Paysandú, Lunes 24 de Abril de 2017
Deportes | 18 Abr Señor director:
El 27 de marzo el "Pibe" Bell, aunque no se sentía muy bien, le dijo a su inseparable compañera de los últimos 50 años y madre de sus ejemplares hijos “preparame el bolso, que tengo ganas de jugar un partido. Me voy caminando despacito y cuando llegue al club te llamo”. La llamó y le avisó que había llegado bien.
Como todos los días de los últimos 70 años, se metió en el vestuario y se puso el equipo de tantas gloriosas batallas. Entró a la cancha, su cancha, su templo, al que don Juan Pesce, inolvidable presidente del Centro Pelotaris y su mentor, había hecho construir como un visionario para que el "Pibe" la cargara de gloria y la hiciera conocer en el mundo de la pelota, de América y de Europa.
Y cual épico guerrero, que lo fue, empuñando el arma que era la prolongación de su brazo --la paleta con la que generaba milagros-- se aprestó a disputar su última batalla.
Cuando faltaba un punto para terminar el partido, que por supuesto ganó, como era su costumbre; ganó magistralmente el último tanto de su vida. Ni piensen que se iba a ir derrotado. Festejó, y se metió en la inmortalidad, a abrazarse con su gran compañero Nery González “Gonzalito” (eran como el arco y el violín), y su gran rival el "Perro" César Bernal.
Habían quedado muchas revanchas por definir.
El "Pibe" nació para la paleta. Le interesaban poco los otros deportes. Se enamoró de ella a los 5 años de edad cuando el gran "Pirulo" Rotundo lo trajo al Pelotaris y le dio las primeras clases.
Y a partir de allí comenzó su legendaria carrera, colmada de hazañas inigualables como los múltiples campeonatos nacionales obtenidos en la mayoría de los trinquetes del país, varios torneos mundialistas (solo derrotado en reñidas finales por los imbatibles profesionales argentinos, siendo él amateur, en Francia, España y México) y un hazañoso campeonato sudamericano conquistado en la propia Buenos Aires, hazaña que antes y después de él nadie ha podido lograr. E infinidad de otros títulos que escapan a mi memoria.
A los 11 años de edad fue llevado a Montevideo para que los pelotaris de la capital lo conocieran. Fue tal la admiración que despertó que empezaron a transmitirse lo que jugaba ese pibe venido de Paysandú. Y de allí le quedó grabado para siempre el apodo que elevó a las máximas alturas de su querido deporte.
Si no hubiera existido el "Pibe" Bell, el trinquete del Centro Pelotaris apenas sería conocido por algunos pocos aficionados locales y sería simplemente un espacio para practicar algo de deporte. Pero por el "Pibe" Bell, fue un trinquete con mayúscula conocido en todo el mundo de la pelota. El "Pibe" lo llenó de gloria y nunca defendió a otra institución. Solo se puso la camiseta de los vascos y la celeste. Decir Luis Bell era, en todo el Uruguay y gran parte de Argentina, decir Centro Pelotaris Paysandú.
Sin embargo, increíblemente y por esas míseras e inexplicables decisiones de los hombres --que jamás entenderé-- el trinquete del Pelotaris no lleva su nombre.
¿Alguien podría imaginar que ningún estadio de tenis de Suiza lleve el nombre de Roger Federer? ¿Y lo mismo con Rafael Nadal en España?
Sin embargo, algunos dirigentes en Paysandú asumieron esta imperdonable y absurda mácula.
Quede muy claro que esto no va en absoluto contra el gran jugador y bellísima persona que recibió la distinción de lucir su nombre en el trinquete. Por supuesto que tiene sus grandes méritos. Pero para ese trinquete solo había un nombre. Sin competencia.
No ponerle su nombre a la cancha que tanto le debía no fue una simple omisión. Fue una alevosa cachetada ¿y cómo reaccionó el "Pibe"? Como los grandes, como lo que era. Ni un comentario, ni un reproche, ni una queja. Se lo guardó para él.
La vida me dio la oportunidad hace algún tiempo de decirle personalmente esto que digo ahora. ¿Y saben qué me contestó? Que la cancha debería llevar el nombre de don Juan Pesce, que fue quien la hizo construir. Hasta en eso su grandeza y humildad.
Quizás su muerte dentro de su cancha, sin siquiera salir de ella como les ha pasado a otros, en un hecho inédito solo comparable al de Abdón Porte para quienes somos hinchas de Nacional, tuvo algo que ver con esa amargura guardada en su corazón.
Fue como gritarle al mundo: "No importa que nombre lleve esta cancha. Para quitármela, solo muerto".
Y se recordará eternamente: aquí, en esta cancha, nació a la vida deportiva el "Pibe" Bell, y aquí terminó su vida, sin abandonarla.
Ya caducó el tiempo para hacer justicia humana con el "Pibe". Pero aún hay tiempo para hacerlo con su familia, su gran compañera, sus hermosos hijos y su querido hermano, que merecen ver este acto de estricta justicia que consistirá en designar con el nombre de Luis "Pibe" Bell al trinquete del Centro Pelotaris Paysandú.
La gran persona cuyo nombre ostenta el trinquete va a ser el primero en aprobarlo.
Saludo al Sr. director muy atentamente, Dr. Miguel Costa.
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