Paysandú, Jueves 27 de Abril de 2017
Opinion | 21 Abr Muchos descubrimientos y buena parte de los avances tecnológicos en la historia de la humanidad han estado asociados a la investigación, a la rutina del ensayo y error, así como a la casualidad. Incluso grupos de investigadores trabajando en aras de determinado objetivo, aún con resultados que no han colmado expectativas, han encontrado por azar soluciones a interrogantes que desde siempre habían intrigado a los científicos.
Los ejemplos abundan. Así se descubrió en su momento la penicilina, al igual que muchos materiales y elementos que hoy son de uso extendido. Por regla general, los descubrimientos científicos exigen un largo proceso de pensamiento, reflexión, experimentación y desarrollo para tener éxito. Sin embargo, hay ocasiones en las que el famoso ¡eureka! (“lo encontré”) de Arquímedes no se da y en cambio asoma una sensación de fracaso que sin embargo es el eureka involuntario para otros caminos.
La penicilina fue descubierta --accidentalmente-- por Alexander Fleming, que cambió la medicina moderna y salvó miles de millones de vidas en distintas circunstancias. Aunque, al decir del propio científico: “No inventé la penicilina, la naturaleza lo hizo. Yo solo la descubrí por casualidad”. Igual camino se dio con descubrimientos como el microondas, que Percy Spencer inventó sin querer, cuando notó que una barra de chocolate que tenía en su bolsillo mientras trabajaba con un magnetrón se había derretido. Años más tarde se creó el horno microondas, basado en este principio.
Otros descubrimientos de este tipo fueron el velcro, el teflón, el caucho vulcanizado, la Coca-Cola, la radioactividad, los edulcorantes, el supercemento (cianoacrilato), los rayos-X, el acero inoxidable, y hasta el viagra y el plástico.
La observación de fenómenos naturales y su reproducción a través del ensayo también se inscribe en esta línea de avances tecnológicos y descubrimientos, pero la regla, sobre todo en el mundo moderno, es la investigación aplicada, el ensayo y error sobre determinados parámetros en aras del objetivo, para lo que además de la capacitación técnico-científica de los protagonistas se requiere del incentivo de la rentabilidad o costo-beneficio de lo que se busca.
La investigación se sustenta sobre disponibilidad de recursos humanos y materiales de las empresas y muchas veces se requiere el apoyo del propio Estado. Lo que es ya un reto muy significativo para las naciones desarrolladas y de economías poderosas, mucho más lo es para países como Uruguay, al punto que hay ámbitos en los que no se actúa sobre condiciones propias sino que se utiliza la experiencia y las innovaciones que se han obtenido en el marco de investigación y experiencia en países o regiones donde los escenarios, culturas y necesidades son abiertamente diferentes.
La contrapartida local o regional es por lo tanto la investigación sobre realidades locales, pero para poder hacerlo se requieren incentivos que den lugar a recursos que se apoyen en una relación costo-beneficio muy favorable; y aún así, no siempre se encuentran los instrumentos para trabajar en la investigación.
Recientemente dábamos cuenta de que fue inaugurado este mes en nuestro país el centro de innovación y gestión tecnológica para la industria oleaginosa, cuyo objetivo central es el de contribuir a generar mayor valor en el complejo agroindustrial oleaginoso nacional y en otros sectores vinculados.
El Centro de Innovación y Gestión Tecnológica Aplicada de la Industria Oleaginosa (SEPE), cuenta con el apoyo del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), el Parque Científico y Tecnológico de Pando (PCTP), el Instituto Polo Tecnológico de Pando y la empresa Cousa, tratándose en esencia de una plataforma para dar apoyo y facilitar la innovación aplicada en el sector oleaginoso y sus cadenas relacionadas, es decir un sector que tiene muy buen desarrollo en el país y que forma parte de una de las cadenas de producción importantes en nuestra economía.
Precisamente la necesidad de un mayor desarrollo y los beneficios que traería aparejado este crecimiento y avance tecnológico es parte de la ecuación costo-beneficio a que nos referíamos y que por lo tanto ha permitido crear la masa crítica de apoyos para volcar recursos humanos y materiales en aras del objetivo, que es fomentar una mayor interacción y complementación entre las empresas del sector, los emprendedores y los productores de conocimiento, con vistas a desarrollar nuevas etapas de agregado de valor que permitan el crecimiento y la consolidación de esta cadena agroindustrial.
Y no se apunta a descubrir la pólvora, sino a lograr que una cadena agroindustrial que se apoya en materia prima nacional potencie ventajas comparativas del país en cuanto a condiciones naturales para producir, y dotar de mayor valor adicional al producto primario a través de tecnología y mano de obra dentro de fronteras, en base a nuestra realidad, posibilidades y objetivos.
Bueno, salvando las distancias en cuanto al área de interés, pero en la misma línea de investigación y ensayo aplicado a realidades locales, nacionales y regionales, en Paysandú tenemos en marcha una iniciativa muy plausible, sobre la que dábamos cuenta recientemente en las páginas de EL TELEGRAFO, que tiene como protagonistas a empresas que ensayan nuevas tecnologías en el Camino de las Avenidas, en el área de Constancia, donde se apunta a brindar mayor durabilidad y calidad de rodamiento a nuestra caminería rural.
En un tramo de unos diez kilómetros, seis empresas están poniendo a prueba la calidad de sus productos denominados “estabilizadores” en el marco del Programa de Caminería Rural del Fondo de Desarrollo del Interior (FDI) de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), la Facultad de Ingeniería y la Intendencia Departamental.
Con base en los resultados de estas pruebas de productos y tecnologías se obtendrán datos que permitan optar entre el mejor producto estabilizador para nuestras necesidades y características a efectos de su aplicación en unos 40.000 kilómetros de caminería rural, que es en resumen una red vital para sacar la producción, la infraestructura y la conexión del interior rural.
La idea es que los caminos que recibirán este tratamiento especial se vayan a jerarquizar de acuerdo al tránsito que tengan, particularmente para la salida de la producción de mayor volumen y bajo valor relativo, como es el caso de nuestros productos primarios.
Los resultados, que es de esperar resulten positivos en tanto resultarán de sumo beneficio, se inscribirán en la misma línea de razonamiento que formulamos para las experiencias que se están encarando actualmente en el caso de las oleaginosas y otras áreas de particular interés para nuestro país, en el sentido de que con investigación e innovación propia, nos estaremos asomando con mejores perspectivas al reto de los tiempos actuales, haciendo viables y potenciando emprendimientos sobre nuestra realidad, particularidades y posibilidades.
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