Paysandú, Sábado 04 de Febrero de 2017
Opinion | 03 Feb Los indicadores económicos dan cuenta de que América Latina ha tenido un débil desempeño económico en 2016, en parte por las condiciones que impone la demanda y la oferta en el comercio global y por falencias propias que aparecen en forma marcada en períodos en que la bonanza de más de una década deja paso a un llano y sobre todo, incertidumbre.
En este contexto, queda expuesto que la década con viento a favor que sopló en la región tuvo efectos beneficiosos que duraron solo mientras se extendió la coyuntura, y su grado de incidencia en cuanto a propiciar reformas estructurales en los países beneficiarios fue limitado por atender urgencias y en muchos casos por gobiernos que buscaron réditos políticos y cálculos electorales, sin generar espacios que dieran sustentabilidad a sus economías en el mediano y largo plazo.
Aún teniendo en cuenta estas vulnerabilidades de siempre en la región, por su impronta de productora de materias primas que no ha cambiado, queda margen para preguntarse si se ha avanzado en otros aspectos que son clave y, más aún, imprescindibles en toda época para tener una mejor performance económica; por ejemplo avanzar en la productividad, esto es tener la capacidad de producir bienes y servicios a menores costos.
Una pista en este sentido surge a partir de reflexiones de Ricardo Aceves, economista mexicano dedicado al análisis de temas macroeconómicos en Latinoamérica, quien actualmente es economista senior para América Latina de la firma FocusEconomics en Barcelona.
El economista considera que el modesto desempeño de la economía en América Latina pone en evidencia la necesidad de aumentar la productividad como vehículo clave para obtener un crecimiento más sólido y sostenido en el largo plazo. Dijo que promover la innovación es un componente crucial en la ecuación de la productividad, pero en este sentido evaluó que la perspectiva para la región es desoladora.
Subrayó que para este año se espera que los países reduzcan aún más el gasto en investigación y desarrollo (I+D), y que si bien la liberalización del comercio puede generar oportunidades, se espera poco progreso en el campo de las reformas estructurales que se requieren.
Ocurre que históricamente América Latina ha estado rezagada respecto a otras regiones en términos de innovación debido a los bajos niveles de inversión en I+D, bajos estándares en educación y políticas débiles. Precisamente durante el quinquenio de 2004 a 2009, la combinación de acuerdos de libre comercio (TLC) y mejores políticas de promoción de exportaciones crearon las condiciones iniciales para la innovación en América Latina, y en ese período la región aumentó sus exportaciones de bienes y servicios, lo que también incrementó la competencia y abrió las puertas a nuevos mercados. La historia cercana indica que la estabilidad de los presupuestos públicos durante el período llevó a muchos analistas a esperar que una mayor inversión en I+D estimularía las tasas de crecimiento a largo plazo. Sin embargo, las expectativas se diluyeron con la crisis financiera mundial y en 2009 la economía de la región se contrajo por primera vez en 20 años, aunque hubo países que tuvieron mejor desempeño que otros. En 2010, la economía se recuperó fuertemente, pero el crecimiento se ha ido desacelerando constantemente desde entonces. El crecimiento del PBI cayó de un 4,5% en 2011 a un escaso 0,1% en 2015, antes de entrar en recesión y mantenerse estable en 2016. Para este año, el pronóstico del FMI es de un crecimiento de 1,2%.
Datos publicados por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual de Naciones Unidas (WIPO), revelaron que el número de patentes solicitadas en la región durante 2016 fueron bajas en comparación al año anterior. En cambio, en el mismo período varios países asiáticos registraron aumentos sustanciales. La WIPO ha atribuido este pobre desempeño a la situación económica y a la reducción de recursos que los gobiernos, las empresas y las universidades destinaron a la innovación.
Según la WIPO, América Latina es una región con un gran potencial de innovación inexplorado. A pesar de ello, la organización reconoció que en los últimos años ningún país de la región ha sido considerado como un país innovador, --la WIPO define así a quienes mejoran un 10% por encima de sus pares teniendo en cuenta el nivel de PBI-- como los son, Vietnam o India. A pesar de la baja calificación de la región, los países que obtuvieron las mayores calificaciones fueron Chile, Colombia, Costa Rica, México e incluso Uruguay.
La innovación va de la mano con la investigación, naturalmente, y ello tiene que ver además con recursos que se vuelquen con este fin pero en ancas de la educación y la capacitación aplicada. Ello demanda que las empresas y organismos estatales tengan una mayor participación en este esquema innovador, por más que la vanguardia siempre la van a seguir teniendo en términos globales las multinacionales y países desarrollados que unen a su tecnología y disponibilidad de recursos, una gran capacidad de contar con los mejores instrumentos para llevarlo a cabo.
Pero cada región y país tiene sus propias características y ventajas comparativas, y ello hace que haya un componente de innovación focalizado que solo puede ser llevado adelante por los involucrados y los que más tienen para ganar con los pasos que se den en este sentido.
Es positivo en este contexto que algunos países hayan asumido el desafío de aumentar la innovación. Entre otros países, México por ejemplo, ha implementado un programa de reformas estructurales para aumentar la productividad con el fin de mejorar las perspectivas de crecimiento y en Argentina, tras la década de proteccionismo y encierro de la economía con los gobiernos K, el cambio en el panorama político y el consecuente relevo de gobierno ha mejorado las perspectivas de las condiciones empresariales para ir en esta dirección, aunque la malherida economía estrecha enormemente el margen de maniobra. Y en Brasil, pese a sus serios problemas, el gobierno de Michel Temer ha mantenido una agenda de innovación entre los objetivos prioritarios.
Aun ante algunas señales positivas, el economista Aceves reflexiona que hay pocos indicios de que los gobiernos se estén comprometiendo con la implementación de reformas estructurales para favorecer la innovación. Destacó que de hecho, los últimos datos de la Unesco confirman que el gasto en I+D en la región es considerablemente bajo, teniendo en cuenta que en promedio, la mayoría de los países gasta menos del 0,5% del PBI y el gasto proviene principalmente del sector público, mientras que el gasto promedio en los países de la OCDE oscila entre el 2,0% y el 4,0% del PBI.
Estas cifras son significativas y a la vez ilustrativas, porque tienen que ver con inversión de cara al desarrollo, al avance tecnológico que se traduce en innovación y por ende en un mejor perfil de cara al mundo.
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