Paysandú, Martes 24 de Enero de 2017
Opinion | 24 Ene Es difícil cambiar en corto tiempo el panorama deficitario de la enseñanza en el país, por más que de vez en cuando los organismos rectores de esta área traten de minimizar o relativizar los resultados de las pruebas internacionales PISA.
Es decir, no es un objetivo que se pueda lograr de un momento a otro y ni siquiera es fácil identificar puntos de consenso en torno a los problemas y las respuestas. Mientras tanto el país sufre las consecuencias de este bajón en el nivel de la educación debido a la falta de técnicos y mano de obra calificada en el sector empresarial.
Los gremios de la enseñanza, que son parte muy importante del problema, apuntan hacia otro lado menos a su responsabilidad en este panorama, y el gobierno y los organismos rectores tratan de ir “haciendo la plancha” para no irritar a los sindicatos, precisamente. Por otro lado, se ha magnificado la importancia de los recursos sin a la vez tener en cuenta que con dinero solo no se cambia nada, sino que es preciso acordar diagnósticos y correctivos, con aportes de todos los sectores involucrados.
Pero en este contexto de expectativas poco alentadoras por la inacción del sistema político y sobre todo del gobierno, así como del desinterés de los gremios docentes en incorporar cambios --donde entre otras cosas se oponen a cal y canto a toda evaluación--, se dio un paso positivo el año anterior a través del lanzamiento de la iniciativa Eduy 21.
Este emprendimiento nuclea a especialistas en educación que, más allá de su formación académica y perfil, provienen de orígenes políticos e ideológicos muy diversos, lo que es precisamente un factor de gran importancia para descartar a priori cualquier cuestionamiento sobre alineamientos ideológicos o partidarios, por encima del interés supremo de mejorar el panorama educativo.
Pero además, y sobre todo, es impensable que una reforma educativa en serio pueda hacerse desde adentro de los cuadros de la enseñanza, porque es el sistema político --que es el único representativo de la opinión y la diversidad de miradas y de matices de la sociedad-- el responsable de cambiar el rumbo y de poner límites a los grupos corporativos que solo defienden sus intereses.
Es plausible por lo tanto que desde Eduy 21 se procure sumar esfuerzos para aportar elementos con los cuales seguir la línea de una reforma educativa, pendiente en el país desde hace décadas pero que se hace cada vez más imperiosa.
Cuando asumió hace más de una década el gobierno del Frente Amplio, una de sus propuestas de campaña electoral fue encarar una profunda reforma de la educación y en su segundo mandato el presidente Tabaré Vázquez subrayó que, ante el panorama en el sector, se imponía --y dijo que lo iba a llevar a cabo-- un cambio en el ADN de la educación. Es decir, hacerlo desde abajo hacia arriba y desde arriba hacia abajo en una forma integral. Para ello incluso designó en puestos clave de su gobierno a colaboradores con conocimientos y voluntad de encarar esta acción revulsiva.
Pero esta decisión presidencial no estaba en sintonía con los gremios y grupos corporativos, sobre todo de docentes, que no solo pretenden preservar sus condiciones de trabajo y salarios, sino también aumentar su cuota de poder e impedir cambios sin su consentimiento. Además de la resistencia a cualquier cambio, nombró a una ministra de Educación y Cultura para nada comprometida con esta línea de reformas y que, por el contrario, se encargó de desplazar de sus cargos a quienes eran parte de la iniciativa del cambio.
Claro que ello solo pudo ser posible con el consentimiento del propio presidente, lo que ha dejado espacio para las especulaciones sobre hasta dónde llega la decisión para esta reforma, imposible de encarar sin chocar tarde o temprano con las corporaciones del sector.
Uno de los desplazados fue Fernando Filgueira, quien proponía un verdadero y profundo cambio que sintonizaba en gran medida con la propuesta de los mayores exponentes educativos de todos los partidos, y que integra además el grupo Eduy 21.
El mandatario contuvo sus ímpetus --si es que realmente los tenía-- en aras de no potenciar conflictos ya latentes y, a la vista de los hechos, renunció al cambio educativo por lo menos en la profundidad con que lo había marcado en la campaña. El desplazar a los que había designado para esta tarea o designarlos en lugares secundarios es una señal preocupante, y en cambio se dejó al frente de la política educativa a los mismos que dirigieron la educación durante el gobierno anterior.
La integración del Eduy 21, con una conformación pluralista y tolerante en la diversidad, así como el tratarse de personas de reconocida trayectoria, por lo menos asegura un debate de calidad y esperanzador sobre propuestas programáticas, con definiciones desprovistas de contenido ideológico y por encima de la postura de los intereses corporativos que se oponen a los cambios.
Por supuesto que reducir, modernizar y agilizar el Estado uruguayo es una asignatura urgente, pero sobre todo lo es reformar la enseñanza. Eduy 21, conformada por académicos, expertos y representantes de diversos sectores sociales, se propone colaborar en esa tarea. Ya sea en la economía, la seguridad, la salud o el cuidado del medio ambiente, sus perspectivas dependerán de aquí en más de la formación que se brinde a las nuevas generaciones.
El mundo laboral, tal como lo conocemos, está desapareciendo y hay cambios sustanciales en la demanda y perfil de los puestos de trabajo, porque estamos en el mundo del conocimiento y tenemos cada vez mayor preponderancia de la computación, robótica y logística, solo por mencionar la demanda de grandes plantas productoras.
Pero es fundamental, además de la tecnología y de enseñar el dominio de los nuevos instrumentos, el moldear ciudadanos de mente abierta, creativos, sobre todo pensantes e instruidos, con sólida cultura emprendedora, para lo que es preciso dotarlos de herramientas, reconocer los cambios vertiginosos que estamos viviendo y que hacen que “nuestras instituciones fundamentales (familias, partidos políticos, Estado, agremiaciones, iglesias, y por supuesto sus instituciones educativas) se vean interpeladas y resignificadas, como señala Eduy 21.
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