Paysandú, Domingo 14 de Mayo de 2017
Opinion | 12 May Aunque parece chocar contra todo sentido común, igualmente no podemos decir que sorprende el resultado de la reciente interpelación en Cámara de Diputados al canciller Rodolfo Nin Novoa, teniendo en cuenta que sin el diputado disidente Gonzalo Mujica en sala y con su suplente Bettiana Díaz (MPP) estrenando la nueva mayoría del Frente Amplio, el oficialismo respaldó en bloque al ministro de Relaciones Exteriores.
Rodolfo Nin Novoa, en tanto representante del Poder Ejecutivo, fue interpelado por el diputado colorado Ope Pasquet (del sector Unidos), sobre la situación de Venezuela, y en la instancia, el canciller anunció formalmente que Uruguay aceptó la invitación del presidente venezolano Nicolás Maduro para acompañar junto con otros países el diálogo entre la oposición y el gobierno de la nación caribeña. La decisión la tomó el presidente Tabaré Vázquez con el propio canciller luego de decidir "dejar de lado alguna ofensa que se nos hizo para ayudar al pueblo venezolano a salir", según explicó Nin Novoa en la interpelación.
¿Y por qué no nos sorprende para nada la actitud de la fuerza de gobierno? Simplemente porque fue recién cuando el presidente Nicolás Maduro acusó al canciller de “servil del imperio yanqui” y de que la Embajada de Estados Unidos dictaba al canciller lo que tenía que hacer, que el nuestro gobierno decidió cambiar su apoyo a la dictadura venezolana.
El tema es que la izquierda uruguaya está lejos de ser una fuerza política homogénea, y no puede soslayarse que su creación, en 1971, respondió a un acuerdo político-electoral sobre la base del uso del lema del Partido Demócrata Cristiano, que congregó a la mayor parte del espectro de izquierda, desde comunistas a socialistas, disidentes de partidos tradicionales y democristianos, entre otros.
En esta diversidad, más allá de los acuerdos puntuales, siguen coexistiendo concepciones muy diversas y hasta contradictorias, porque están por un lado los sectores radicales, que no creen en la democracia siguen reivindicando la existencia de un partido único, entre ellos los comunistas, y grupos afines a la socialdemocracia y que tienen otra visión de la institucionalidad, con apoyo en la división y equilibrio de poderes que debe caracterizar a una democracia.
Sin embargo, sean o no mayoría, debido a la orgánica del partido de gobierno siempre son los radicales quienes tienen el poder y llegan hasta el chantaje cuando no logran imponer su visión, logrando la mayoría de las veces torcer la mano hasta “lavar” lo que se declare y se haga. En este caso específico, la iniciativa de integrarse junto con otros países a una mesa de diálogo de Maduro con grupos opositores será apoyada por los partidos de la oposición, menos por la Unidad Popular (UP), solamente en caso de que la oposición venezolana a través de sus partidos más representativos "preste su consentimiento", aclararon blancos, colorados e independientes en una moción que si bien se presentó en sala no llegó a ser votada porque el FA aplicó la mayoría de 50 votos.
En la declaración, la oposición denunciaba una "ruptura del orden democrático" en ese país, con una "brutal represión" al pueblo, por lo que reclamó "el cese inmediato de la violación de los derechos humanos, la represión, la tortura, la inhabilitación política y la detención arbitraria de ciudadanos".
Sin embargo, en esta instancia parlamentaria Nin Novoa, precisamente recogiendo la ambivalencia en el seno del gobierno, subrayó que “no vamos a aislar a Venezuela, no le vamos a aplicar la Carta Democrática, no la vamos a echar. Si lo que se pretende es que Uruguay asuma una posición de punta de lanza en una cruzada contra Venezuela, esta no es la posición del gobierno", y agregó que "no pensamos que sea una decisión sabia sancionar a Venezuela".
"Cumpliremos con nuestra vocación de ayudar. Uruguay no le va a negar la mano tendida a ningún país en problemas", afirmó el canciller, luego de mostrar en sala un mensaje de WhatsApp enviado a su móvil por la canciller venezolana Delcy Rodríguez invitándolo al grupo de apoyo al diálogo. Y agregó: "Se está creando un grupo de amigos para no intervenir para facilitar el diálogo, que se pongan metas concretas y condiciones previas que aseguren el resultado para que no haya otro fracaso. Esto fue consultado con el presidente y entre ambos decidimos dejar atrás alguna ofensa para ayudar a cualquier país latinoamericano, en este caso Venezuela".
De esta forma el gobierno le hace los mandados a Maduro y agacha la cabeza ante el Partido Comunista, como así también de socialistas y otros grupos afines a la dictadura venezolana, que la toleran como una “dictadura buena” por afinidades ideológicas con la revolución bolivariana. Una dictadura que va costando 38 vidas venezolanas y ha sumido a su pueblo a la mayor pobreza, donde los artículos de primera necesidad si no escasean, directamente no existen y donde no existe la libertad de prensa, entre un sinfín de otros males. Esta aceptación de las posturas radicales quedó plenamente de relieve cuando en la sesión el diputado comunista Gerardo Núñez aclaró que respalda "que Uruguay haya decidido acompañar un proceso de diálogo convocado por el presidente de Venezuela", lo que no dio la pauta del apoyo en bloque de la bancada del FA.
Pero de lo que no quedan dudas es que las simpatías y afinidades ideológicas tienen condicionado en todo sentido al gobierno de Vázquez, que llega al ridículo de tolerar cualquier improperio del dictador y su canciller para no arriesgarse a perder las mayorías parlamentarias que tanto necesita para seguir haciendo y deshaciendo a gusto en el Palacio Legislativo.
No hace falta ser un especialista en política internacional para inferir que con esta mesa de diálogo Maduro solo busca ganar tiempo, ante una resistencia popular creciente, porque lejos de buscar soluciones a través de la institucionalidad democrática, y convocar al cuerpo electoral a expresarse con su voto dentro de los plazos legales previstos, solo combina represión con apelaciones a más revolución, a reformar la Constitución a la medida de su conveniencia y a culpar de todo lo que ocurre en su país al “imperio” y sus cipayos --entre ellos, a su juicio, el canciller Nin Novoa, porque no se ha retractado-- en lugar de reconocer el estrepitoso fracaso de su régimen populista y corrupto como el que más.
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