Paysandú, Viernes 03 de Marzo de 2017
Opinion | 24 Feb La dictadura uruguaya, en su intento por frenar la circulación de versiones que no eran de su agrado dentro de la férrea censura que aplicó contra los medios de prensa en el país, protagonizó sin quererlo --y fruto de su encierro ideológico totalitario-- una confesión pública urbi et orbi de que precisamente era un gobierno dictatorial, al dictar triunfalmente un decreto que establecía: “prohíbese atribuir intenciones dictatoriales al Poder Ejecutivo”. Un concepto de antología, cuando lo que hacía era simplemente confesar ante el mundo que efectivamente el Uruguay vivía en dictadura, por si alguien tenía alguna duda.
Era simplemente un exudado de mentes mesiánicas, como se ha visto en regímenes autoritarios de izquierda y de derecha en todo el mundo, los que encerrados en su concepción extremista y totalitaria de pensamiento único, de imponer sus modos de pensar y dictar sus reglas solo se miran el ombligo y pretenden “justificar” sus decisiones en las intenciones aviesas de quienes se oponen al régimen.
Lo que hacen, por supuesto, es lograr el efecto opuesto, porque quedan expuestos como tiranos que son, en su postura de abanderados de la verdad única.
En esta misma línea corresponde evaluar la reciente decisión de la dictadura cubana, --que ya lleva más de medio siglo en el poder-- respecto a un episodio que si se hubiera dejado correr, tal vez hubiese resultado intrascendente y hasta anotarse como un punto favorable al régimen, por transmitir la impresión de que todavía se permiten ciertas libertades en la isla gobernada por Castro.
Nos referimos al rechazo del gobierno cubano a conceder la visa para ingresar al país al secretario general de la OEA, nuestro compatriota Luis Almagro, para recibir el miércoles el premio Oswaldo Payá, otorgado por una organización de la disidencia cubana.
Luis Almagro no fue el único invitado por la fundación de la hija de Payá que no pudo ingresar a la isla. La lista se completa con el expresidente mexicano Felipe Calderón y la exministra chilena e hija del fallecido expresidente Patricio Aylwin, Mariana Aylwin, del Partido Demócrata Cristiano.
Almagro informó que "mi solicitud de visa para el pasaporte oficial de la OEA fue denegada por el Consulado de Cuba en Washington", una carta a la organizadora de la premiación, Rosa María Payá, hija del disidente Oswaldo Payá, muerto en 2012. En la carta, Almagro le explicó a Payá la "imposibilidad de ir dado que mi solicitud de visa para el pasaporte oficial de la OEA fue denegada por el Consulado de Cuba en Washington, al tiempo que me fue negada la posibilidad de ingreso con documento uruguayo, que no requiere visado".
El jerarca detalló que "el jueves pasado el funcionario de la OEA Chris Hernández-Roy fue convocado a una reunión por el cónsul de Cuba en Washington y el primer secretario del Consulado en el curso de la cual se le transmitió la sorpresa de las autoridades cubanas por el motivo de la visita" y el “asombro por el involucramiento del secretario general de la OEA, en actividades anti-cubanas". Le dijeron además que "el motivo por el cual solicitamos la visa es considerado ‘una provocación inaceptable’".
Es decir que para las autoridades cubanas es perfectamente de recibo que se le niegue el ingreso al funcionario de un organismo internacional porque no es de su agrado que el motivo sea el recibir el premio de un grupo de civiles que tienen una postura crítica respecto al régimen. Una conducta “inaceptable” en su concepción totalitaria, lo que encuadra dentro de aquel “razonamiento” de la dictadura uruguaya para “prohibir” que se dijera que era un régimen dictatorial.
A confesión de parte relevo de pruebas, expresa sabiamente el dicho, y uno de los aspectos que Almagro sostiene en la carta es que desde la OEA han brindado respuestas "a estas argumentaciones señalando que el único interés de nuestra parte, ha sido, es y será facilitar el acercamiento de Cuba a los valores y principios del sistema interamericano, tanto en lo que refiere a la defensa de la democracia como a la promoción y respeto de los derechos humanos, al tiempo de expandir los logros de Cuba en la ciencia, salud y educación a nuestra región”.
También expresa que “sería bastante ridículo que luego de 67 años de revolución, tanto el bienestar del pueblo cubano, como las relaciones bilaterales con Estados Unidos dependieran de esta ceremonia”.
Agrega que “no es mi interés evaluar la situación política interna de Cuba ni sus diferentes tendencias políticas y no me compete opinar sobre ello", y sostiene que “mi única preocupación adicional es garantizar que no exista ninguna forma de represión ni represalia alguna, sobre los organizadores del evento. Ello sería absolutamente injusto e indeseable”.
Por supuesto, en la concepción autoritaria del régimen comunista que ahora preside Raúl Castro, heredado de su hermano Fidel, en el gobierno de partido único y donde por lo tanto no se admite oposición, el que el secretario de la OEA pretendiera participar en un acto que no era organizado por el gobierno era una "provocación inaceptable".
Almagro recordó que su presencia en la ceremonia no se diferencia de otros eventos similares que tienen lugar en otros países de la región en los que el secretario general participó, y que se realizan sin el apoyo del gobierno pero sin censura.
La vivienda de los Payá en un barrio de La Habana era el lugar donde debía celebrarse el homenaje y la primera edición del premio "Oswaldo Payá: Libertad y Vida", un acto que finalmente se llevó a cabo pero con las sillas vacías de los invitados internacionales que no pudieron viajar a Cuba.
"Las sillas permanecerán vacías" hasta que los premiados "puedan aterrizar en La Habana" para recogerlos en persona, aseguró Rosa María Payá.
Finalmente al acto acudió una veintena de invitados, entre los que se encontraba la jefa de la sección político-económica de la Embajada de Estados Unidos en Cuba, Dana Brown, así como representantes diplomáticos de Suecia y la República Checa.
Una verdadera “afrenta” al fin de cuentas para los dictadores que se creen dueños de la verdad, de vidas, destinos y bienes de la isla, y de dictar la forma en que deben pensar los ciudadanos encerrados por décadas en su propio país.
Y como la dictadura uruguaya, la cubana logró el resultado inverso de lo que pretendía, lo que revela lo obtuso del pensamiento: un acto de menor trascendencia, que iba a transcurrir sin mayor repercusión internacional --porque dentro de la isla, donde están conculcadas las libertades, es muy difícil que los ciudadanos se enteren-- termina por reafirmar ante el mundo que no es mucho lo que ha cambiado en el régimen marxista, pese a episodios aislados e n los últimos años.
Mientras tanto, nuestro excanciller durante la presidencia de José Mujica y actual secretario de la OEA, Luis Almagro, quedó azul y sin visita a la aldea de los Pitufos, porque al parecer, en esa pequeña comunidad nadie puede disentir con Papá Pitufo.
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