Paysandú, Domingo 14 de Mayo de 2017
Opinion | 13 May Solo en Uruguay la colocación de una estatua de la Virgen María en un espacio público es tan discutida. Al menos en el mundo occidental, que pregona la libertad en todas sus expresiones y que tiene una herencia judeocristiana. La polémica en torno a la figura de la madre de Jesús, que la iglesia católica pretendía colocar en la rambla de Montevideo --en la zona de la Aduana de Oribe--, únicamente podía generarse en nuestro país que cada vez es más incapaz de mostrarse amplio y generoso. El argumento para votar en contra era que violaba la laicidad del Estado y nunca lo vieron como una reafirmación, justamente, de lo laico, de la pluralidad de opiniones y de religiones. Una pena.
En todo Uruguay hay imágenes en lugares públicos --católicas entre ellas-- de diversas expresiones religiosas. En Montevideo, por ejemplo, está Confucio en la rambla, al igual que el coreano ubicado en el Buceo, el Greetingman, una figura bastante fea que llegó de la mano de la entonces intendenta comunista Ana Olivera. Acá en Paysandú, está el Monumento a la Virgen frente a playa Park.
El jueves, en la discusión que se dio en la Junta Departamental de Montevideo, los ediles del Frente Amplio --cual borregos, a excepción del edil frenteamplista Walter de los Santos, que votó a favor-- hicieron valer la disciplina partidaria para imponer la negativa al proyecto presentado por el intendente Daniel Martínez, a pedido de grupos católicos, de colocar la imagen de la Virgen en la rambla capitalina. No obstante, la Iglesia católica anunció tras la votación que no bajará los brazos y volverá a presentar la iniciativa en el próximo período de gobierno.
“Para mí, esto es claramente un signo de discriminación a la comunidad católica. Cada uno sabrá su fundamentación y la grey católica sabrá lo que hacer con su voto”, dijo el ecónomo de la Arquidiócesis de Montevideo, Pablo Coimbra, único sacerdote presente en sala. “Esto no quita que en una próxima legislatura se pueda volver a presentar el proyecto ante la Junta Departamental porque es el camino más natural”, añadió el clérigo al diario El País.
Tras más de tres horas de debate, la mayoría oficialista de la Junta Departamental aplicó sus 17 votos contra los 14 de la oposición. El edil y exintendente Mariano Arana aclaró que votó en contra por disciplina partidaria, al igual que la legisladora Adriana Barros. Arana afirmó que le hubiera gustado que la decisión fuera asumida por un plebiscito. Mariano Tucci (MPP) dijo ser bautizado, catequista y casado por Iglesia; de todos modos, votó en contra. Para el nacionalista Diego Rodríguez “en un Uruguay laico, la estatua de la Virgen no divide, sino que une”. Para el colorado Alfonso Iglesias, “este debate estaba superado en nuestra sociedad y la aprobación del proyecto mejoraría la tolerancia”, pese a que puede aparecer una “catarata de pedidos de este tipo”.
En ese tono respondió ayer el arzobispo de Montevideo, Daniel Sturla, en un video difundido por la Iglesia católica. Sturla rechazó la votación de la Junta Departamental de Montevideo contraria a la instalación de la estatua de la Virgen María y aseguró que se trata de un “claro retroceso en la laicidad entendida como apertura, pluralidad y posibilidad de manifestar”. La Iglesia católica “lamenta” este hecho y lo califica como un acto de “discriminación hacia la comunidad católica” que “retrotrae a tiempos de duros enfrentamientos que parecían ya superados”.
Pero no. No han sido superados, ni de cerca. Algunos de los argumentos en contra, como el de la edila Graciela Villar, era que una estatua de ese tipo significaría tener “una iglesia al aire libre”. ¿Acaso es tener un templo del Iemanjá al aire libre porque hay una estatua de ella en el espacio público? Lo mismo para las expresiones judías que hay en el país, ¿a alguien se le ocurriría decir que hay sinagogas en las plazas?
La estatua de María --nunca una discusión sobre las cualidades estéticas, ¿verdad?-- no incita a la violencia, no falta el respeto, no supone un atentado al paisaje. Se toma por tonta a la población al decir, como han dicho algunos, que se quiere convertir a la población con solo observar una estatua. Hasta donde sabemos, este tipo de construcciones no hace brujerías ni es mágica.
Un país que se muestra orgulloso de su pluralismo, no debería oponerse a una estatua de la Virgen. No hace falta ser creyente para tener argumentos a su favor. Se pueden dejar de lado las bases religiosas para sostener que una imagen de esas en un lugar público suma a la tolerancia y a la diversidad. María es una figura histórica, referente cultural, de la que miles de uruguayos tienen devoción.
Vivimos en una época en que se insiste con la libertad, en que nada debe oponerse a la realización de cada uno y de las opciones que toma, que nadie debe cuestionar las determinaciones de cada cual. Pero son posturas que al parecer no alcanzan a todos.
La negativa de la Junta Departamental de Montevideo a erigir una estatua de la Virgen María sienta un mal precedente, también para otras expresiones religiosas que tendrían, por supuesto, el derecho a manifestar su devoción en lo que más creen.
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