Paysandú, Lunes 06 de Febrero de 2017
Opinion | 02 Feb En plena temporada de sol y playa en el litoral del río Uruguay, un informe de la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) sobre calidad de aguas en la zona encendió las alarmas al detectar altos índices de contaminación fecal en balnearios de Colón, San José y Puerto Yeruá (Entre Ríos).
Se trata de un informe que periódicamente realiza el organismo binacional, que detalla la situación de las aguas del río Uruguay desde Bella Unión y Montecaseros, en el límite uruguayo con Brasil, hasta Nueva Palmira.
El estudio afirma que las playas entrerrianas antes mencionadas están altamente contaminadas con bacterias que superan entre tres y cuatro veces el máximo permitido en Uruguay y ocho a diez veces el máximo que tiene como parámetro la CARU.
En las muestras tomadas entre el 19 de diciembre y el 17 de enero, Colón presenta entre 390 y 6.400 coliformes fecales cada 100 mililitros, tres veces más de lo permitido por decreto en Uruguay (y ocho veces según los parámetros de CARU) ya que tiene una media geométrica de 1.634 UFC/100 ml. De Escherichia coli se hallaron entre 150 y 3.300 UFC/100 ml, generando una media de 522, estando cuatro veces por encima del límite establecido de 126 UFC/100 ml; mientras que existen entre 70 y 570 enterococos, con una media de 131, cuatro veces más de los 33 UFC/100 ml aceptados.
En la margen uruguaya, en Paysandú se registró en ese período un 30% más coliformes fecales que la media aceptada de 500UFC/100 ml con un promedio de 654UFC/100 ml; la Escherichia coli marcó el doble de la media de CARU con 250 y para los enterococos la media de las últimas cinco mediciones fue siete veces superior al máximo de CARU, cuando los registros promediaron los 251 UFC/100 ml.
Sin embargo, la directora de Higiene de la Intendencia, Selva Cora, dijo que se está controlando y no es motivo de alarma para los bañistas. Si bien reconoció que, según en el informe de la CARU, el tope "está un poco pasado, no da para comunicar un alerta" y que cuando ha sido necesario, las playas se han clausurado. En este sentido, recordó que la Intendencia hace los controles correspondientes y que hace dos semanas, después de las lluvias, se cerraron provisoriamente todas las playas sanduceras al pasar los niveles de contaminación el límite aceptable.
En la costa argentina, el presidente municipal de Colón, Mariano Rebord, cuestionó el informe de CARU y habló de la existencia de intereses políticos y que las muestras para los análisis del organismo binacional fueron tomadas "justo cuando había dos concesionarios que estaban tirando crudo (materia de pozo negro sin procesar) al agua porque en uno de los campings donde hay 300 carpas no les andaba la bomba y tiraban crudo al río y otro concesionario tenía una bomba muy chica y se tiraron al río", y agregó que "ninguna de las playas del río Uruguay tiene la contaminación que hay en otros balnearios de Sudamérica que son más famosos que nosotros". Informó también que según el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), que evalúa la calidad de aguas de las playas de Colón, son aptas "no para tomar, pero sí para recreación".
De las expresiones de ambos funcionarios surge claramente que tanto en Colón como Paysandú realizan controles de calidad de aguas y que estos difieren --porque se usan diferentes formas de medición-- con los de la CARU, que utiliza parámetros más estrictos. A pesar de eso, hay problemas serios.
El primero de ellos es que ambas ciudades --como otras del litoral uruguayo-argentino-- tiran "crudos" sus desechos cloacales al río Uruguay, así como algunos desechos industriales, y en ambos lugares la existencia de contaminación en las aguas afecta económicamente. El segundo es que el aumento de la carga orgánica trae otros problemas indeseados que alimentan el ciclo de la contaminación. Por ejemplo, las cianobacterias proliferan con éxito y una de las razones principales de su éxito de expansión y supervivencia es la eutrofización del agua debido a la actividad humana: el aumento de nutrientes (fósforo y nitrógeno) en las aguas se asocia históricamente con las prácticas agrícolas y los aportes de aguas residuales domésticas, industriales o ganaderas no tratadas, que –como en el caso de Paysandú-- llegan directa o indirectamente a los sistemas acuáticos.
El tercer problema es que hasta ahora los gobiernos no han destinado los recursos económicos que se necesitan para construir plantas de tratamiento de efluentes, que son caras. ¿Pero acaso no es más caro seguir contaminando? Está mundialmente comprobado que la contaminación genera pérdida de recursos económicos y suele tener costos altísimos y, a veces, pérdidas irrecuperables, en materia de biodiversidad, calidad de vida y posibilidades de generación de empleo para las poblaciones lugareñas.
La posible existencia de contaminación afecta la imagen muy bien posicionada de Colón como destino turístico de sol y playa --al punto que tras la difusión del informe de la CARU han caído reservas de turistas-- y en Paysandú afecta el trabajo realizado para posicionarse como balneario de interés en el litoral y como destino de turismo náutico y fluvial. Es cierto que tenemos un río hermoso y posiblemente, como dice Rebord, "envidiado por todos", pero no es menos cierto que existen amenazas que no se pueden desconocer.
El momento en que surge el informe de la CARU --en pleno recambio de inicio de febrero--, incomoda. Sin embargo, es obligación de los gobernantes velar por la salubridad pública y eso incluye una vigilancia estricta de las condiciones de las playas durante el verano.
Por otra parte, es necesario velar también por el derecho de los ciudadanos a estar informados sobre temas que pueden afectarlos.
Es de esperar que la polvareda que levantó en la costa la noticia en cuestión sirva para poner las barbas en remojo y agilizar las obras necesarias en todo el litoral del río Uruguay para contar con plantas de tratamiento adecuadas y modernas que permitan disminuir el impacto de la descarga de las ciudades y sus industrias al río Uruguay.
En Paysandú la obra es reclamada desde hace veinte años y, una y otra vez, por distintas razones, ha sido postergada. Contar con este tipo de obras es una necesidad impostergable para la mejora y conservación de la calidad ambiental del río Uruguay, que continúa siendo cloaca y bebedero al mismo tiempo. La disminución de la descarga orgánica en las aguas del río Uruguay tendrá un impacto positivo en su calidad en beneficio de su ecosistema y los usos que hacemos de ese curso, tanto como suministro de agua potable como con fines recreativos.
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