Paysandú, Jueves 20 de Abril de 2017
Opinion | 13 Abr En los últimos años nuestro país ha sufrido los efectos del cambio climático, con expresiones claras en fenómenos bastante más extremos de lo habitual, como turbonadas, lluvias intensas e inundaciones que generan problemas a las personas y las actividades productivas, económicas y sociales. Evidentemente, es un asunto para tomar muy en serio y, fundamentalmente, ocuparnos desde nuestro lugar de ciudadanos.
Sin embargo, en 2016 fueron detectadas carencias importantes en cuanto a la prevención de estos episodios, existiendo desconocimiento acerca de cómo responder. Algunos hechos parecen dar la pauta de que no estamos preparados para reaccionar con la eficiencia necesaria a fenómenos naturales; falta tomar conciencia respecto a los riesgos que implican, o bien las estrategias de comunicación del riesgo no son las adecuadas.
A nivel público existen ámbitos de coordinación entre las instituciones para la gestión de riesgo de desastres en Uruguay, como el Sistema Nacional de Emergencias (Sinae) creado en 2009 con la finalidad de proteger a las personas, los bienes y el medio ambiente de fenómenos adversos que deriven, o puedan derivar, en situaciones de emergencia o desastre. Si bien adquiere protagonismo durante la etapa de atención a las emergencias, el Sinae trabaja en todas las fases de la gestión integral del riesgo: antes de las emergencias llevando a cabo tareas de prevención, mitigación y preparación, y después, coordinando acciones de rehabilitación y recuperación.
Asimismo, instituciones públicas como las intendencias, la Administración Nacional de Educación Pública y la Universidad, entre otros, han desarrollado protocolos de actuación ante situaciones de riesgo climático, con especial atención a alertas naranja y roja, aunque no siempre son eficaces y pueden ser mejorados.
Por otra parte, también se producen situaciones incomprensibles de exposición al riesgo por los ciudadanos. Un caso reciente fue el protagonizado por un grupo de personas que participaban en una competencia de canotaje en el río Cuareim y debieron ser rescatados en un operativo de emergencia, mediante un helicóptero de la Fuerza Aérea. En este caso, la comunicación del pronóstico de lluvias intensas para el fin de semana había sido realizado en tiempo y forma por las autoridades. El Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet) publicó en su portal web un informe especial con las perspectivas del tiempo, que advertía sobre precipitaciones en todo el país para el domingo 9 de abril, con valores promedio de 50 mm en todo el territorio nacional y valores mayores en zonas puntuales.
En Artigas, no obstante, un grupo de 22 personas inició el domingo una travesía de canotaje por el río Cuareim. Testimonios de algunos participantes dan cuenta que sabían que iba a llover, aunque no esperaban que fuera tanto. El caso es que cayeron 180 milímetros y el río creció rápidamente. Terminaron a la intemperie, trepados a los árboles, con pérdida de canoas y equipos, padeciendo el frío –varios al borde de la hipotermia--, sin saber muy bien dónde estaban ni cómo salir de ese lugar y varios de ellos sin posibilidad de comunicarse al haberse mojado sus celulares.
Conocida esta situación y en medio de condiciones adversas de vuelo, se dispuso la partida de un helicóptero de rescate. Una vez en Artigas estuvo a la espera de una “ventana meteorológica” para dirigirse al punto de extracción, en una zona ubicada aproximadamente a 50 kilómetros de la capital departamental. A las 17, el helicóptero realizó la primera extracción de seis personas y luego ubicó a otras que se encontraban en buen estado en una estancia de la zona. Al caer la tarde, el helicóptero de rescate visualizó a una víctima aislada que se encontraba en lo alto de un árbol, siendo rescatada por sistema de grúa y derivada al aeropuerto de Artigas, donde personal de los móviles de emergencia locales se encontraban para su posterior traslado a un centro médico.
En tanto las fuerzas vivas atendían otras situaciones de emergencia –aún hay unos mil evacuados y autoevacuados en Artigas--, el rescate de los participantes de la competencia de canotaje fue exitoso a pesar del mal tiempo en buena parte de ese día, lo que seguramente demandó de la pericia de los rescatistas para trabajar bajo estas condiciones.
El prosecretario de Presidencia y director superior del Sistema Nacional de Emergencia, Juan Andrés Roballo, escribió en Twitter que gracias a la Fuerza Aérea, el Ejército, la Prefectura Nacional Naval y “una gran movilización de recursos”, 22 personas que zarparon sin condiciones para hacer la “travesía del Cuareim”, en Artigas, y quedaron aisladas, “están a salvo”. Y luego exhortó: “Desde el Sinae llamamos a la responsabilidad para tener unas vacaciones disfrutables, sin exponerse a situaciones de riesgo previsibles”.
“Con una alerta naranja no se puede salir a hacer canotaje porque el riesgo es muy alto. Queremos llamar la atención, sin generar alarma, para que tengan especial cuidado”, dijo Roballo. Y tiene razón. Los ciudadanos tenemos una responsabilidad respecto al manejo de las situaciones de riesgo de las cuales se ha advertido públicamente. Y en todo caso, el sentido común sigue siendo el mejor de los sentidos en este tipo de casos.
Es necesario seguir trabajando para incorporar el enfoque de la gestión de riesgo en las dinámicas cotidianas, brindar a la población la posibilidad de tomar decisiones informadas y mejorar los aspectos comunicacionales de la gestión del riesgo de forma de anticiparse y tomar decisiones en tiempos de calma, única forma en que realmente podamos sentirnos y estar más seguros.
Más allá de mejoras en los medios de comunicación de advertencias meteorológicas que tiene previsto desarrollar el gobierno, como una aplicación para teléfonos móviles para que este tipo de desastres naturales sean comunicados en tiempo real a la población, y de la incorporación de recursos tecnológicos y humanos que son necesarios, es importante el papel de la responsabilidad individual que como ciudadanos tenemos cada uno de nosotros con nuestro propio bienestar y el de las personas que están bajo nuestro cuidado.
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