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Paysandú, Sábado 18 de Febrero de 2017

Una gira que sirve para enterrar los dogmas

Opinion | 14 Feb Es notorio --y compartible en su esencia, además-- que la gira que está desarrollando por Alemania, Finlandia y Rusia el presidente Tabaré Vázquez, junto a seis ministros y una delegación conformada por decenas de empresarios, esté dirigida a “vender” al Uruguay en el Primer Mundo como país que ofrece buenas oportunidades para inversores, apuntando a captar emprendimientos del giro de exportación --el mercado interno es muy reducido-- y como puente de lanzamiento logístico y de infraestructura para potenciar sobre todo producciones primarias.
Es decir, un objetivo que no intenta ser disimulado, porque además, más allá de la oportunidad, el éxito o el fracaso de la gira, es lo que haría cualquier gobernante en la situación de Vázquez, cuando la bonanza de la última década ha dado paso a una meseta en la economía mundial y en la posibilidad de captar capitales. Sobre todo, no puede negarse que el país necesita fuentes de trabajo para dinamizar el tramado de su economía, que está lejos de crecer a las tasas en las que lo había hecho precisamente durante el período favorable.
Presentar un país de solo tres millones de habitantes como una oportunidad para la inversión no es fácil, y ello debe ser evaluado en un contexto de mucho mayor proyección para los receptores. Por lo menos requiere ser expuesto en un contexto de una visión regional, aunque el escenario del Mercosur diste de ser atractivo para los capitales extranjeros en su estado de crónica postración y por más optimista que se sea en cuanto a un desenlace de las negociaciones con la Unión Europea.
Es cierto, es de toda evidencia que Vázquez en sus presentaciones hace énfasis en dorar la píldora, y al hablar de oportunidades se cuidó de no traer a colación los problemas de competitividad que tiene el país, por sus elevados costos internos, que tiene por ejemplo entre sus factores negativos un precio del gasoil que está entre los más altos a nivel mundial, en el marco además de un elevado costo de la energía, servicios públicos que dejan mucho que desear y una infraestructura que dista de estar a la altura de las circunstancias.
Pero más allá de estos aspectos coyunturales y en gran medida estructurales, el ofrecer al Uruguay como atractivo para la inversión extranjera pone de relieve que en doce años de gobierno, la coalición de izquierdas ha dejado de lado planteos panfletarios de la década de 1960, que mucho daño le han hecho al país, para adquirir cultura de gobierno y asumir que al fin de cuentas no se había sido sincero --por decir lo menos-- cuando se renegaba de la inversión extranjera al ejercer la oposición; que el ingreso de capitales de riesgo es una condición sine qua non para crecer con desarrollo, y que las facilidades que Uruguay no ofrezca sí las ofrecerán nuestros directos competidores en los mercados internacionales.
Es por lo tanto plausible que por ejemplo en el marco del Día de Uruguay, el presidente Tabaré Vázquez expusiera en la Cámara de Comercio de Hamburgo, en el norte de Alemania, varias de las virtudes que entiende hacen del país un lugar adecuado para las inversiones, para lo que detalló aspectos del Plan de Infraestructura y destacó el desarrollo de las energías alternativas en el Uruguay.
También aseguró que nuestro país apuesta al libre comercio, a abrirse al mundo, y que por ello está catalogado por varias organizaciones internacionales como el que tiene mayor concepción democrática de su población en toda América Latina.
Dijo que los índices de producción de Uruguay ocupan los lugares más altos en la región, que tiene transparencia institucional y que, medido con parámetros económicos en el contexto de América Latina, tiene actualmente el ingreso por persona más alto de la región, de aproximadamente 16.000 dólares.
Bueno, como todo vendedor, “inflar” el producto ante un auditorio receptivo y poco exigente en estas instancias --otra cosa es el espíritu cuando se entra a hilar fino para decidir una inversión y se busca información fidedigna in situ, de los operadores-- no puede reprocharse a quien le guía el objetivo de tratar de interesar a los potenciales inversores alemanes, por más que los uruguayos más o menos informados sobre nuestra realidad tengan fundados reparos al tono excesivamente optimista de la presentación. Pero es muy positivo al fin de cuentas que la izquierda, desde que asumió el gobierno, haya pasado de los esquemas panfletarios de hace 20 años, de comparar a los inversores con “piratas” que venían a apropiarse de nuestro patrimonio --“puesto en venta” por los partidos tradicionales-- a impulsar leyes que fomentan la participación privada en los entes públicos y a la vez ofrecer las mejores condiciones posibles para que lleguen al Uruguay aquellos “bucaneros” despreciables de otrora. A los mismos que en los spots publicitarios de la izquierda y los sindicatos, los ponían con parche en el ojo y todo.
De esa forma el Frente Amplio se posicionaba como el principal garante para el cambio social y para enfrentar a los grandes grupos económico-financieros nacionales y extranjeros. En su momento ejerció dura oposición a los gobiernos blancos y colorados en los intentos por reformar el Estado y permitir las asociaciones de empresas públicas con capitales privados.
En 1992 la coalición de izquierdas se opuso a la ley de Empresas Públicas impulsada por el expresidente Luis Alberto Lacalle, quien se proponía abrir las empresas públicas al capital privado, ponerlas a competir en el mercado y liquidar los monopolios. La ley fue aprobada, pero el FA logró juntar las firmas para llevarla a un plebiscito, que rechazó el proyecto.
Luego, en 1993, la izquierda se opuso también a la creación del sistema previsional mixto que creó las AFAP, y resistió la asociación de Ancap con privados, entre otras iniciativas.
Pero con los años su oposición a las asociaciones del Estado con privados fue cambiando y durante su gestión se aprobó una ley que las ampara, la ley de Participación Público Privada (PPP), con la oposición de determinados grupos en lo interno, caso del Partido Comunista.
Y respecto a las tercerizaciones que tanto criticaban, basta ver los números de Ancap para comprobar que más de la mitad del dinero en sueldos va para pagar a empresas privadas, más que nunca en la historia del ente.
Es que desde el gobierno, cuando hay que asumir la realidad, quedan enterrados los eslóganes para mantener entretenidos a los adherentes aferrados a los esquemas en blanco y negro, aunque de vez en cuando se les arroje alguna migaja pour la galerie.
Bueno, el punto es que ya no hay piratas, porque los denostados inversores han pasado a ser poco menos que benefactores cuando en un gobierno de izquierda el viaja por el mundo para “vender” el país. Lo que no servía cuando se era oposición ahora es poco menos que la panacea. En fin, la realidad manda, y es una buena señal que se deje de vivir en un mundo de fantasía.


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