Paysandú, Domingo 12 de Febrero de 2017

OPINIÓN

SOLICITADA

Locales | 12 Feb EL EFECTO KUWAIT URUGUAYO
En la década de los noventa, en pleno auge del fantasma neoliberal, se había acuñado la frase “efecto Kuwait” para representar los excesos que producía semejante sistema político-económico en aquel país árabe. A mediados de los noventa, en Kuwait, el 98-99% de la riqueza del país estaba concentrada en el 1-2% de la población, mientras el resto vivía sumido en la miseria más terrible. Leyendo el matutino montevideano “El País” del día 10 de febrero, encontramos una noticia acerca de un chico que, habiendo faltado 124 días a clases en sexto de escuela el último año, consiguió de todas maneras el pase a secundaria. Este es solo un ejemplo más de la desastrosa situación en la que se encuentra nuestro sistema educativo.
Mientras tanto, el siglo XXI se perfila como el siglo del conocimiento, la era donde la competencia por la excelencia académica es más voraz, y donde la educación será la herramienta más potente que tenderemos como nación para incluirnos en el mundo; no obstante ello, cada año nuestros resultados educativos son peores.
De no mediar soluciones de fondo, de a poco, con el correr del tiempo se irá generando una brecha, igual que en Kuwait, donde de un lado quedarán aquellos pocos que cursaron todos los niveles educativos, universitarios o técnicos, aquellos que se esforzaron y lograron sus metas, que se volverán poco a poco miembros de una aristocracia del conocimiento, dueños del poder fruto de ese conocimiento, mientras que, del otro lado de esa indeseable brecha, habrá cientos y cientos de compatriotas que, sin merecerlo, estarán condenados para siempre a la exclusión, la marginalidad, la pobreza. No solo económica, sino cultural, que es mucho peor, sin esperanzas de poder progresar. El correr del tiempo, sin efectuar cambios, solo profundizará esa brecha.
No obstante, mientras tanto, seguimos caminando ufanos y altivos, convencidos de que todo está bien, hacia el borde del precipicio, pero aún estamos a tiempo.
Empero, la situación no mejorará a pesar de seguir poniendo dinero a espuertas sobre la educación, el problema de fondo aquí no se soluciona exclusivamente mediante la asignación de nuevos y más fondos, sino dándoles un mejor uso, estableciendo prioridades en el gasto, reviendo la estructura del sistema todo para crear un nuevo modelo incluyente, que no expulse a los chicos, que sea atractivo y que cree un medio vinculante para hacer que ese chico se sienta parte de él. La razón fundamental del problema es que estamos educando a las generaciones del siglo XXI con un sistema diseñado en el siglo XIX y emparchado en el XX, con altas dosis de ideologías vetustas. Debemos aceptar, de una vez por todas, que la situación es alarmante.
El rol de los sindicatos en la educación ha dejado mucho que desear. La tarea de ellos debe ser la continua lucha por mejorar las condiciones materiales objetivos del trabajo. Pero hasta que no comprendamos que no es su cometido determinar planes de enseñanza, ni establecer directrices a nivel educativo, no vamos a salir del embrollo. Ya pasamos por un presidente que nos prometió educación, educación, educación, ya pasamos por la lucha del 6%, por las ceibalitas, por el pase social, ya nos decía “José Pedro Netto Varela” en 2012 que “las metas son muy ambiciosas, pero la madurez de nuestra sociedad nos da la convicción y el carácter para poder afrontarlas” y que “(los objetivos educativos) orientados fundamentalmente al fortalecimiento de una enseñanza de calidad para todos los niños y jóvenes uruguayos, son el de lograr la universalización de la Educación Inicial para los niños de 3 años de edad, el de mejorar del tránsito entre la Educación Primaria y la Educación Media, el de universalizar la Educación Media básica, el de alcanzar la meta de que todos los jóvenes hasta 17 años accedan a una propuesta educativa y el de duplicar el egreso anual de bachilleres, pasando de 18.000 a 36.000 egresados”. Y hasta hoy, 2017, de todo esto, poco.
Es hora que nos dejemos de ensayar las soluciones sobre la marcha y contramarcha, y que pongamos este problema en manos de gente calificada, con experiencia para solucionarlo. No es un simple tema de política partidaria, acá nos estamos jugando el futuro como colectividad.
Hasta ahora, en lo personal, me he negado firmemente a creer que, con todo, toda esta situación es en parte voluntad de nuestros últimos gobiernos, que a ellos les beneficia electoralmente esta circunstancia, que en definitiva terminan sacando provecho de esa ignorancia, que más educación redunda en más democracia, etcétera, etcétera. Pero no, quiero seguir creyendo que los resultados educativos son el corolario de la incompetencia, de la mala gestión y de la exacerbada participación sindical. Prefiero creer eso, antes de pensar que puede haber tan malos orientales. Es dantesca la imagen que surge de imaginar el futuro incierto de este país de aquí a los próximos treinta años si no reconocemos nuestras graves falencias y actuamos en concordancia. De solo imaginar en lo que podríamos llegar a convertirnos, de inmediato se nos viene a la mente la frase de Manuel Belgrano: ¡Pobre Patria mía!
Agustín Silva Caccia
Convencional departamental del Partido Nacional


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