Paysandú, Martes 25 de Abril de 2017
Opinion | 25 Abr Más allá de algún resabio de optimismo en mandatarios del Cono Sur, como es el caso de Mauricio Macri, quien ha indicado que en el curso de este año se podría suscribir un tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, el estado de postración del acuerdo regional no da mucho paño para acompañar esta visión, salvo que el jefe de Estado esté manejando elementos que sean desconocidos aún para los más entusiastas partidarios y conocedores del bloque.
Hace pocos días el mandatario de la vecina orilla afirmó que el Mercosur tiene "la firme intención de firmar un acuerdo con la Unión Europea (UE) durante el segundo semestre de este año", al tiempo que dijo que en su próxima visita a Washington buscará "temas" con el presidente de los Estados Unidos para "mejorar mucho" la relación bilateral.
"Tenemos la firme intención de firmar un acuerdo entre el Mercosur y la UE durante el segundo semestre de este año", afirmó el mandatario en una entrevista con el diario suizo Neue Zürcher Zeitung, y acotó que el Mercosur quiere "avanzar" hacia "la alianza del Pacífico", compuesta por Chile, Colombia y México, aunque reconoció que no es un objetivo de corto plazo ya que, asumió, "el proceso puede demandar un par de años".
En tanto, en estos días el Mercosur y Canadá reactivaron las conversaciones sobre un posible acuerdo comercial, a lo que se había comprometido Argentina poco antes de asumir la presidencia temporal del bloque, en ocasión de la visita a Buenos Aires del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, en noviembre.
Pero claro, el Mercosur, en tanto ha sido más un ámbito para frustraciones que para realizaciones, no solo ha fracasado desde el punto de vista del comercio, la integración y la complementación económico-productiva de la región, sino que con el advenimiento al poder de gobiernos de izquierda se transformó en el período reciente en un club de presidentes amigos, en el que como reconociera y proclamara el expresidente José Mujica, lo político prima sobre lo jurídico, y así nos ha ido, a partir sobre todo de la “suspensión” por motivos ideológicos de Paraguay para que entrara por la ventana la Venezuela de Chávez.
Una puesta al día de la relación entre los países del Mercosur, actualmente en stand by, surge del reciente Informe de Integración Económica (ISIE N°4) titulado “La crisis del Mercosur en 2016” elaborado por el Dr. Ignacio Bartesaghi, director del Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay.
En su evaluación, el experto en temas internacionales observa que es la primera vez desde la constitución del Mercosur, que se observa una crisis de la dimensión de la atravesada por el bloque en 2016. “La misma está fundamentalmente asociada a Venezuela (recordemos: miembro pleno por decisión de todos los Estados parte, dado que hasta el propio Paraguay aprobó finalmente su ingreso al bloque), que enfrenta desde tiempo atrás una crisis institucional, política, social y económica”. Reconoce que paralelamente, a nivel regional se concretaron cambios que impulsaron nuevos vientos en el Mercosur, especialmente por la nueva impronta otorgada por el presidente Macri al proceso de integración. Este contexto fue potenciado aún más con la asunción de Temer como presidente de Brasil, indica, a la vez de evaluar que los cambios favorecieron al Mercosur en cuanto a la necesidad de volver a poner foco en los asuntos económicos y comerciales, que habían quedado de lado en los gobiernos anteriores.
De todas formas, los intereses políticos sobrepasaron una vez más a los económicos y comerciales, ya que las diferencias sobre cómo gestionar la crisis de Venezuela, llevó a que el Mercosur ingrese en una parálisis inédita, profundizando aún más con el ingrediente político la inacción y frustración desde el punto de vista de la integración económica.
Coincide en que “el ingreso de Venezuela al Mercosur no puede ser analizado desde una óptica jurídica, ya que lamentablemente, todas las decisiones tomadas desde 2005 en adelante (cuando el país sudamericano decide alejarse de la Comunidad Andina), refieren a asuntos políticos e intereses de Brasil, más que al resultado de un análisis serio sobre los beneficios que tendría el ingreso de dicho país al proceso de integración”.
Como resultado, no debe llamar la atención que el grupo de trabajo conformado por el Protocolo de Adhesión de Venezuela al Mercosur no cumpliera con los cronogramas inicialmente previstos, además de que sus informes --en algunos casos críticos sobre el nivel de incorporación de normas de Venezuela-- no fueron tomados en cuenta por los estados miembro, a los que solo les interesaba sumar la “revolución bolivariana” al Mercosur en el menor tiempo posible, para completar el círculo de países izquierdistas “de vanguardia” de sudamérica.
Así, los miembros fundacionales del bloque aprovecharon la suspensión de Paraguay –que ellos mismos inventaron-- del Mercosur para dar ingreso pleno a Venezuela, desconociendo la falta de un instrumento de ratificación. Como es sabido, un año después de la suspensión, Paraguay es aceptado nuevamente en el Mercosur y en 2014 ratifica el mencionado protocolo, lo que le otorga a Venezuela el pleno ingreso al esquema de integración.
La decisión tomada en su momento por Argentina, Brasil y Uruguay, que se resume con la expresión del expresidente Mujica sobre que “lo político está por encima de lo jurídico”, fue el principio de una larga crisis que perdura hasta el presente y que entre otros impactos, generó que en 2016 el Mercosur atravesara una parálisis que se extiende hasta hoy debido a la crisis generada a partir del traspaso de la presidencia pro témpore, un aspecto formal polémico que no fue debidamente dilucidado, y que si bien no hace a la esencia del funcionamiento del bloque, sí es indicativo de cómo van las cosas, a lo que se agregan aspectos como el incumplimiento en el nivel de incorporación de las normas del Mercosur por Venezuela, hecho que tuvo que ser observado y reclamado por las anteriores administraciones.
En definitiva, un debate de fondo es determinar qué Mercosur se quiere. Si uno de a cuatro o uno de seis miembros con Venezuela y Bolivia. Para eso, deberá analizarse si existen en dichos países intereses más allá de los gobiernos de turno en participar activamente, y cómo. Ya desde antes de la presidencia pro témpore de Uruguay fueron relanzadas las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea, que si bien mejoraron por el cambio de posición de Argentina, siguen enfrentando serias dificultades ahora desde el lado europeo, y porque hay rebrotes proteccionistas que agregan tensiones a las de por sí ya dificultosas negociaciones.
Pero a la vez, mientras ha resultado imposible por los bilateralismos de Brasil y Argentina alcanza acuerdos con otros bloques pese al cuarto de siglo de funcionamiento del Mercosur, tampoco en lo interno se alcanzó el objetivo integracionista.
Debido a la dinámica que ha adquirido el comercio internacional y a las cada vez mayores desventajas arancelarias enfrentadas por Uruguay por el estancamiento de la agenda externa del Mercosur, nuestro país debería reformular su pertenencia en el proceso de integración, con posibilidades de abordar relacionamientos bilaterales, a la espera de que algún día se logre por lo menos concretar algún acuerdo con la UE o algún otro bloque, para salir de esta parálisis agobiante.
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