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Paysandú, Miércoles 19 de Abril de 2017

Con ganas de lío

Opinion | 15 Abr En la política, las formas tienen mucho que ver, hablan por sí solas. Así, internamente como de forma externa. Primero fue una lluvia de 59 misiles teleguiados Tomahawk contra una base aérea en Siria, en respuesta al ataque químico que tanto Estados Unidos como otros países aliados atribuyen al régimen dictatorial de Bashar al Asad y que mantiene a ese país en una guerra civil sin solución cercana desde 2011. Ahora, el nuevo objetivo fueron las fuerzas del Estado Islámico en Afganistán. El jueves, Estados Unidos utilizó su más potente artefacto no nuclear, conocida como la “madre de todas las bombas”, contra un complejo de túneles bajo control del grupo yihadista. A su vez, Washington lanzó una advertencia directa a Corea del Norte, al afirmar que el gobierno de Pyongyang es “un problema que será atendido”.
Con esto, el presidente estadounidense Donald Trump se encargó de aumentar la tensión internacional y de demostrar que sus modos en política exterior se diferencian de su predecesor, Barack Obama, que --si bien tiró 20.000 bombas en siete países diferentes en el último año de su gobierno-- trató de cuidar sus acciones y de no tomar decisiones que perjudicaran las relaciones con Rusia y China. También demostró el mandatario de Estados Unidos que tampoco tiene muy en claro qué visión tiene para Siria o para Corea del Norte. Por ejemplo, hace dos semanas no creía que fuera necesario un cambio de régimen en Damasco, mientras en la actualidad reclama la salida de Al Asad.
Atender los asuntos de Siria --la oposición al gobierno reclamaba hace rato algún tipo de intervención--, de Corea del Norte e incluso de Venezuela bien cabe en un país como Estados Unidos, si es de forma diplomática, mejor, sin dudas. Así como ponerle freno a una Rusia indolente y con visos autoritarios. Pero hacerlo sin una planificación, como es el caso de Trump, es jugar con fuego y no hace más que alterar los nervios mundiales. De acuerdo con una entrevista publicada en Fox Bussiness y consignada por El Observador, el presidente estadounidense decidió atacar Siria luego de cenar, mientras comía una torta de chocolate. “Estaba sentado en la mesa, habíamos terminado de cenar (junto al mandatario chino Xi Jinping) y en ese momento estábamos comiendo el postre, era la torta de chocolate más bonita que jamás hayas visto”, contó Trump.
Ese ataque con misiles que Estados Unidos realizó la semana pasada contra una base aérea de Siria --que fue usada para llevar a cabo un ataque químico con gas sarín en la localidad de Jan Sheijun, que dejó casi un centenar de muertos-- destruyó aproximadamente un quinto del poderío aéreo del gobierno de Al Asad, de acuerdo con el secretario estadounidense de Defensa, Jim Mattis. La Casa Blanca advirtió a Siria que el ejército estadounidense podría volver a actuar como represalia si se registran más ataques con armas químicas o bombas de barril. “Si arrojan gas a un bebé o lanzan una bomba de barril contra gente inocente, habrá una respuesta de este presidente”, aseguró el vocero de Trump, Sean Spicer, en un mensaje directo para al Asad.
En tanto, el jueves la bomba no nuclear más potente de Estados Unidos destruyó un bastión del grupo yihadista Estado Islámico en el este de Afganistán y mató a al menos 36 de sus combatientes, indicó el gobierno afgano, que descartó víctimas civiles. El Pentágono difundió un video del lanzamiento de la bomba Moab, considerada como la más poderosa desde Hiroshima. En las imágenes se observa la caída de la bomba y la humareda provocada por la explosión en el terreno accidentado. El bombardeo no solo dañó instalaciones del Estado Islámico en el país, sino que también envió una señal a los insurgentes talibanes, mucho más numerosos en Afganistán, antes del inicio de su ofensiva de primavera.
La bomba, lanzada desde un avión de transporte MC-130, pesa 9,8 toneladas y tiene una potencia equivalente a la de 11 toneladas de TNT. Se diseñó inicialmente para intimidar al enemigo y despejar grandes áreas. La explosión del jueves retumbó en varios kilómetros a la redonda y envolvió en llamas la zona del impacto destruyendo, según las autoridades locales, una red de cuevas y túneles subterráneos que los yihadistas habían minado para impedir un asalto de tropas terrestres.
En este contexto, Trump acaba de advertir a Corea del Norte y lo consideró una piedra en el zapato que deberá ser atendido tarde o temprano. “Corea del Norte es un problema, y un problema que será atendido”, dijo el presidente en medio de las especulaciones sobre una nueva prueba nuclear de militares norcoreanos. Trump ha dicho en repetidas ocasiones que evitará que Pyongyang desarrolle un misil nuclear capaz de alcanzar Estados Unidos. Además, Washington ordenó recientemente el envío de un grupo naval a la península de Corea para hacer una demostración de fuerza.
Todas estas movidas han sido realizadas de forma unilateral y de manera impulsiva, sin una visión estratégica, lo que es muy preocupante. Lo que sucede en Siria es muy grave y el demente del dictador que tiene Corea del Norte genera todo tipo de inquietudes. Nadie duda de eso. Pero lo que hace Trump, salir a bombardear sin ton ni son, es lo más contraproducente que hay en política exterior, cosecha enemigos, genera desconfianza y pone con los pelos de punta al mundo entero.


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