Paysandú, Lunes 19 de Diciembre de 2016
Opinion | 18 Dic La acostumbrada voltereta por intereses particulares o corporativos, por encima de los principios y la objetividad, es un problema histórico de nuestro sistema político. Y aunque a menudo se lo quiere disfrazar con frases grandilocuentes y argumentaciones rebuscadas, el interés general termina, ineludiblemente, postergado.
Esta reflexión es aplicable tanto al funcionamiento nacional como departamental, con la población como rehén, porque se actúa de una forma cuando se está en el gobierno y de una muy distinta cuando se está en la oposición. Esta asume el rol opositor, sin medir las consecuencias ni el daño que pueda producir oponerse indiscriminadamente a todo, con el único fin de que quien ocasionalmente está en el ejercicio del poder fracase. Y ahí es cuando todos perdemos.
El punto es que el leitmotiv de la actividad política debería ser lograr el mayor beneficio posible para la sociedad en su conjunto y, por ende, la función de la oposición no debe ser impedir que las cosas se hagan, sino velar para que los recursos públicos se usen de la mejor forma posible para alcanzar ese objetivo, teniendo en cuenta no solo las actuales generaciones, sino las que vendrán.
No hay que buscar muy lejos en el ámbito local para encontrar un claro ejemplo: los reparos de la oposición a la iniciativa del Ejecutivo comunal de adquirir el predio de la antigua Paylana, para destinarlo a la imprescindible recuperación de esa zona de la ciudad, enclavada en plena planta urbana, a solo 300 metros de la costa, para construir viviendas, centros educativos y emprendimientos productivos.
El Ejecutivo departamental propone adquirir las instalaciones a precio de ganga, pagando apenas medio millón de dólares y, para no desfinanciarse comprando tierras que serán usadas en el futuro, pretende financiar la compra en varios años, superando el actual período de gobierno. Está claro entonces que la cuota que quedará para futuras administraciones es apenas moneda de cambio para el presupuesto departamental.
Basta rascar un poco la memoria para recordar que estas trabas, de naturaleza política, se repiten una y otra vez a lo largo de nuestra historia; un modus operandi de cada uno de los partidos que no tuvieron la suerte de estar en el gobierno, incluso ante iniciativas que a la postre demostraron ser sumamente beneficiosas para Paysandú.
Un ejemplo claro lo tenemos con la rambla costanera de la ciudad, cuando en la década del 80 el Ejecutivo departamental buscó los votos en la Junta Departamental para financiar el emprendimiento que permitiera hacer realidad el paseo costero del que hoy disfrutamos los sanduceros y que se ha convertido en uno de los pocos atractivos turísticos de nuestra ciudad. La negativa de la oposición obstaculizó el financiamiento por la vía natural, por lo que se debió apelar a otro sistema para obtener los recursos que permitieron concretar la obra, que resultó transformadora para Paysandú.
Si los impedimentos hubieran pesado más en la balanza, quizás hoy los sanduceros, en lugar de contar con este magnífico paseo costero extendido hacia el norte, tendríamos que ir a tomar mate al parque municipal, en el zoológico desmantelado, buscando algún paliativo para la impiadosa canícula típica litoraleña.
Otro episodio en el que la política partidaria se sobrepuso al sentido común y al interés general fue el voto negativo de la oposición a la compra por la Intendencia del histórico inmueble ubicado en la esquina suroeste de Zorrilla de San Martín y Sarandí, frente al Palacio Municipal. El edificio pudo haber pasado a propiedad municipal por un monto sumamente accesible, sumando un inmueble de gran tamaño en un sitio estratégico, en una manzana donde la Intendencia había adquirido propiedades en las últimas décadas. Pero, una vez más, la oposición frustró la iniciativa. Paradójicamente, durante la siguiente administración, una vez en el gobierno, el partido que había votado en contra se encontró con que necesitaba ese espacio que se lo había negado al adversario, pero ya no había marcha atrás.
En el mismo encuadre encaja la oposición cerril a la venta de agua termal a moteles y otros alojamientos privados en la zona de termas de Guaviyú. Mientras en la Junta Departamental se cerraba esta posibilidad por la postura contraria de quienes en ese momento no estaban en el poder, Salto seguía adelante con sus complejos termales, aventajándonos en atractivos turísticos. Hoy el turismo termal en Paysandú está a años luz detrás del de Salto.
Porque la politiquería tiene eso: el tiempo que se pierde no se recupera y la competencia aprovecha para sacar ventajas.
Poca disposición entonces para enriquecer y hacer honor al tan caro espíritu de Paysandú, porque a la hora de la verdad siguen primando intereses político-partidarios.
El proyecto del predio donde funcionaba Paylana no será inaugurado por el actual intendente Guillermo Caraballo; seguramente trascenderá la actual administración como ocurrió, precisamente, con la nueva terminal de ómnibus y shopping, iniciativa de la administración Bentos. De la misma forma que la reconstrucción y doble vía de avenida Dr. Roldán, que hoy beneficia a los sanduceros, sin distinción de colores políticos.
Los emprendimientos, tanto de corto como de largo aliento, son un legado para las actuales y futuras generaciones.
Las grandes obras quedan, los gobernantes van y vienen. Solo la perspectiva que da el tiempo discrimina a quienes actúan con la mira puesta en el interés general.
Hoy se está a tiempo de actuar con la grandeza que la hora impone, es lo mínimo que cabe esperar de quienes nos representan. Los sanduceros nos merecemos eso y mucho más.
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