Paysandú, Miércoles 04 de Enero de 2017
Opinion | 02 Ene Desde que asumió la presidencia, Tabaré Vázquez se mantuvo prácticamente estable en los niveles de aprobación y, según las estadísticas, en general la desaprobación se ubica en torno al 37%, el respaldo de quienes la consideran buena se mantuvo en 28% y ni buena ni mala en el 35%.
La preocupación de los uruguayos oscila entre la seguridad, su situación económica y la educación, y el presidente lo reconoce. De otra forma, no se hubiera defendido con algunas declaraciones dirigidas a esos asuntos: “El que quiera pegarle al gobierno que no se escude en la educación” o “ser joven no es delito”.
Los resultados relativos que en materia educativa han mostrado y demostrado no solamente las pruebas PISA, sino los Terce y Serce y los estudios del Instituto Nacional de Evaluación Educación, incluidas las declaraciones de los técnicos, fueron el caldo de cultivo de cruces verbales que mantuvieron entretenidos a los referentes políticos de distinta raigambre. Sin embargo, el tema que se discute hoy con un trasfondo partidario se transformará en mayores dificultades sociales en al menos una década, cuando los actuales estudiantes de las distintas ramas salgan al campo laboral y se encuentren con otras exigencias globales que llegaron hace tiempo para quedarse.
No obstante, ¿pedir cambios en la orientación educativa significa “pegarle al gobierno”? Y en tal caso, ¿se utilizaría un razonamiento similar para reclamar una mejor política internacional?, por ejemplo, que ha deambulado en errores básicos sin tomar en cuenta actuaciones de manual. Los reclamos de inseguridad, ¿pueden escudarse en un eslogan “ser joven no es delito”? En realidad, la población ya laudó con su voto en octubre de 2014 que no baja la edad de imputabilidad, por lo tanto es bueno que la izquierda uruguaya deje de aventar fantasmas que solamente profundizan –aún más-- las brechas sociales y generacionales existentes.
En dichas declaraciones resulta difícil dejar de pensar que se utilizan políticamente ambos temas, cuando en otros asuntos Vázquez se ha mostrado como un referente sereno y firme que no se deja llevar por la corriente.
Sin embargo, no podemos ser ilusos al momento de reconocer que la política tiene su lógica y, en ocasiones, el mandatario ha tenido una lucha hacia su interna. Por ejemplo, se le vino ese mundo encima cuando declaró la esencialidad en la educación y tuvo que retirarse de las negociaciones del TISA (apoyado públicamente por el astorismo) bajo el reclamo de distintos sectores de la izquierda e incluso la central sindical. Por eso, los movimientos que realizan las bases y que se resuelven en los plenarios --donde existen sectores que no tiene tantos votos pero sí fuerza-- son a la postre los que llevan adelante una dinámica de trabajo que tiene mayor peso que el resultado electoral.
Incluso los liderazgos se asumieron sin mayores traumas, porque una vez que Líber Seregni comenzó su retirada, en forma inmediata apareció Tabaré Vázquez en escena. Las diferencias marcadas entre uno y otro atraviesan la forma del pensamiento, que en el caso de Seregni pretendió profundizar con la creación del Centro de Estudios Estratégicos 1815, con un amplio despliegue académico y que, a solicitud del propio exlíder, se canceló como tal antes de su fallecimiento. Pero, solo para recordarlo, dicho centro se definía como una asociación civil, apartidaria y sin fines de lucro, fundado sobre las bases de ejercer “una contribución a la elaboración de un proyecto de país progresista, para el siglo XXI, de carácter nacional, popular y democrático”.
La forma de trabajo de Vázquez es otra: en su caso, trata de mantener la satisfacción en grupos importantes dentro de la izquierda y apoya iniciativas que en otro momento histórico serían impensables para la fuerza política que ha mantenido un fuerte discurso sobre los bienes públicos. Cuando era intendente de Montevideo y comenzaba a perfilarse como un líder de otro vuelo, basó su discurso desde un lugar diferente al “consenso” seregnista o de acuerdos con el gobierno de coalición, como defendía Danilo Astori. Por eso lideró y apoyó una diversidad de consultas contra iniciativas de los gobiernos de entonces, tales como una ley que contemplaba reformas en AFE y Conaprole, la ley de Ancap basada en un proyecto frenteamplista o la ley del marco regulatorio energético, y se opuso a la reforma constitucional de 1996. En tal caso, se refería a la “lluvia de plebiscitos”, de acuerdo con su definición, a comienzos de la administración de Jorge Batlle.
Como líder de la izquierda, se opuso a una reforma educativa o a la instalación de peajes, bajo la denominada “megaconcesión”, que continuó durante sus mandatos. No es un dato menor su solicitud de cesación de pagos durante la crisis y la renegociación con quitas, y, sin embargo, alabó el pago de la deuda como la mejor medida adoptada por el país.
El referente y sector se opusieron a la votación de la ley de fortalecimiento del sistema financiero, que reabría los bancos al final de la corrida bancaria.
Es el mismo líder que recomendó que “no se le pase ni por la cabeza” a Raúl Sendic la posibilidad de renunciar ante los duros cuestionamientos recibidos por firmar como licenciado cuando en realidad no lo es. O la de insistir con ensañamientos cuando se presentaron denuncias judiciales contra la paupérrima gestión realizada en Ancap o la conformación de nuevas comisiones investigadoras en el ámbito parlamentario.
Es, también, el líder que ha manifestado en reiteradas ocasiones la necesidad de establecer acuerdos de libre comercio (con Estados Unidos o Chile) para luego retirarse para darles la satisfacción a los grupos que se oponen en la interna partidaria.
Es que la teoría del movimiento pendular es tan vieja como la política misma y Vázquez la ejerce de acuerdo con los vaivenes del momento. Ocurre que los ideales revolucionarios quedaron inconclusos para quienes lo soñaron: ni José Artigas vio la independencia de la Banda Oriental ni Seregni su tan ansiado consenso de las fuerzas ni el progresismo está libre del retroceso después del avance. Solo depende de la habilidad en el ejercicio de ese péndulo, que durante la época de bonanza tanto Vázquez como Mujica aplicaron de manera muy diferente.
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