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Paysandú, Jueves 26 de Enero de 2017

Una cuerda demasiado tensa

Opinion | 26 Ene Todavía no había llegado a asumir la presidencia de los Estados Unidos de América cuando Donald J. Trump dejó muy en claro cuál va a ser su política respecto a los medios de comunicación.
El empresario venido a político outsider rechazó los reiterados intentos del periodista de la cadena de noticias CNN que fue destinado a la cobertura de la última conferencia de prensa que ofreció antes de ponerse al frente de los destinos de la primera potencia mundial, bajo el argumento de que la compañía ofrecía noticias falsas, con lo que no solamente limita el ejercicio de su labor sino que también pretende minar la credibilidad del medio.
Trump, viejo jugador de los medios de comunicación norteamericanos, tiene muy claro el valor que a los medios de prensa den los ciudadanos estadounidenses en cuanto garantes de la democracia, medios que han sido claves en la historia de Estados Unidos, tanto que hasta un presidente tuvo que abandonar su puesto cuando un periódico, el Washington Post, puso al descubierto el abuso de poder que se estaba ejerciendo. El presidente de los Estados Unidos lo sabe.
El entredicho viene a raíz de la difusión que realizó la televisora especializada en noticias sobre la supuesta existencia de videos en manos del gobierno ruso que muestran al ahora presidente durante una de sus estadías en Moscú con motivo de uno de los concursos de belleza que organiza, en una fiesta sexual en la habitación de un hotel, extremo que llegó a ser desmentido por el mismísimo Vladimir Putin, que salió a quebrar una lanza por Trump.
En su discurso inaugural el mandatario también se plantó firme en esa posición de outsider para hacer frente a los estamentos tradicionales de la política del país, el “stablishment”, al que prometió quitar el poder de las manos para transferirlo al pueblo estadounidense.
Con ello Trump se aseguró, antes de cumplir su primera semana en el cargo, la enemistad de dos poderosos frentes, pero en este raid de granjearse el mal humor ajeno en el que ha incurrido el millonario en este inicio de mandato, también sacó a su país del tratado comercial transpacífico y anunció que se propone renegociar acuerdos regionales con Canadá y México, y en particular con el gobierno del país azteca tiene pendiente aún la conversación respecto a su pretendido muro.
Trump también salió a medir el aceite a grandes grupos empresariales, como los automores, con varios de los cuales ya ha mantenido intensos intercambios de opiniones a partir de sus amenazas de aplicar impuestos desmedidos si no generan empleos en Estados Unidos.
Si Barack Obama se hizo acreedor por anticipado a un premio Nobel de la Paz, Donald Trump parece estar haciendo méritos como para hacerse con alguno de los cinturones que otorgan las variopintas organizaciones que entienden sobre boxeo a escala planetaria.
Pero, en todo caso, ¿es que Trump tiene una estrategia detrás de todos estos ataques, o simplemente son golpes que lanza sin ton ni son, como algunos analistas parecen querer mostrar? La pregunta se responde por si sola: nada es fruto de la casualidad para un empresario que construyó su propio imperio y que --recordemos-- fue capaz de imponerse en una elección proviniendo desde fuera del mundo político, derrotando a la candidata que prácticamente todo el mundo suponía que iba a ser la vencedora.
Trump sabe, por ejemplo, que la opinión pública de su país está conmovida por la destrucción de empleos que está ocasionando el avance tecnológico, la automatización cada vez mayor de los medios productivos, y que lo está mucho más que por el cambio climático y actúa en consecuencia, retirándose de todos los compromisos asumidos por su país en ámbitos internacionales donde se negocian medidas de mitigación.
El mandatario estadounidense se siente inmune a las eventuales respuestas que contra él se puedan ejercer. De hecho las multitudinarias marchas convocadas por movimientos que velan por los derechos de las mujeres no parecieron conmover en lo más mínimo a Trump, un hombre que ha sido acusado de una larga lista de maltratos y de comportamientos inadecuados hacia mujeres de su entorno, entre ellas su actual esposa.
¿Cabe esperar que se modere la actitud del mandatario? Difícilmente ocurra. Trump seguirá gobernando a su estilo y a su modo y lo más probable es que la relación con los medios sea cada vez más tirante o a lo sumo distante.
Los medios de comunicación deben tener presente que se trata de un político diferente a los que están acostumbrados, uno al que no parece importarle lo que se diga de él, porque asume que no necesita de los medios para hacer llegar su mensaje a la ciudadanía, o al menos a la parte de la ciudadanía a la que necesita llegar.
Los medios se enfrentan a un desafío inédito al que deberán hacer frente con mucho cuidado y sin caer en la tentación de soñar con una salida por la vía rápida, mediante un “impeachment”, como ya se ha especulado.
En la difusión de noticias, los títulos de los periódicos tradicionales tienen un peso muy significativo como garantía de confiabilidad, sobre todo en un mundo en el que poner en marcha un rumor está al alcance de cualquier persona a través de twitter. Que detrás de una noticia esté puesto el prestigio del New York Times o del propio Post sigue siendo una garantía.
Pero estos ya no son los tiempos del Watergate. Hoy es todo mucho más dinámico, más superfluo, los títulos de información son un inmenso bombardeo continuo y las modas son efímeras (hace un año no existía Pokemon Go y hoy ya es historia antigua) y la imagen forjada durante toda una vida puede destruirse con rapidez.
“Ustedes presentan noticias falsas”. El golpe que propinó Trump en esa rueda de prensa fue dirigido hacia la credibilidad de la cadena CNN, atribuyéndole intencionalidad en su contra al difundir noticias –según él– falsas. Trump sabe jugar ese juego y parece dispuesto a hacerlo.


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