Paysandú, Miércoles 15 de Marzo de 2017
Opinion | 14 Mar Al dar cuenta recientemente de que el año pasado el Fondo de Solidaridad brindó en Paysandú becas por 1.450.000 dólares, el presidente de la institución, Marcos Supervielle, destacó que el fondo beneficia principalmente a estudiantes del Interior, al punto que solo el 16 por ciento de los estudiantes que reciben la subvención provienen de Montevideo.
Dicho de otro modo: 84 por ciento de los jóvenes son destinatarios de becas son del Interior, permitiéndoles sostenerse durante este período clave de sus vidas, cuando se están formando en una carrera terciaria para la que de otra forma tendrían graves dificultades de acceso.
Trajo a colación además el jerarca que en Salto el Fondo otorgó 1,7 millones de dólares en becas y en el eje Tacuarembó-Rivera la cifra alcanzó los 1,75 millones. Subrayó que “esta política de becas permitió que miles de jóvenes uruguayos de bajos ingresos accedan a la educación terciaria, que de otra forma no habrían podido, pero además tiene un impacto redistributivo a nivel local muy importante”.
Este año, 17.720 jóvenes han comenzado el trámite de solicitud de la beca del Fondo de Solidaridad a través del Portal del Estudiante, de los cuales 14.121 finalizaron el trámite de la solicitud, que duplica así la cantidad recibida en 2008 y crece en casi 3.000 solicitudes respecto al año pasado.
Un punto a destacar es que más del 90% de los becarios son primera generación universitaria en su familia, lo que quiere decir que sin el aporte de los egresados al fondo, es posible que muchos de estos casi 18.000 estudiantes no hubieran podido estudiar y tener una profesión.
La problemática inherente a la existencia del Fondo de Solidaridad tiene una serie de componentes que es preciso ubicar en una visión de perspectiva, sobre todo a partir de lo que ha sido en la historia la educación universitaria y su proyección en el mundo actual, en el que sobre todo la capacitación, la formación, el conocimiento, son vitales para hacer la diferencia en un mundo altamente competitivo. Durante décadas, desde sus inicios, la Universidad ha sido evaluada --y con toda razón--, como un ámbito elitista, con una enorme mayoría de estudiantes provenientes de hogares de altos ingresos y además centralista y eminentemente capitalina. Este perfil está en un proceso de reversión, pero en sus grandes rasgos se ha mantenido, pese a hechos positivos en cuanto a sacar al Interior determinadas carreras y sedes regionales.
Irónicamente esta concepción “descentralizadora” no ha logrado aún que la Facultad de Veterinaria salga de Montevideo y del ámbito metropolitano, en el que está también la de agronomía, e incluso la nueva sede que se proyecta no se construirá en el Interior, sino precisamente en el casco capitalino.
Las críticas al Fondo de Solidaridad por los aportes que los egresados de la Universidad de la República, UTU y la Universidad Tecnológica están obligados a realizar a pesar de no estar ejerciendo la carrera que estudiaron, fueron puestas de manifiesto en el último Consejo Directivo Central (CDC) de la UdelaR. La molestia de los egresados era notoria y llevó a que se votara la conformación de una comisión que estudiará cómo se tributa y los gastos de administración, especialmente los sueldos de los gerentes, confirmó a El Observador el rector de esta casa de estudios, Roberto Markarian.
Markarian no solo estuvo presente en ese último CDC, sino que opina en una línea similar a la de los egresados. "Es cierto que está mal hecho (el mecanismo)", reconoció y agregó: "El hecho de que se haya votado en Rendiciones de Cuentas ha hecho que la contribución esté mal estructurada. Que solo dependa de la duración (de las carreras) y no de lo que la persona gane está mal. No puede ser".
Se entiende que hay un peso mal distribuido en la carga y el jerarca estuvo de acuerdo con un ejemplo que el delegado del orden de egresados del CDC, Federico Kreimerman, dijo al semanario Búsqueda. "(El Fondo de Solidaridad) no distingue entre profesiones, solo toma en cuenta la duración de las carreras, cuando está claro, por ejemplo, que un médico o un ingeniero no gana lo mismo que un egresado de Bellas Artes (carreras que tienen la misma duración)", indicó Kreimerman.
El rector indicó que se trata de "un impuesto" que está basado en una estructura solidaria. La diferencia con otras contribuciones también solidarias es que, en general, aportan más quienes ganan más "para un sistema que favorece especialmente a quienes ganan poco", según indicó. Por ese motivo considera que se debe revisar la forma de tributación de Fondo de Solidaridad.
Pero a pesar de creer que lo que aportan los egresados debe ser revisado --para eso la comisión conformada iniciará tareas esta semana--, el rector destacó que la finalidad del Fondo de Solidaridad contribuye con la UdelaR y ha permitido que miles de estudiantes puedan acceder a becas. "Son becas chicas pero muy extendidas. Abarcan el 25%-30% de la gente que tiene menos dinero del país. Ha sido muy positivo porque ha permitido que sean parte de la UdelaR. Nosotros no tenemos ninguna observación importante (en ese aspecto)", dijo.
Y aunque puedan cuestionarse algunos aspectos de la distribución de los fondos --pero no su destino--, en declaraciones a radio Carve Kreimerman dijo que "si se cumple con el presupuesto de la UdelaR ahí se podría sustentar un sistema de becas y sería innecesario el Fondo de Solidaridad", un elemento que comparte el rector Markarian, quien estuvo de acuerdo con ese planteo, aunque prefirió mirar lo que sucede actualmente, es decir que con el dinero que tienen asignado no pueden prescindir de lo que le otorga el Fondo.
"Si se nos diera todo lo que hemos pedido para el quinquenio podríamos, pero la realidad es otra. Y ahí terminó la discusión. Si nos dieran más, capaz que hasta sobraría", ironizó.
Es decir que según los egresados que reclaman y el rector, todos los uruguayos, aun aquellos que nunca pasaron por las aulas universitarias, como tampoco lo harán sus hijos y sucesivas generaciones, deberían aportar más en impuestos para financiar el funcionamiento de la Universidad, que ofrece carreras gratuitas aún para quienes provienen de familias con considerables fortunas.
Es que el perfil del estudiante universitario en el Uruguay es de origen de familia de clase media a alta, y en un porcentaje mayoritariamente montevideano, pese que hay más población en el Interior que en la capital.
Es que la gratuidad para el estudiante del Interior no existe como tal, aunque las becas son un paliativo para permitir que muchos que no podrían cursar estudios terciarios, puedan hacerlo. Están igualmente una situación diferente que la del joven capitalino, que no tiene que pagar alojamiento y sustentarse mientras estudia gratuitamente. Si el Fondo tiene defectos en la óptica de quienes lo sustentan --sin dudas que no es perfecto ni mucho menos este esquema solidario-- por lo menos es mejor que no tenerlo y de ser necesario, deberían introducírsele correctivos. Pero es delirante y sí absolutamente falto de solidaridad pretender que todos los uruguayos aportemos aún más para sostener este falso esquema gratuito, que bien podría financiarse por lo menos parcialmente haciendo que paguen los que sí pueden hacerlo.
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