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Paysandú, Sábado 17 de Diciembre de 2016

El Sol y la playa están, los servicios faltan

Opinion | 11 Dic “Qué calor de locos, nena, ya me quiero bañar”. La lírica de “40 Grados”, el tema grabado en 1982 por Los Iracundos parece una oportuna apertura a la temporada de playas 2016/2017 en Paysandú, que se concreta hoy.
Tras meses de preparativos, con planes concretados y con otros que no llegaron a ser realidad, la Intendencia Departamental de Paysandú habilita con los servicios básicos tres playas, desde el Balneario Municipal al Norte, en tanto mantiene sin habilitación las ubicadas al Sur.
Será la primera temporada bajo administración de la intendencia de Guillermo Caraballo desde que la 2015/2016 se vio en buena parte trunca por la segunda inundación más grande registrada en nuestra costa. Y para Paysandú, volver a disfrutar de la playa --en esencia el Balneario Municipal-- es ciertamente una manera de disfrutar el verano, especialmente para quienes deben continuar las labores habituales sin la posibilidad de tomarse vacaciones en otros destinos, sean cercanos como lejanos.
Desde que nos conocemos con nariz, el río Uruguay ha sido un padre que nos ha brindado todo, desde la belleza de la zona, pasando por puestas de Sol excepcionales así como frescas aguas en donde aplacar el calor de cada verano.
En contraste, los sanduceros no siempre hemos estado de cara al Uruguay ni hemos valorizado la zona costera como lo han hecho otras tantas ciudades que hoy gozan el rédito del turismo. No hay que ir muy lejos, con cruzar el charco alcanza: Colón ofrece casi diez kilómetros de playas y servicios acordes con las exigencias del turista moderno.
No hay que achicarse, empero, Paysandú tiene lo suyo de este lado del río y la posibilidad de mirar el Sol en su descenso diario --y a la vez eterno-- es una de esas cosas que ofrece como ventaja. Una playa de poca profundidad, como el Balneario Municipal, y claramente la conformación de una zona familiar, aparecen también entre las ventajas.
La intendencia, aún con cierta timidez, busca otros atractivos, que permitan generar turismo, especialmente --como se ha repetido tantas veces-- teniendo en cuenta los miles de personas concentradas en Colón que, con la debida promoción y estructura turística, pueden tentarse con un cruce a la Heroica.
Este año, con el apoyo del Ministerio de Turismo --que está haciendo lo mismo en otras ciudades del litoral-- apareció el proyecto de una lancha para paseos por el río, que llegó a construirse, pero que aún no ha sido matriculada, en tanto quien se presentara para llevar adelante empresarialmente la iniciativa, no concreta. Del lado argentino, hace años que son una cotidiana realidad los paseos por el río con empresas privadas.
De este lado, todo lleva demasiado esfuerzo y, especialmente, tiempo. El principal problema parece ser la falta de confianza en una real demanda del servicio, que lo haga posible y permita la tan buscada ecuación de ganar-ganar.
No solamente la intendencia, sino la sociedad toda debe confiar en las posibilidades que ofrece el paterno. No es muy difícil hacerlo, desde que en Colón --para seguir con el mismo ejemplo-- ofrece actividades de paseos, kayac, remo, windsurf, todo tipo de inflables tirados por lanchas, navegación a vela y esquí acuático, además de natación. Y tiene un parque acuático al lado del río.
Por acá nos contentamos con zumba, ese estilo de fitness creado por el colombiano Alberto Pérez, caminatas y gimnasia. Buenas actividades, pero ninguna de ellas depende del verano y, por sí, no generan turismo. Quizás tampoco interés a nivel local.
No es nueva la idea sostenida ya en otras oportunidades desde esta página editorial. No puede pedirse a la intendencia que invierta en solitario para que el Balneario Municipal tenga --por ejemplo-- atractivos inflables en el agua, desde la conocida banana hasta toboganes o trampolines desde donde lanzarse al agua. O un parque acuático en regla. En muchas playas del mundo se han integrado desde hace mucho al paisaje habitual, no por emprendimientos públicos, sino privados.
Nadie se hará millonario, pero --sin dudas-- ganancias se obtendrían. En Paysandú seguimos aferrados al dilema del huevo o la gallina. Identificamos los problemas, somos capaces de apreciar las posibles soluciones, pero incapaces de tomar acción. Somos buenos pidiendo que otros lleven a cabo las acciones que permitan --en este caso-- el verdadero impulso de la zona de playas, pero que nadie se atreva a tocarnos el bolsillo.
La intendencia --y esa sí es su responsabilidad-- no ha dado el paso para convocar a todos quienes quieran poner emprendimientos en la playa a que lo hagan, sin pagar canon u otro costo, sino solamente haciéndose cargo de los equipos necesarios y de su explotación continua durante toda la temporada de verano.
Alquiler de motos acuáticas, de bicicletas acuáticas (se pueden hacer de manera casera) y otros atractivos podrían estar a la mano de sanduceros y visitantes si fueran emprendimientos privados.
A los privados les falta coraje para emprender en la temporada veraniega, a la intendencia le falta la iniciativa para convocarlos. Hoy por hoy ni siquiera se ha determinado quiénes estarán habilitados para la venta de productos de consumo masivo en la playa, tales como licuados, helados, snacks, agua caliente, tortas fritas y demás.
Ha sido muy bueno el trabajo llevado adelante por la intendencia en la limpieza de playas, cómo ha colocado suficiente arena, cómo ha pintado el área, embelleciéndola. Es algo que merece ser destacado. Eso, empero, no puede ocultar que con habilitar las playas cuidando que haya guardavidas debidamente capacitados o un marinero o un policía a mano, no alcanza.
Tenemos un hermoso río, patrimonio bien nuestro. El verano ha retornado y seguramente disfrutaremos de un buen chapuzón de tanto en tanto. Pero como gitanos, cargando con todos los petates necesarios para un día de arena y sol.
Por otra parte, hay un creciente número de personas que pueden adquirir una lancha --su precio se ha tornado accesible-- y salen a disfrutar de las islas del Uruguay, que también son patrimonio de esta zona. Sin embargo, para ser una ciudad de 90.000 habitantes, son pocos los que se dan ese gusto. Por ejemplo, Concepción del Uruguay concentra varias veces más embarcaciones que Paysandú, que salen a disfrutar del río todo el año. Y hace más de un mes que en cada fin de semana tanto en los arenales de la isla Cambacuá, frente al puerto uruguayense, como en las interminables dunas de la desembocadura del arroyo Negro sobre costa uruguaya, ya no cabe un alfiler. Quizás sea cierto que los sanduceros no apreciamos el río de la misma forma y priorizamos otros disfrutes.
No obstante, hay que seguir haciendo hincapié en que es imprescindible que transformemos nuestras playas en un espacio donde propios y visitantes tengamos los servicios de una zona turística. Nos la merecemos. Y no podemos seguir perdiendo la oportunidad de convertir nuestro verano en un atractivo de ese tan mentado turismo de “Sol y playa”.


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