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Paysandú, Sábado 26 de Noviembre de 2016

La misión de educar, frustrada

Opinion | 22 Nov Hay sin dudas responsabilidades compartidas en cuanto a las causas para el deterioro de nuestro sistema educativo en los últimos años, en una tendencia sostenida que por un lado ha conjugado las debilidades, falencias y statu quo del sistema, con el agregado de la desmotivación, la pérdida de valores en la sociedad y el hogar y los desafíos que plantea un mundo globalizado en el que la demanda laboral, los centros y tramado de producción, no son los de hace veinte o treinta años.
El problema es multicausal y corresponde que cada uno asuma las responsabilidades que le tocan y trate de incidir en lo que le compete para, primero, tener un diagnóstico.
Es preciso además recoger opiniones desde distintas tiendas, más allá de quienes defienden desde adentro su postura en esta situación y por regla general siempre tratan de trasladar las culpas hacia otro lado. No asumen que son parte del problema y no son ajenos al escenario, como es el caso de los sindicatos de la enseñanza y, por proyección, los dirigentes políticos y sindicales que les han otorgado la cuota de poder.
Un punto de vista a tener presente en esta problemática, por venir de donde viene, es el del rector de la Universidad ORT, Jorge Grünberg, quien considera que la ausencia de políticas en materia educativa se debe a una falta de "coraje moral" por la dirigencia política. El doctor en Ingeniería dijo que hay que terminar con la igualdad en el terreno educativo en aras de la equidad y que para ello es necesario invertir cinco veces más en un alumno pobre que en uno que no lo es.
Indicó que el sistema educativo no es funcional a las necesidades del país. “El país para progresar necesita transformarse en un productor de conocimiento, no en productor de materias primas. El mundo está generando una división geopolítica de los países que generan conocimiento y propiedad intelectual y el resto que generará servicios sin valor agregado. Si uno quiere para Uruguay un destino próspero de sueldos altos, empleo y demás, tiene que pensar en producir conocimiento y para eso necesita un sistema educativo acorde. Hoy tenemos un sistema educativo que podemos evaluar en cobertura, cuántos uruguayos se educan. Pero no se puede confundir acceso a culminación. Hoy hay un problema de calidad, los que culminan saben poco, y de equidad, porque solo terminan los más ricos. Entonces, se educa a pocos, se educa mal y se educa sin equidad. Esas son tres dimensiones que forman la tormenta perfecta”, apuntó.
En nuestro sistema educativo, más allá del descaecimiento general, se han acentuado las diferencias en cuanto a calidad y oportunidades, porque pese al relato que se pretende imponer, la realidad indica que los que mejor se preparan y egresan de la educación terciaria provienen de los sectores más pudientes de la población y en mayor porcentaje de los que residen en la capital, con el agregado de que la educación gratuita en la Universidad es financiada por los impuestos de todos los uruguayos, aún de los del interior profundo que no tendrán nunca la oportunidad de estudiar en grado similar a quienes residen en la gran metrópoli. Y aún así, la propia Universidad de la República ha bajado sus estándares para lograr la “igualdad de oportunidades”, y es evidente que al menos en algunas carreras hay materias que son más una pérdida de tiempo que una preparación para la profesión.
Pero corresponde volver al ingeniero Grünberg, para tener una visión más amplia y precisa del panorama, cuando reflexiona que “la mejora educativa no es un problema técnico. En el mundo se encuentran muchos ejemplos de países que estaban peor que Uruguay y en poco tiempo pasaron a estar mucho mejor. Lo técnico son las políticas públicas, su financiación, organización y ejecución. El conocimiento en el mundo sobre cómo mejorar está ampliamente estudiado. El problema es de voluntad política. Todo el mundo sabe qué hay que hacer, pero las medidas que hay que adoptar, los intereses que hay que afectar, los tabúes que hay que enfrentar son de tal magnitud que no hay voluntad política para hacerlo”.
Coincide, además, que el nudo gordiano de la desmotivación y donde queda patente en mayor grado la crisis es en secundaria, donde ya llegan los adolescentes con baja preparación desde Primaria, y a la vez los que egresan de la educación media ingresan a la terciaria ignorando incluso aspectos básicos de las respectivas materias.
Pero el rector va más allá en cuanto a desentrañar factores que inciden en esta realidad y sentenció que “uno de los principios que impide la mejora en la educación es confundir igualdad con equidad. La educación promueve la igualdad a través de la gratuidad. La escuela pública de avenida Brasil no cobra arancel y la de Casavalle tampoco. Al hijo de una familia de clase media baja que vive en avenida Brasil le alcanza con que no le cobren arancel, porque en la casa hay uno o dos padres que fueron al liceo, hay abuelos con historia, hay libros. En Casavalle, a la familia del último quintil, no le cobran arancel, pero eso no le alcanza porque no tiene para libros, para clases particulares, porque no tiene dinero para Internet y para otras cosas. El principio de igualdad se confundió con el de equidad, que es darle a cada uno lo que necesita”, y trajo a colación que “los alumnos de las familias más ricas de Uruguay rindieron en las pruebas Pisa por debajo de las familias más pobres de Corea. Aquí de los más pobres accede a la universidad el 2%. Entre los más ricos el 90%”.
Al dar un panorama del rol de la dirigencia política en este statu quo o peor aún, degradación, evaluó que “hay gente que no quiere vivir mejor, quiere mantenerse. Esto no es partidario. Hay muchos que se quedaron con la imagen de los años 60 o 70. Acá hace falta coraje moral, que es diferente al coraje físico. Acá hubo gente que tomó las armas, que anduvo a los balazos, que sufrió la cárcel, y uno piensa que no le pueden tener miedo a nada, no puede ser que tengan temor de mover a las corporaciones. Pero no lo han hecho porque el coraje moral es diferente al coraje físico”.
De eso precisamente se trata, de la postura ideológica que se mantuvo como un credo durante tanto tiempo, de haber quedado en evidencia de que lo que se abrazó como dogma y bandera durante muchos años no fue otra cosa que pegarse un balazo en el pie para cuando llegara la hora de proponer, de hacer, y ello lleva a reflexionar que la máquina ha terminado por matar al inventor.
Porque realmente hacer algo por nuestros jóvenes, por el país, en materia de educación, implica romper los moldes y las alianzas con los grupos corporativos que ahora tienen el poder de hecho, y hacen y deshacen a voluntad defendiendo solo sus intereses, que coliden con los del país.
Y por ahora, como bien señala Grünberg, no aparece la voluntad política para cambiar las cosas, porque priman los intereses partidarios y la visión ideológica.


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