captar socios o inversores que hagan viable el sueño inicial a la hora de aterrizarlo en un ambiente a menudo hostil. La experiencia indica que muchas veces la diferencia radica en el capital disponible, por ejemplo, con respaldo familiar. Esta carencia deriva muchas veces en que emprendedores capaces, bien intencionados y con buenas ideas igualmente queden por el camino.
El punto es que contar con emprendedores es un objetivo que no es secundario en ningún país y mucho menos en Uruguay, donde sigue primando el ideal de la cultura del empleo público de por vida, con sueldos por encima del promedio, seguros y condiciones de trabajo muy benignas, incluida la inamovilidad.
Lamentablemente, nuestros emprendedores siguen luchando contra la insuficiencia en instrumentos de apoyo, por regla general, pese a que esta actitud de iniciativa, de lanzarse en la aventura personal o familiar con vida por esfuerzo y perseverancia, debe promoverse a través del Estado, porque es de interés general instrumentar mejores políticas públicas de estímulo y formación de emprendedores con mayor énfasis que los programas todavía incipientes.
Se debe tener en cuenta que en ello se juega gran parte de la suerte del país, el de hoy y sobre todo el del futuro, como sostén de nuestro tramado socioeconómico.
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