Paysandú, Domingo 23 de Abril de 2017
Locales | 16 Abr NI PERSEGUIDOS (AHORA),
NI (TAN) ESQUEMÁTICOS
El riesgo de razonar en base al método que coloca en forma exclusiva principios y valores morales y sociales en una sola fuerza política es un error que el Frente Amplio no cometió en origen, cuando nos fundamos casi medio siglo atrás, como una alianza política y social diversa. Si bien el movimiento de los trabajadores organizados no integró antes ni ahora formalmente la coalición, resulta que la fortaleza principal tanto del Frente Amplio como de su gobierno nacional continúa permaneciendo en los sindicatos y central obrera.
Uruguay aparece en el contexto regional y mundial como una nación donde las grandes mayorías aceptan convivir en medio de la diferencia de intereses y opiniones. Esto a pesar de crímenes horrorosos cometidos durante la dictadura cívico-militar, que si bien no fueron dirigidos en exclusividad contra el Frente Amplio, lo tuvieron como protagonista obligado. El Frente Amplio no necesita agitar que fue perseguido hasta intentar hacerlo desaparecer (*).
En cuanto a la crítica de que predomina una concepción esquemática de pensamiento como guía del accionar del Frente Amplio, bastaría recordar que ha sido la población trabajadora de la nación la que lo cultivó e hizo crecer –hasta lograr el gobierno nacional en tres oportunidades continuas– la semilla que plantamos junto a Seregni el 5 de febrero de 1971, en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo. No existe argumentos dialécticos probatorios objetivos que muestren que el movimiento organizado de los trabajadores uruguayos, ni tampoco el Frente hayan guiado su accionar en la venganza y/o la persecución de otros, incluida la oficialidad, que en su momento obró como brazo ejecutor de intereses ajenos a la nación y a las grandes mayorías sociales.
No ha predominado en nosotros un pensamiento esquemático ni el resentimiento. Los grandes movimientos sociales y políticos que procuran en la región superar al sistema capitalista –concentrador de propiedad y medios de cambio–, ha logrado estabilizar –obviamente, no sin dificultades– a la nación ecuatoriana, conquistando hace pocas horas, en forma legítima, el tercer gobierno nacional para el Movimiento País con la presidencia de Lenin Moreno.
Venezuela procesa su transformación de forma crítica, en lucha social de intereses de clase antagónicos. Desde dentro y fuera no pocos apuestan a conducir el enfrentamiento a una guerra civil que, de paso, obre como sabotaje al buscado proceso de paz en la vecina Colombia. En Venezuela se apuesta a quebrar las FFAA, dividirlas, enfrentarlas con la población. Una fórmula perimida que los militares se guardaran –creemos– de repetir como experiencia nefasta ya fracasada en América Latina.
Es posible que a veces, quizás, caigamos en razonamientos esquemáticos que conducen a errores. Uno de los más graves es el de menospreciar la inteligencia social, despreciar la crítica, lamentarnos de que la sociedad no nos comprende. En definitiva, caer en el pecado de la soberbia o petulancia, supuestamente intelectual. Cierta tendencia nacional a analizar el proceso social desde sus aspectos trágicos, desiguales, sin avistar el curso social histórico de conjunto. Percibir, por ejemplo, como rompimiento de fuertes vínculos que nos unen a la nación bolivariana, lo que no es mucho más que excesos de hojarasca dentro del proceso continuo de crisis de crecimiento en la construcción de los movimientos nacionales, democráticos y transformadores que continuarán conmoviendo y transformando la región y el mundo.
Nos congratulamos que el articulista de EL TELEGRAFO recuerde el juicio realizado por el general (R) Líber Seregni en su intervención del 5 de febrero de 1996 cuando afirmó: “Debemos medir cuidadosamente nuestros errores, como única forma de superarlos y de marchar por la buena senda. Porque no es la derecha la culpable de nuestros errores, sino nosotros mismos. El otro elemento tiene que ver con la necesidad de coherencia y de consistencia de nuestro Frente Amplio para ser contundente en la acción política. Y esto requiere, de todos y cada uno de nosotros una posición unitaria con respecto a los objetivos que perseguimos, un colocar, por supuesto los intereses comunes, los del país y los del Frente, por encima de nuestros propios intereses, o de nuestro sector”.
Estamos obligados a avanzar de coalición y movimiento a partido –entiendo que esto nos reclamaba Seregni– ahora más necesario que en 1996, cuando éramos oposición. Un partido con plena libertad de tendencias, de debates, centralizado, concentrado en aplicar sus resoluciones. No es, por lo tanto, ni el Partido Nacional ni otros partidos los responsables de nuestros errores ni menos aún de nuestros olvidos cuando dentro de un mes (6 de mayo) continúa el VI Congreso Rodney Arimendi, en las instalaciones del Palacio Peñarol. Sucede demasiado a menudo que nuestros compañeros –por ejemplo, en la oratoria del acto en Las Piedras, el pasado 26 de marzo– ignoran resoluciones de los organismos de conducción del Frente Amplio sobre política internacional (Venezuela u otras), sobre documentos “Principios y valores compartidos” aprobados en la primera sesión del VI congreso, tanto como las profundas y variadas propuestas aprobadas a ser incluidas en el proyecto de nuevo Constitución de la nación. Objetivo pendiente sobre el que se teje un manto oscuro.
¿De qué hablan nuestros compañeros, entonces? Se habló, por ejemplo, de la equidad de género en el uso de la tribuna el pasado 26 de marzo. ¡De acuerdo! Ahora, un objetivo justo no deberá permitir que en el futuro se transforme en taparrabos para ignorar decisiones orgánicas, muchas veces trabajosamente elaboradas. Con intención, o sin ella, se coloca al Frente Amplio como espectador de los acontecimientos, exclusivamente “difundiendo logros” del gobierno nacional, cuando el compañero Presidente ha convocado, cuando Tabaré Vázquez necesita una fuerza pujante, con iniciativas, propuestas, mucha audacia, que no caiga en el conformismo con lo ya logrado y asumido por la sociedad.
Raúl Campanella
(*) Referencia a la nota editorial “Esquemáticos y perseguidos” de la edición del 5 de abril 2017 de EL TELEGRAFO
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