Paysandú, Lunes 10 de Abril de 2017
Opinion | 09 Abr Al lanzar un ataque militar aéreo tan solo 77 días después de empezar su mandato, el presidente Donald Trump se encontró con una oportunidad de cambiar la percepción sobre desorden en su gobierno. Tan cruel como parezca, desde que una vez más las imágenes de hechos en Siria, que dan la vuelta al mundo, son devastadoras. Es imposible no afligirse y ser compasivos con un pueblo que sufre una guerra y la opresión de un régimen fatal. Adultos, niños y bebés afectados por un ataque químico, que según múltiples fuentes, fue realizado por el régimen de Bashar Al Assad, ni más ni menos que el propio presidente de Siria, con el respaldo del presidente ruso, Vladimir Putin.
El ataque también será un tema central para la reunión programada para esta semana entre el secretario de Estado Rex Tillerson y Putin; el primer encuentro cara a cara entre un líder ruso y un integrante del equipo de Trump desde que este entró a la Casa Blanca.
Antes del ataque contra una base aérea siria la noche del 6 de abril, supuestamente en respuesta al uso de gas sarín contra civiles en Idlib, una ciudad situada en el noroeste de Siria, capital de la gobernación de Idlib, bajo control rebelde, se esperaba que la reunión se centrara en la investigación de los ciberataques rusos y la presunta interferencia en las elecciones presidenciales estadounidenses a favor de Trump.
Pero la acción en Siria le da al nuevo gobierno de Estados Unidos la oportunidad de demandar que Putin --quien apoya abiertamente a Bashar al Asad, cuyo gobierno ha negado que el régimen sirio haya usado armas químicas-- impulse la salida del presidente sirio. De otro modo, la Casa Blanca amenazaría con expandir su acción militar de manera rápida.
Aliados de Estados Unidos tanto en Europa y Medio Oriente apoyan la reacción de Trump, pero en la interna, el presidente recibe críticas tanto de demócratas como de republicanos por actuar sin autorización del Congreso. Es que en ese año el presidente Obama pidió autorización para una intervención en Siria, pero el Congreso, de mayoría republicana, ni siquiera votó. Y Trump ya había señalado en su campaña que Obama debió actuar en 2013. Que es lo que acaba de hacer.
Algunos sostienen que la reacción rápida de Trump puede ser una perfecta distracción para la opinión pública tras sus primeros fallidos meses de gobierno.
Pero no está exento de riesgos su acción. El gobierno ruso indicó de inmediato que los bombardeos representan un “golpe significativo” a las relaciones entre Washington y Moscú. Los considera una violación de la ley internacional hecha bajo un pretexto falso.
Teniendo en cuenta que en Siria está la principal base militar de Rusia en el exterior, es poco probable que el presidente ruso Putin acceda ser parte de un acuerdo que amenace su influencia sobre ese país.
Hay otro riesgo para Trump por tomar acción contra Asad: que esto amenace su principal objetivo en la región, que es derrotar al Estado Islámico. Si Siria colapsa por falta de un líder se podría convertir en un bastión del terrorismo islamista, cambiando un terrorismo por otro peor.
El tercer riesgo para Trump es que no tenga plan alguno para promover la paz en Siria. Las negociaciones lideradas por Estados Unidos para crear un acuerdo político, de hecho, colapsaron. Y el presupuesto que presentó Trump prevé recortes a los mismos programas que darían alivio a los sirios desamparados, desplazados y amenazados que han sobrevivido seis años de guerra civil.
Más allá de los juegos políticos, hay un pueblo que sigue en un grave peligro. Siempre que se asoman vientos de guerra no pueden ser apoyados, aun cuando se sostenga que es para derribar al sanguinario presidente que mata a su propio pueblo. Pero hay que ser claros: no a la intervención bélica de Estados Unidos, pero tampoco de la injerencia y apoyo militar y logístico al régimen por parte del presidente ruso, que lejos está de ser trigo limpio.
La forma en que fue muerto Osama Bin Laden, sin necesidad de derramar más sangre inocente es un ejemplo de que se puede ir contra los malvados --término relativo obviamente porque para unos lo es, para otros todo lo contrario-- sin una guerra. Claro, vaya curiosidad, las acciones de los fabricantes de misiles subieron en Wall Street después del bombardeo estadounidense. De algo hay que vivir, decía el dueño de la funeraria recostado en la puerta de su empresa.
La población siria no la tiene sencilla. Aquí mismo en Uruguay, los refugiados sirios le dicen a todo el que quiera oírlo que el gobierno no les dio apoyo alguno, y piden que se les proporcione el dinero necesario para viajar al Líbano, país vecino de Siria, recostado al Mediterráneo.
Allá adonde vayan, los problemas parecen seguirlos. Y para quienes se quedaron en el país, la situación es tan difícil como no saber si habrá un mañana siguiente.
Pero el mundo parece no tomar demasiado en serio la lucha interna en ese país que día tras día aparece más devastado. Porque un presidente cruel en el gobierno lucha contra al menos dos facciones rebeldes que no tienen mucho de “buenos” revolucionarios. Por un lado, el Ejército Sirio de Liberación --el más cercano a Occidente-- y por otro el Estado Islámico de Irak y El Levante, simpatizante de Al-Qaeda, ¡mira qué nenes! Pero además, los rebeldes no solamente luchan contra el gobierno sino también entre sí.
Resulta muy poco creíble que Trump quiera meterse de verdad, de lleno, en esta lucha de todos contra todos. Más bien, parece que le vino como anillo al dedo --algunas muertes más o menos, parece que no importan-- para interrumpir las investigaciones sobre la influencia de Rusia en las elecciones. Putin podrá despotricar por los misiles en Siria, pero tampoco piensa en tomarse las cosas tan a pecho como para ir contra Trump, un casi amigo gringo.
Desde aquí, tan lejos --por suerte-- de las bombas y las muertes, no le damos mucha importancia al asunto. Hay otras cuestiones que ocupan nuestra uruguaya mente. La muy bienvenida de que finalmente se aprobó un IMAE para el Litoral Oeste, aunque ya el Sindicato Médico del Uruguay acusa a la Federación Médica del Interior de hacer lobby para torcerle el brazo al gobierno. Los precios de la Semana de la Cerveza, las ideas y venidas de los juegos saludables en Esperanza, cómo y a quién vender esa estructura que alguna vez fue el tercer horno para producir portland en Paysandú.
Nada que tenga que ver con la cruenta guerra, o la guerra de los políticos. Pero allá en Siria, la realidad no da tregua para otra cosa que no sea cómo sobrevivir un día más. Aunque del otro lado del mundo, su dolor, debería ser también nuestro dolor.
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