Paysandú, Miércoles 26 de Abril de 2017
Opinion | 26 Abr El Pit Cnt ha mostrado su preocupación por la creación de nuevas fuentes de trabajo, ante las dificultades que presenta la reinserción laboral de un sector de la población con escasa capacitación tecnológica o el denominado “valor agregado” de la mano de obra, que en ocasiones proviene de otros países de la región o Europa.
Los números son claros y, además, oficiales: el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) presentaba en 2015 un panorama que no varió en los últimos dos años. De un total de dos millones de uruguayos mayores de 30 años, más del 30% --o sea uno de cada tres-- tiene Primaria completa como máximo nivel educativo, al tiempo que un 25%, tiene Secundaria incompleta. Paralelamente, la proporción de jóvenes entre 14 y 20 años que asiste a un centro de enseñanza es inferior al 60%, y en la mayoría de los casos han señalado a la falta de interés como el factor para su desvinculación del sistema educativo.
Esta realidad prende las luces de advertencia y apunta a otro factor social, como las dificultades que presenta su inserción en el mercado laboral. En comparación con la región, Uruguay sostiene un nivel de desempleo equilibrado, pero es la variable de ajuste que reafirma la brecha de desigualdad que aún no se ha solucionado, a pesar del paso de las generaciones y los cambios de gobiernos.
Es que nuestra población se ha caracterizado por un despertar lento ante nuevas realidades impuestas por las tecnologías de la información o novedosos segmentos de desarrollo industrial y han salido, sobre la hora, a buscar ámbitos que permitan la concreción de cursos de capacitación. Si bien no se trata de una lectura lineal, la realidad está plagada de ejemplos con grupos de personas que mantienen niveles de educación terciarios y bajos porcentajes de desempleo, con otros sectores de la población que mantienen dificultades para acceder a un mercado de trabajo que cada día exige tecnificación. Paralelamente, la informalidad actuará como otra variable comparativa en los trabajadores que cuentan con pocos años dentro del sistema educativo porque el peso de la informalidad se eleva al 40% en este colectivo.
Y la realidad local no es diferente. De hecho, la Mesa Interinstitucional de Políticas Sociales (MIPS) alertaba de esta situación departamental en 2014. Los datos relevados demostraban que unos 9.000 jóvenes estaban desvinculados del sistema o tenían Primaria como máximo nivel educativo, al tiempo que el 40% del total de la población sanducera llegaba solo al nivel escolar. El promedio educativo entre 15 y 65 años es de 7,9 años, es decir Primaria y menos de dos años de Ciclo Básico. En ese entonces, la mesa que conforman autoridades de diversos niveles educativos, se cuestionaban las bases de formación que recibía ese capital humano y el tipo de empleo al que accederá.
El jefe de la Oficina Territorial del Ministerio de Desarrollo Social, Ricardo Fleitas, analizaba en EL TELEGRAFO que “seguramente será un subempleo o tendrá dificultades para sostenerlo, le pagarán poco o será zafral”. La educación da “la pauta del perfil del capital humano que tiene Paysandú, por eso hablamos de desarrollo social”, y ya se comenzaba a plantear la necesidad de conformar emprendimientos autogestionados o la formación de cooperativas como una salida posible al problema del empleo
En forma paralela, se ha institucionalizado la estrategia de la “cultura del trabajo” y el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, planteó un plan hasta el 2020 con la vinculación estrecha entre educación, capacitación y la adquisición de habilidades, enmarcadas en un proceso cultural que ayude a elevar la mirada en la calidad productiva con el aporte empresarial en la innovación y gestión. La realidad demográfica del territorio uruguayo, la universalización de la educación y el trabajo, las mayores expectativas de vida y la creación de nuevas legislaciones sociales enfocadas al género, seguridad social o cuidados, deberían actuar como fortalezas en el marco de una serie de debilidades regionales. Sin embargo, según la Encuesta Deloitte efectuada a fines de 2014, el sector empresarial ubica a la gestión de recursos humanos como el desafío más importante y en la consulta anual de la Unión de Exportadores del Uruguay, afirmaba en aquel año que el 70% de los consultados, encuentra dificultades para la contratación de personal con educación media o para el desempeño de tareas de alta calificación.
El contexto regional y global obliga a las empresas del medio a adecuarse, aumentar sus producciones y concretar inversiones que requieren de personal calificado en diversas áreas y el Ejecutivo nacional es consciente de ello, en tanto el presidente Vázquez y sus ministros insisten en la captación de nuevos negocios e instalación de inversiones. El desafío constante es el reconocimiento a las dificultades que presentan los recursos humanos con escasa especialización, en un país que –además-- es caro para producir.
Además, no se ha logrado convencer a un segmento de la población que las bases para un mejor desarrollo personal y salida de sus condiciones de vulnerabilidad se basa en la estrategia estudio-trabajo, al tiempo que se sostiene el discurso basado en los años transcurridos de desigualdades, con el aporte y apoyo de los planes sociales.
El tejido social y familiar se ha desvirtuado y cambiado sus referentes, pero no es posible un avance hacia la tan mentada “construcción de ciudadanía”, si las prédicas permanecen incambiadas. Más allá del rédito político que aportan determinadas arengas, con el paso de los años observamos que resultan perjudicial es porque impiden la corrección de errores y la evolución personal de los colectivos que sostienen dificultades de accesibilidad al trabajo, en tiempos de exigencias.
Los obstáculos permanecen en las personas de mediana edad y en el Seguro de Desempleo, cuyo panorama de oferta y demanda se presenta incierto. Uruguay tiene todo para competir en las “grandes ligas”, no obstante, los cambios culturales tardan en llegar para la transformación de dinámicas que responden a otras épocas y formas de producción. Ahora el viento cambió y la geografía de aliados que antes parecía cercana, extendió sus horizontes más allá de lo imaginable, con la complejización de los procesos que requieren políticas a largo plazo y que trasciendan los gobiernos. Sin embargo, la autorreferencia constante y la creencia en la refundación conspiran con los resultados que merecen las nuevas generaciones.
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