Paysandú, Sábado 18 de Febrero de 2017
Opinion | 12 Feb Aunque no es tan recordado, fue en la Guerra de Secesión en Estados Unidos (1861-1865) cuando se instalaron las primeras trincheras en campos de batalla. Sin embargo, todos recuerdan a la Primera Guerra Mundial como el escenario preferente de la lucha armada desde trincheras, que solamente permitían el ataque frontal, que para siempre enterró la época de la guerra heroica de valerosas cargas y uniformes brillantes.
Desde entonces, la lucha de trincheras no se ha reducido solamente a los campos de batalla sino que se ha extendido a otras áreas de la vida cotidiana, cada vez que existe una confrontación por poder.
Cuando el 24 de noviembre del año pasado se aprobó en la Junta Departamental el decreto 7452/16 que incorporaba cambios en la Zona Azul, si bien hubo discusiones en el plenario, no se apreciaron grandes diferencias. Se aprobó por 26 votos afirmativos en 30. Una gran mayoría.
No obstante, con el paso de las semanas y especialmente después de los deseos de felicidad en el nuevo año y de encender los fuegos artificiales con los que se iluminó por apenas un instante el cielo nocturno, comenzaron a poblarse las trincheras, actualizando el tema pero además incorporando otros elementos no considerados hasta entonces.
En seis días comenzará otro período de sesiones en la Junta Departamental. Y así como la consideración de la Zona Azul cerró el anterior, parece que abrirá este. La llama que encendió una nueva confrontación partió de la Intendencia Departamental de Paysandú, cuando los residentes del área comprendieron que iban a tener que pagar por estacionamiento tarifado. A ellos se sumaron los comerciantes del perímetro, especialmente aquellos con negocios pequeños proveedores de comestibles y servicios.
Y la Intendencia quedó en tierra de nadie, sin el resguardo de su foso, cuando propuso una asamblea con los vecinos, con la intención de convencerlos de las bondades de cobrarles solo unos 450 pesos para poder estacionar sin restricciones durante todo un mes, en cualquier parte de la Zona Azul.
Pero en la asamblea hubo “bronca sin fusiles y sin bombas”, como cantaban Pedro y Pablo (Marcha de la Bronca) con vecinos que con artillería pesada atacaban desde su posición clamando gratuidad.
El principal partido de oposición, el Partido Nacional, respondió en estos días con dos proyectos que pretenden modificar el decreto en principio votado afirmativamente por la mayoría de esa bancada. El Frente Amplio y la intendencia aún no han podido resguardarse, incluso cuando el proyecto sigue adelante, la empresa que ganó la licitación ya estuvo en Paysandú, realizando las primeras contrataciones y otra empresa imprime los carteles verticales que se colocarán en el perímetro.
Por estos días las propuestas de cambio abundan, como si antes el asunto no hubiera sido suficientemente debatido y considerado. Y mañana lunes, los residentes y comerciantes volverán a reunirse con la intendencia, y sus armas llevarán, sin dudas.
Este enfrentamiento por la Zona Azul, en realidad, esconde el verdadero objeto de discusión, esto es la mejora de la circulación en el centro de la ciudad para peatones, motociclistas y automovilistas. Es ese el gran asunto que debería estar en debate y no solamente la Zona Azul, un aspecto, pero no el único.
Sin dudas, al rozar el bolsillo de quienes viven en el lugar, agregado a “la suma de todos los miedos” (aquella película protagonizada por Ben Affleck) de quienes luchan día tras día en sus comercios para mantener en pie su actividad comercial, este se ha transformado en el objetivo central.
La discusión en torno al tamaño de la Zona Azul, el precio de la hora, quiénes deben trabajar como expendedores de tiques, qué hacer con los residentes, no hace al todo de la cuestión.
Lo realmente importante es establecer las condiciones para que el centro de la ciudad mantenga su convocatoria y a la zona fluyan los sanduceros, generando actividad comercial, institucional y cultural. De eso se trata este asunto que viene en discusión desde hace unos cuatro años, con dos consultorías y una primera etapa de reubicación de áreas de estacionamiento.
Asumir que la consultora se equivocó al diseñar el área que debe ocupar, o pensar que todos los automovilistas saldrán en estampida para evitar el pago, es reencarnarse en Nostradamus. Del mismo modo que se cree en los cálculos de los ingenieros para construir un puente, o de un arquitecto para levantar una casa, estas cuestiones técnicas deben aceptarse.
Pero junto con la nueva Zona Azul, hay más por mejorar o diseñar. Por ejemplo, la intendencia aún no ha reconocido como peatonal la cuadra de 19 de Abril entre 18 de Julio y Leandro Gómez. Ni se sabe a ciencia cierta si la experiencia de sacar el tránsito vehicular en esa cuadra para “empoderar” al peatón ha sido positivo para el comercio. Tampoco aparece activamente el Centro Comercial encabezando a sus asociados en una gran discusión de la transformación comercial que puede impulsarse, precisamente para mantener o aumentar el atractivo del centro de la ciudad. Mucho más allá de apenas un Día de los Descuentos.
Los actores políticos juegan su juego y el principal referente, el intendente departamental, ha hecho mutis por el foro, mirando la lucha desde lejos de la zona de trincheras. Y quizás sea tiempo que defienda la postura adoptada institucionalmente.
Que es la misma que se adopta en una enorme cantidad de ciudades alrededor del mundo. En Paysandú, el estacionamiento tarifado a cielo abierto costará alrededor de un dólar. Una suma realmente modesta. Pero en la ciudad prácticamente no hay estacionamientos privados con los que contrastar este valor. Por lo tanto, al ser el único conocido, se lo aprecia como excesivo. Por otra parte, el riesgo de afectar aún más al comercio céntrico sigue latente, y sólo podrán saberse los efectos cuando las cosas funcionen… o no. Los residentes pueden tener razón, los comerciantes también, lo mismo que quienes trabajan en esas manzanas, y hasta los parientes que deseen visitar a su familia que quede dentro de la Zona Azul. Quizás sí. Quizás no. Pero ciertamente no se trata ni del Muro de Berlín ni del muro de Trump.
Hay que buscar elevar la vista para ver todo el asunto y comprender que lo realmente importante es defender el centro de la ciudad, porque allí hay decenas de emprendimientos comerciales que generan buena cantidad de puestos de trabajo y mueven la economía local.
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