Paysandú, Jueves 11 de Mayo de 2017
Opinion | 11 May Que en un país subdesarrollado cada niño tenga una computadora parece una utopía. Sin embargo Uruguay lo hizo posible y actualmente el Plan Ceibal llega a su décimo aniversario.
El plan, creado con el objetivo de favorecer la inclusión y la igualdad de oportunidades y apoyar con tecnología las políticas educativas uruguayas, comenzó en 2007 en la Escuela Nº 24 Italia de la localidad de Cardal (Florida). Desde entonces cada niño que ingresa al sistema educativo público en todo el país accede a una computadora para su uso personal con conexión a Internet gratuita desde el centro educativo.
El director del Plan Ceibal, Miguel Brechner, señaló que tener, 10 años después del inicio del plan, a todo el país integrado a la tecnología es un “hito gigante” ya que se pasó de darle el acceso a una computadora a solo 10 de cada 100 niños del quintil más pobre en 2007 a más de 90 cada 100 en la actualidad.
“Con el Plan Ceibal, todos los niños y niñas en Uruguay tienen acceso a tecnología e Internet en un mundo en el que solo en 2006 comenzaba a mostrar redes sociales, como Facebook, Twitter, Youtube, y que aún no existían Instagram, tabletas digitales ni nube”, dijo.
Recordó la existencia de la biblioteca Ceibal, que permite a todos los alumnos de la educación pública acceder a libros y textos de lectura y también mencionó premios ganados por escolares y liceales a nivel internacional en robótica y programación.
A esto hay que añadir las clases de inglés, que llegan a más de 115.000 alumnos por videoconferencia y cuyas evaluaciones anuales dieron como resultado que a los alumnos con profesor presencial les va igual que a los que aprenden por el sistema instrumentado a través del Plan Ceibal con clases impartidas desde institutos radicados en el Uruguay y también con docentes desde el extranjero.
Todos estos aportes no existían cuando, apenas inaugurado el Plan Ceibal fuimos con un equipo de este diario a conocer qué estaba sucediendo en realidad en la escuela de Cardal, la primera incluida en el plan. Y allí nos encontramos algunas maestras muy motivadas que junto a sus escolares vivían el deslumbramiento del uso de esta incorporación tecnológica a las clases y las utilizaban para buscar información, tomar fotos, escribir textos, filmar videos y subirlos a un blog donde difundían las cosas típicas de su localidad –como el parto de una vaca o la receta para hacer chorizos— con un éxito total de seguidores en el Uruguay y países tan lejanos como Japón o Australia.
Luego el plan se expandió a todo el Uruguay con distintos grados de compromiso e involucramiento por los docentes que, justo es decirlo, inicialmente no fueron adecuadamente preparados para su nuevo rol ni para los cambios que la incorporación de la herramienta significaba en el aula.
Para poder utilizar efectivamente estas herramientas es necesario no solo saber manejar las tablets sino también adquirir nuevas habilidades y destrezas. Pero además, su incorporación al aula involucra una postura y dimensión pedagógica que, en procesos de cambios como el planteado por el Plan Ceibal, debería apostar fuertemente a la innovación.
Sin embargo, estudios realizados muestran que más allá de todas sus bondades, el Plan Ceibal no mejoró el desempeño en matemáticas o lengua y que han existido problemas para que la innovación pedagógica que representa el uso de las tablets llegue efectivamente al conjunto del sistema. Es más, algunas investigaciones realizadas por especialistas muestran que existen tres clases de posturas en el aula respecto a las tablets del Plan Ceibal: el maestro innovador, que las usa en forma creativa y logra muy buenos resultados; el docente que se resiste al uso y otro grupo, que es la gran mayoría, que realiza un uso básico.
La gran conclusión en este sentido es totalmente lógica: el maestro es un factor determinante para el éxito o fracaso de la innovación en el aula. Y lo ha sido también en el Plan Ceibal, una de las políticas públicas más importantes instrumentadas en el país, que apostó a la inclusión de la tecnología en las escuelas.
“Tenemos el orgullo de estar en un país donde las redes para el acceso a la información existen en todos sus rincones”, afirmó la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, en el Foro Internacional de Innovación Educativa inaugurado en la víspera en Montevideo, con motivo de la primera década del Plan Ceibal. La ministra también destacó “la importancia de la decisión tomada hace 10 años de informatizar el país con la red de Antel y el Plan Ceibal”.
Es verdad. Tenemos ese orgullo y el mundo nos mira con interés por eso. Pero “informatizar” no significa necesariamente “innovar”. Menos aún en la educación. Informatizar para disminuir la brecha digital es una cosa pero hacer un uso innovador, crítico y productivo de la tecnología es otra muy diferente.
Claramente lo señaló en el Foro de Innovación el director del Plan Ceibal cuando dijo que “los próximos 10 años serán más dramáticos en cuanto a cambios y, por eso, hay que formar estudiantes que sepan resolver problemas con pensamiento crítico, no que aprendan memorizando”. Y advirtió: “Los cambios llevan tiempo, pero hay que hacerlos y no discutirlos”.
El Plan Ceibal ha sido y es una poderosa llave de acceso a la información, comunicación y el conocimiento, permitiendo cumplir con el objetivo de promover la inclusión digital y la equidad y ofrecer la posibilidad de disfrutar los beneficios del uso de las TIC. Sin embargo, para poder utilizar efectivamente estas herramientas es necesario, no sólo saber manejar los aspectos instrumentales de la nueva tecnología sino también adquirir nuevas habilidades y destrezas que, los docentes, entre otros actores de la educación, deben enseñar y fomentar. Quizás sea por eso que, a 10 años de su inicio, el Plan Ceibal ha demostrado ser una gran herramienta que todo el mundo observa y ningún país se anima a imitar.
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