Paysandú, Domingo 08 de Enero de 2017
Opinion | 06 Ene El dato correspondiente a la inflación de diciembre, que fue de un -0,55% según el Instituto Nacional de Estadística (INE), implica, en realidad, un aporte de deflación al guarismo del año. Y ello es atribuido en gran medida a la reducción del impacto de la factura de UTE en los hogares, por el descuento de UTE Premia, así como rebajas en verduras de estación, en gran medida porque ha ingresado el grueso de la producción de estación al mercado.
El punto es que la inflación culminó en 8,1% en 2016 y fue la menor anual en cuatro años, aunque, como contrapartida, completó seis años fuera de la meta del Banco Central del Uruguay (entre 3% y 7%).
De todas formas, la suba de precios cerró el año con una desaceleración que, sin embargo, no coincide con la sensación “térmica” de los bolsillos del ciudadano común. Según informó el INE, como es habitual en los últimos años, el Índice de Precios al Consumo (IPC) bajó en diciembre (deflación) producto del plan UTE Premia por el que la empresa estatal bonifica las tarifas a sus clientes. En este caso, la baja del IPC fue de 0,55% e igual a la ocurrida en diciembre del 2015, que explicaría que la inflación acumulada se mantuviera en 8,1% al igual que en los 12 meses a noviembre.
Durante el mes, los precios de la categoría Vivienda bajaron 5,49% y explicaron 0,78 puntos porcentuales de la caída de la inflación en diciembre. El informe del INE detalló que la tarifa de electricidad se redujo 19,56% debido al plan de UTE que en esta edición benefició a 1 millón de clientes con un descuento promedio en la factura de $400 más IVA.
El efecto del descuento tarifario "fue un poco menor" que en 2015, cuando había incidido en un punto porcentual, explicó a El País el economista de CPA, Santiago Rego. También aclaró que el UTE Premia "tiene un efecto neutro en términos interanuales", dado que se aplica cada diciembre desde 2012 y afectará al dato inflacionario anual cuando se deje de aplicar.
Otro rubro en el que bajaron los precios en el último mes del año fue Alimentos y bebidas no alcohólicas (-0,36%), que representó 0,1 puntos porcentuales de la caída mensual del IPC. Hubo una reducción de los valores de la carne, las legumbres y hortalizas, mientras que incrementaron su costo las frutas.
Rego marcó que la inflación tendencial —que excluye los precios más volátiles de la canasta, como tarifas públicas y alimentos frescos— "venía moderándose desde mayo y en diciembre tuvo un leve repunte". Con el dato del último mes del año, los precios completan un período de desaceleración de siete meses, ya que no hubo subas en el acumulado a 12 meses desde que se ubicó en 11% en mayo, cuando alcanzó el registro más alto desde octubre de 2003. De hecho, entre febrero y julio, el IPC tuvo valores por encima de los dos dígitos.
La tendencia fue positiva si se considera la forma en que comenzó el año y se desarrolló gran parte del primer semestre. Evidentemente, cerrar con una inflación de 8,1% es una moderación importante respecto a lo que pasó durante el año. Y, por más que se enfatice, sobre todo desde esferas del gobierno, que la economía del país se ha desdolarizado, en los hechos, la influencia del valor de la divisa norteamericana es fundamental: repercute en precios y expectativas, sobre todo en una economía de mercado pequeño y altamente dependiente de los escenarios internacionales.
En Uruguay estos componentes funcionan en dos sentidos: un dólar “planchado” y hasta en descenso, como hemos tenido, pone freno a la inflación --no es el único factor-- y a la inversa, cuando aumenta, tiene un efecto de arrastre incluso superior a las consecuencias reales, porque potencia expectativas negativas para los operadores que no trabajan con las exportaciones.
En este sentido, los analistas coinciden en que la baja de los precios durante el segundo semestre del año estuvo asociada con la depreciación del dólar, que permitió una reducción del valor de los bienes transables, es decir, aquellos cuyo precio se determina en el mercado internacional y están afectados por la cotización de la divisa.
La evolución del dólar ha sido, sin duda, el factor determinante para que no tuviéramos una escalada inflacionaria, porque a principios de 2016 la mayoría de los analistas del escenario económico señalaban que la divisa estaría por lo menos a 35 pesos a fines del año pasado.
En línea con este razonamiento, la economista de la consultora Deloitte, Tamara Schandy, evaluó que “la sorpresa del año (pasado) fue la evolución del dólar y la inflación como resultado de eso termina siendo más baja de lo anticipado a principio de 2016”. El Centro de Investigaciones Económicas también reafirma este argumento: "a lo largo del año (pasado), el dólar no sufrió la apreciación esperada por el mercado y las presiones por el lado de la demanda fueron suaves. Todo esto benefició a la contención de la inflación".
Según Deloitte, la inflación de los bienes transables cerró en 5% el año y la de los productos no transables, en 9,7%.
Y cuando hay sorpresas, todo pronóstico que se haga hay que tomarlo con pinzas, tanto en el campo del optimismo como del pesimismo, sobre todo ante la vulnerabilidad crónica de Uruguay.
El convidado de piedra en la ecuación es el gasto público, clave del déficit fiscal que sigue superando el 3,4% del Producto Bruto Interno. Como el gobierno no adopta medidas para bajar el gasto y tiene agujeros fiscales por llenar --el de Ancap, el de Pluna, entre otros-- por más de mil millones de dólares, se lanza a recaudar más.
Esta necesidad presiona sobre los sectores productivos, la economía doméstica, el tramado productivo y social, sin recurrir a reformas estructurales estatales imprescindibles para lograr viabilidad en el mediano y largo plazo.
Con idas y venidas, permanece aún la política del parche, festejando o lamentando algún punto de más o de menos en la inflación, en el empleo, pero siempre con flancos débiles expuestos, cuando durante la época de bonanza hubo una inmejorable oportunidad para cambiar la pisada. Y se la dejó pasar.
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