Paysandú, Martes 07 de Febrero de 2017
Opinion | 31 Ene Formular pronósticos en materia económica no resulta fácil para ningún país del mundo, sobre todo a partir de la globalización de la economía, porque además de la compleja problemática y del escenario interno, hay una serie de parámetros externos que suman incógnitas a la ecuación.
Más allá de estas consideraciones, tampoco puede dejarse todo librado a improvisaciones, fundamentalmente en el caso de Uruguay, con su pequeño mercado interno y su perfil de producción de materia prima.
Ergo, el sentido común convoca a maximizar fortalezas y tratar –al menos-- de imaginar escenarios posibles, aun teniendo en cuenta la incógnita sobre factores de gran incidencia, como fue, por ejemplo, el año anterior la evolución que podía tener el dólar, que lo hizo a contramano de lo que la unanimidad de los economistas preveía (suponían que crecería hasta no menos de 35 pesos y llegó a plancharse a menos de 30).
Incluso dejando margen para previsiones que no se cumplen a rajatabla ni mucho menos, igualmente hay que buscar parámetros en los que basarse para anclar expectativas y poder formular proyectos, con un margen para incorporar correctivos cuando la realidad queda desalineada de las proyecciones.
Según el informe de Política Monetaria del Cuarto Trimestre de 2016 del Banco Central del Uruguay (BCU), la economía uruguaya continuará "creciendo de forma moderada", aunque el escenario internacional "se presenta menos favorable y más incierto" que el que se preveía a fines de setiembre y con "condiciones financieras menos benevolentes" que las proyectadas.
En el último trimestre de 2016, "la evolución de indicadores parciales de actividad mostró cierta mejoría". En ese sentido, destacó el aumento en ventas de vehículos 0 kilómetro (tendencia al alza desde mayo), exportaciones que crecieron en volumen y la producción industrial estable en tendencia ciclo. El dato del Producto Bruto Interno (PBI) del cuarto trimestre se conocerá en marzo, aunque el "piso" de crecimiento es de 1%.
El Índice Líder de Ceres (ILC) del nivel de actividad aumentó 0,3% en noviembre, lo que "constituye la primera señal favorable para la actividad económica del primer trimestre del 2017", señaló ese centro de estudios.
Según el BCU desde el frente regional y global hay un escenario "menos favorable" de lo previsto a fines de setiembre del año pasado. "El crecimiento esperado de los principales socios comerciales impulsaría a la economía uruguaya de forma moderada", mientras que "las condiciones financieras serían menos benevolentes a las previstas, por lo que se orientarían menos flujos de capitales hacia emergentes, tendiendo a aumentar su costo de financiamiento", indicó la autoridad monetaria en su informe.
"En las economías regionales persistirían las dificultades para superar algunos desequilibrios macroeconómicos y retomar una senda firme de crecimiento", añadió. En ese contexto, el BCU "espera que la economía uruguaya continúe creciendo de forma moderada y que la inflación registre un ajuste a la baja".
Debe tenerse en cuenta que en 2016 la inflación pudo ser controlada, cuando había proyecciones de que a fin de año estaría en los dos dígitos. Indudablemente, el tipo de cambio influyó decisivamente para que los precios internos se moderaran, en un país altamente dolarizado y con expectativas que tienen muy en cuenta el valor de la divisa estadounidense, como ha acontecido históricamente.
Respecto de la suba de precios al consumo --que fue de 8,1% en 2016--, el BCU subrayó que la inflación subyacente (la que excluye bienes y servicios más volátiles como frutas y verduras, tarifas) fue de "7,7%, ubicándose por debajo" del indicador general, "hecho que no se observaba desde 2009".
Sin embargo, "el incremento de precios continúa bastante generalizado", puntualizó el reporte. En diciembre, el índice de difusión (porcentaje de los bienes y servicios que aumentaron de precio sobre el total de bienes y servicios) fue de 71,9% en tendencia-ciclo. Es decir, siete de cada diez productos y servicios subieron de precio. Incluso así, "mostró una marcada tendencia a la baja desde su máximo relativo a mediados de 2015 hasta agosto de 2016", cuando retomó "una tendencia creciente", explicó el BCU. En diciembre de 2016 se ubicó casi nueve puntos por debajo del registro de un año atrás.
Por supuesto, la inflación no es el único parámetro en que se mide el estado de una economía, sino que debe tenerse presente aspectos como la infraestructura, los costos internos, la competitividad, las cuentas del Estado, las inversiones, entre otros factores que inciden en la delicada trama de la economía.
Y en el caso de Uruguay, no puede obviarse que estamos en una región que presenta problemas, sobre todo en el caso de nuestros dos grandes vecinos Argentina y Brasil, con los que hay una interrelación marcada y que tienen un efecto de arrastre de gran incidencia en nuestro país.
A la incertidumbre regional debe agregarse el factor del acceso de Donald Trump al gobierno de Estados Unidos, cuya repercusión es todavía imprevisible, más allá de que genera inquietud en los mercados, sobre todo en el comercio global, y ello puede afectar drásticamente en uno u otro sentido al Uruguay, que es un país netamente exportador.
En lo interno, para estar mejor posicionados, es preciso reducir el déficit fiscal con medidas genuinas del control del gasto, pero sin afectar la inversión. En este sentido, el informe del Banco Central identifica "algunos riesgos de la economía global y regional que, de materializarse, afectarían negativamente al equilibrio macroeconómico" de una actividad creciendo en forma moderada y una inflación que se ajuste a la baja.
Uno de ellos es que "el nuevo gobierno de Estados Unidos implemente una serie de medidas que redunden en menores niveles de crecimiento global" y no puede obviarse que Trump ya ha concretado en algunos hechos una política proteccionista, imponiendo aranceles a las importaciones y renegociando acuerdos comerciales como el Nafta (con México y Canadá).
Otro factor de riesgo, según el BCU, "es la posible agudización de las dificultades de las economías de la región para efectuar los ajustes macroeconómicos necesarios”. Asimismo —aunque con menor grado de probabilidad—, “se mantienen los riesgos de una brusca desaceleración de la actividad económica en China y de que la Unión Europea ingrese en un período de estancamiento y deflación", añadió el reporte.
Por lo tanto, tenemos un cielo con nubarrones que están muy lejos de disiparse, tras un 2016 en el que felizmente se pudo controlar la inflación y mantenerse el empleo, con un mínimo de crecimiento. Pero si bien no atravesamos grandes avatares, sin ir más lejos, estamos muy lejos de estar “blindados”, como en su momento se ufanó el gobierno, lo que nos deja con escaso margen de maniobra.
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