Paysandú, Lunes 13 de Marzo de 2017
Locales | 09 Mar El largo sonido del shofar conocido como tekia se extendió por la esquina, llegó al alma de cada uno de los presentes y se ofreció al cielo, a Dios, pues el shofar es precisamente conocido como la trompeta de Dios.
Faltaban pocos minutos para que el reloj una cuadra más abajo marcara las 12 y en avenida España y Guayabos, unas ciento cincuenta personas quizás ni siquiera se habían dado cuenta que el sol había podido triunfar en su batalla con las nubes y brillaba con la fuerza de enero en marzo.
El rabino Mendy Shemtov, de la Beit Jabad del Uruguay, culminó con ese largo sonido un encuentro --ni una ceremonia ni un acto-- de la comunidad sanducera, a un año del asesinato de David Fremd, en esa misma esquina. Ahora, desde la mañana casi mediodía de ayer, una placa de granito, colocada en el cantero central, junto a la primera columna que sostiene el alumbrado público mirando al oeste, lo recuerda. Más todavía, convoca a todos a un futuro de paz e igualdad. En el granito puede leerse “Sanduceros hijos de la tolerancia, cultores de la paz”. En la parte superior izquierda, una estrella de David, símbolo del judaísmo, pues representa la inseparable relación del hombre con Dios. Y símbolo también de la intolerancia y el horror durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los judíos eran obligados a usarla en su vestimenta. Precisamente, por esos dos significados tan dispares, se convoca a todos a la vida en paz, en tolerancia los unos con los otros.
Entre los presentes se encontraban también autoridades, incluyendo al intendente departamental Guillermo Caraballo, el diputado Nicolás Olivera, el presidente de la Junta Departamental, Francisco Gentile, la embajadora de Israel en Uruguay, Nina Bem Ami, el jefe de Policía, comisario general ( r) Luis Mendoza, la cónsul argentina Carola del Río y el exintendente Julio Pintos. También, integrantes de la familia Fremd, incluso los más pequeños.
Varias voces se escucharon. Todas coincidieron en la necesidad de paz, pero también de seguridad. Todas condenaron una vez más --y mil veces más-- el asesinato cometido por Carlos Omar Peralta, tan horrendo como inexplicable. Tan doloroso. Tan inútil.
Sin protocolo, fueron acercándose al micrófono, para que todos lo escucharan. “David vale por ser hijo y ser padre, de hijos uruguayos como él, nacidos en Paysandú. El amor vale un sol”, dijo Jorge Jesús citando parte de su más reciente libro “Historia partida”.
“Nuestra sociedad no fue la misma desde que el homicida se llevó su vida y también nuestra inocencia como sociedad”, dijo en tanto Guillermo Caraballo. “A partir de este nefasto evento, en Paysandú caímos en la cuenta que el odio no es algo lejano que enferma a gente de grandes ciudades y culturas lejanas. Caímos en la cuenta que puede estar cerca, caminar nuestras veredas, sentarse en nuestras aulas, entrar a nuestros trabajos”, agregó.
“Paysandú nació, creció y se desarrolló en tolerancia, con gente de diversas culturas, religiones e ideologías” y este asesinato tiene que actuar “como un doloroso alerta histórico que tenemos que tener siempre presente”, expresó.
“Estoy presente con ustedes, compartiendo este momento de dolor y de recuerdo”, afirmó la embajadora Nina Bem Ami. “En el caso de David, la pérdida no fue solo de su familia, sino de su comunidad, de los sanduceros, de Uruguay. Y su pérdida fue sentida en Israel y en todo el pueblo judío en el mundo”, dijo más adelante. “Que su recuerdo sea bendición”, concluyó.
Daniel Silva, párroco de la Basílica Nuestra Señora del Rosario y San Benito de Palermo, aseguró que era posible apreciar “una serena construcción de la rebeldía constructiva, a partir de la familia de David Fremd”. Instó entonces “a que esta rebeldía no se pierda en nuestros corazones. ¿Qué nos pasa que no podemos transformarla en una actitud cotidiana que nos haga una sociedad más justa?”.
En medio de los comentarios, se descubrió la placa en la columna donde ondeaban las banderas de Uruguay, Paysandú y de la Paz.
Al término del encuentro, lentamente, comenzó la desconcentración. Antes, un último abrazo, una mirada más a la placa de granito, una vez más secarse otra lágrima. Y de retorno a la actividad prevista para el día. Sabiendo que el trabajo no espera, ni el estudio, ni las compras, ni las visitas. Pero también, llevando muy presente que todos somos, desde y hoy y para siempre, en este Paysandú que ya no tiene inocencia, defensores de la tolerancia y la vida compartida en paz.
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