Paysandú, Jueves 22 de Diciembre de 2016
Opinion | 16 Dic Los poco menos de 20.000 alumnos distribuidos en medio millar de escuelas rurales en funcionamiento todo el país, con un alumnado decreciente, con cierres de escuelas y centros docentes con alumnos que se cuentan con los dedos de una mano en muchos casos, dan la pauta de cuál es el escenario socioeconómico del Uruguay profundo, y sobre todo de las expectativas y tendencias que denuncian esta realidad.
Y la referencia a la escuela para analizar esta problemática es inevitable, porque ésta es el termómetro del medio rural, en lo que podríamos denominar como un verdadero centro cívico en los apartados rincones de nuestra campaña.
El fenómeno de la despoblación y la consecuente merma de alumnos en las escuelas rurales no puede desengancharse en sus causas de la creciente concentración de la población mundial en emplazamientos urbanos y suburbanos, y por ende consecuencia de la migración campo-ciudad que es a la vez fruto de cambios culturales muy profundos, a los que nuestro país no es ajeno y más aún, en determinados aspectos presenta características acentuadas respecto al promedio global.
Por un lado, tenemos que el pequeño y mediano productor de otrora está desapareciendo como tal y su número sigue reduciéndose, principalmente por la falta de incentivos para la producción agrícola familiar, y ello empuja a numerosas familias a emigrar a los centros poblados, pasando en muchos casos a formar parte de los cinturones de pobreza de las ciudades.
Respecto a la migración campo-ciudad, no existen mediciones basadas en elementos técnicos precisos, aunque con apoyo de censos y relevamientos parciales se infiere que en las dos últimas décadas pueden haberse trasladado a centros poblados no menos de medio millón de uruguayos, manejando cifras conservadoras.
El cambio del tramado social de la campaña es notorio, y se traduce en el caso de las escuelas en que cada vez hay menos niños para recibir educación y es indicativo de que se va destruyendo paulatinamente ese tejido tan caro a nuestras tradiciones.
Y en este contexto de descenso poblacional, la escuela rural adquiere aún un valor más significativo, porque es un vínculo directo con la propia comunidad, donde no solo se enseña, sino que es lugar de reunión y de convivencia de la sociedad rural, las comisiones y cooperativas de mujeres productoras, grupos de jóvenes, entre otros protagonistas del medio.
Lamentablemente, esta importancia del instrumento choca con la dura realidad que indica que muchas de las escuelas tienen pocos alumnos, y en no pocos casos la maestra es unidocente, es decir que atiende todos los niveles escolares en un solo salón.
Las dificultades a la vez son malas consejeras, porque además los niños de hoy en estas escuelas en buena medida son desalentados a seguir en el campo por las condiciones en que se desenvuelven, y no pocos son candidatos a emigrar a los centros poblados, y por ende serán también protagonistas en su momento de la despoblación del campo profundo.
Limber Santos, responsable del Departamento de Educación Rural de Educación Primaria, dio cuenta este año en Paysandú con datos sobre la tendencia del escenario que se vive en el medio rural. Destacó que muchas instituciones, de 1.100 escuelas que hay en todo el país, tienen 10 alumnos o menos, y evaluó que la matrícula en las escuelas rurales desciende porque es una respuesta directa del descenso de la población rural y la migración del campo a las ciudades, que es un problema de décadas.
Según Santos, el fenómeno ha incorporado recientemente aristas más complejas, y consideró que hay situaciones disímiles de acuerdo a la zona de que se trate, por cuanto señaló que “aunque podemos encontrar medios rurales puntuales donde la población se mantiene estable, aumenta en distintos departamentos”.
Una faceta particular refiere a que también hay migraciones dentro del propio medio rural, en lo que inciden las oportunidades laborales que van de un lugar a otro y con ello hay familias enteras que se desplazan, obedeciendo por lo tanto a dinámicas laborales que son circunstanciales o fuentes de trabajo que así como aparecen también desaparecen de la noche a la mañana.
Es decir que en un marco de descenso del número de alumnos en el medio rural, aspectos como la cambiante matrícula es un factor adicional en cuanto a complicaciones por la cantidad de cargos que se necesitan o por los recursos con que cuentan los centros, lo que repercute en dificultades sobre como deben distribuirse los recursos por el Consejo de Primaria.
Destacó que en Uruguay hay unas 250 escuelas rurales con menos de cinco alumnos, con la salvedad de que ello “implica un vínculo donde la mayor cantidad de esa comunidad vive en la zona, pero no tengan niños en la escuela”, que pone al desnudo otra característica, en el sentido de que estamos ante lo que es el común denominador del envejecimiento de la población del país.
Más allá del desafío docente, nos encontramos con que en el contexto del país, casi la mitad de las escuelas son rurales, pero solo asiste a ellas menos de 18% del total de alumnos de toda la escuela pública.
De ahí la importancia de considerar que no estamos solo ante un problema educativo ni limitado a Primaria, sino que refiere a una institución pública insertada en la comunidad por más que tenga pocos alumnos, y la apuesta debe centrarse tanto en mantenerlas abiertas como elemento de contención, así como en promover las respuestas que desde diversos ángulos deben tener origen en los respectivos organismos del Estado.
Entre otros, generar o promover atractivos para que el poblador rural permanezca en su lugar de origen y sobre todo encuentre formas de satisfacer sus aspiraciones en materia de calidad de vida, de oportunidades de trabajo o estudios, porque de otra manera solo se estaría ensayando paliativos ante los reales problemas de fondo.
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