Paysandú, Domingo 05 de Marzo de 2017
Opinion | 05 Mar El fallecimiento de una joven mujer de 25 años en nuestra ciudad vuelve a poner en el tapete el gran tema, tan grande como eterno, de la atención de salud no solo en el departamento, también en todo el país, que con matices vive la misma realidad de una tierra de nadie cuando se necesita con urgencia atención médica.
La mujer había sufrido un aborto espontáneo, fue tratada en el Hospital Escuela de Litoral y enviada nuevamente a su casa, pero, ante otra indisposición, fue trasladada al nosocomio en la caja de una camioneta policial, cuya puerta trasera no fue cerrada. En el trayecto, accidentalmente, junto a su esposo cayó de la caja y, tras algunas horas, falleció en el hospital.
Una vida humana --una más, pero no la única-- se ha perdido, en parte porque el sistema de salud, ahora que lleva el pomposo nombre de Sistema Nacional Integrado de Salud, no tiene una respuesta clara y concreta para los usuarios que demandan la presencia de una ambulancia. Esto implica, y aunque parezca extraño hay que aclararlo, la presencia de personal médico capacitado. Esta demanda siempre está unida a la urgencia, porque el tiempo no juega a favor de quien sufre una verdadera emergencia, como un paro cardiorrespiratorio, un accidente grave, una persona electrocutada, una severa crisis de asma, por ejemplo. Lo que en la jerga médica de emergencia se denomina “clave uno”.
Han pasado ya nueve años desde que en 2008 la entonces ministra de Salud María Julia Muñoz, multifacética si las hay, porque hoy ocupa la cartera de Educación y Cultura, prometió que todos los usuarios del Fonasa podrían tener prestación de emergencia móvil para la “clave uno”. Fueran o no socios de empresas del sector.
Años pasaron, pero el anuncio envejeció y no se concretó. En todo ese período de tiempo, bien se podría haber pensado en instrumentar dentro del propio Ministerio de Salud Pública un sistema hospitalario de ambulancias con verdadero cometido de atención a la demanda del usuario desde la vía pública o su hogar. Pero se siguió --en el mejor de los casos-- por el camino de la contratación a terceros. Así van las cosas. El ejemplo de los abusos cometidos por la empresa contratada en el hospital de Bella Unión, amparada en el amiguismo, deja en claro las falencias del sistema.
Pero, como suele decirse, esto es Uruguay. Y esto es Paysandú, ya que estamos. En el Hospital Escuela del Litoral “Luis Galán y Rocha”, hay una ambulancia por turno, con chofer. En definitiva, hay un taxi con camilla por turno. Porque no hay médicos ni enfermeros destinados al servicio.
¿Necesita una ambulancia de urgencia? Puede pedirla al hospital, pero le van a mandar –en algún momento– un taxi con camilla. Arréglese como pueda y encomiéndese a Dios para llegar con vida al centro hospitalario. El asunto es que la atención es brindada en sede y no fuera de ella. Si está enfermo, trate de entrar al menos a la sala de espera del servicio de Urgencias.
Desde el hospital dicen, y en verdad el sistema es así, que no tienen una emergencia móvil, que la ambulancia está más que nada para cumplir traslados sociales, como llevar pacientes a Diálisis, de retorno al domicilio tras el alta o hacia el nosocomio. Pero en condiciones en las que solamente con un chofer sea suficiente.
Ahora si usted cree que esto es todo, no es así. Porque generalmente cuando algo grave nos ocurre, llamamos al 911, o al 472911 si lo hacemos desde un teléfono celular. En nuestra mente, mientras hacemos con nerviosismo la llamada, nos surgen imágenes de las películas estadounidenses que muestran cuán entrelazados están todos los servicios para atender las más diversas situaciones, con el fin de preservar la vida y salud de los habitantes.
Pues, ya se sabe que el cine es ficción. Y lo que pasa en otros países para nosotros es precisamente eso, ficción. Estamos demasiado lejos. Lo que puede pasar es lo que ocurrió en el caso de la joven que recientemente perdiera su vida en flor. Que concurra un patrullero y que como camilla tenga la caja de la camioneta. Con toda buena voluntad, con los funcionarios policiales haciendo lo que pueden. Pero demasiado lejos de lo que se necesita y sin preparación médica al agua.
Y lo mismo puede pasar, sin querer irnos de tema, si la urgencia es un incendio. “Enviamos patrullero”, dirá el operador del 911. Eso sí, para tranquilizarlo podría agregar, “lo mandamos con un par de baldes con agua”. ¿Sarcasmo? No, un ejemplo de lo mal que se están haciendo las cosas. Porque cada sector que atiende una emergencia está especializado en lo que hace. No pedimos un médico si nos está apuntando un chorro. Pues tampoco un policía si tenemos una crisis médica. Ya lo dijo Apeles, el más ilustre de los pintores griegos: zapatero, a tus zapatos.
Incluso si viene una ambulancia solamente con chofer, mal podemos pedirle que sepa técnicas de reanimación. Sabe de conducción en el tránsito. Se supone que hay coordinaciones entre las instituciones médicas, policiales, Bomberos, Policía Nacional de Tránsito. Y hay en sus dirigentes clara preocupación. Pero las muertes se siguen sucediendo. Porque en nuestro país no se han tomado las necesarias medidas para establecer un cuidado de salud fuera de los centros hospitalarios.
Todos recordamos que hasta no hace mucho, ninguna emergencia médica estaba obligada a asistir a accidentes de tránsito. Ahora mismo, si el accidente es fuera del radio urbano, andá que te cure Lola. No elegimos ni el lugar, el momento y menos el trastorno que necesitará atención médica. No siempre pasa a una cuadra del hospital. Pero siempre se necesita urgente asistencia especializada. Por más que se necesite, no se provee. No hay en Uruguay un protocolo que cuide eso. Por el contrario, el protocolo existente claramente indica que la atención es intrahospitalaria. Vengan a mí los enfermos. Los casos fatales nos siguen golpeando. Y advirtiendo que el próximo puede ser el de alguien cercano. En este último caso, además, podría configurarse la figura de mala praxis.
De lo que no hay dudas es que el 911 no logró encontrar la mejor solución a la demanda. No alcanza con reunirse y escribir reglas que rijan el servicio. La gente sigue muriendo sin la adecuada asistencia médica. Familias siguen siendo partidas por tragedias evitables. Ya hace demasiado tiempo que el sistema de salud no resuelve la atención de las emergencias médicas allí donde ocurran. ¿Cuánto más dolor será necesario soportar? ¿Cuantas muertes más?
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