Paysandú, Lunes 29 de Mayo de 2017
Opinion | 27 May La gran mayoría de los uruguayos estamos de acuerdo en que la educación, así como está, no puede seguir. Que urgen cambios en el modelo educativo, para actualizarlo y ponerlo a la altura de las tendencias mundiales, que hace falta una mejor formación de los educadores y que es indispensable hacer un buen uso de los recursos financieros de los que se dispone. Los resultados educativos a nivel general están lejos de ser aceptables y el elemento igualador que fue antaño, donde cualquier ciudadano de este país podía acceder a una educación de calidad, ya no lo es ni de cerca.
Luego del retorno de la democracia, en 1985, los sucesivos gobiernos han intentado algún tipo de reforma o variantes en el sistema educativo. Lo más significativo llegó de la mano de Germán Rama, en 1995, que tuvo la resistencia de los gremios de la educación y del Frente Amplio. Con aciertos y errores, era el intento más serio hasta el momento acerca de un cambio en el modelo de la educación. La oposición fue por momentos dura e injusta, aunque también alimentada por el talante autoritario de Rama que no solía consultar con nadie sus determinaciones.
Entre otras iniciativas, la reforma de Rama extendió las Escuelas de Tiempo Completo, la ampliación de la educación inicial, la aplicación del bachillerato tecnológico, cambios en la educación Secundaria y la descentralización de la formación docente, algo que le dio a varias ciudades del Interior la posibilidad de brindar educación terciaria. Como buenos uruguayos que somos, esta reforma continúa despertando visiones opuestas en cuanto a sus objetivos y sus resultados.
Pasaron los años, llegó el nuevo milenio y las cosas, sustancialmente, no han mejorado. Seguimos anclados en viejos paradigmas y en un atolladero institucional donde mandan más los sindicatos que cualquier otra cosa. José Mujica, cuando asumió como presidente en 2010, habló de “educación, educación, educación”, en una reafirmación sobre por dónde irían los tantos. Tras sus cinco años, esa expresión quedó en una anécdota. Desde el actual Ministerio de Educación y Cultura (MEC) el mensaje, muchas veces, es ambiguo. Justamente, con el nuevo gobierno de Tabaré Vázquez, donde se anunciaba un cambio del ADN de la educación, la situación continúa en un estado de estancamiento.
Para ese cambio del ADN, Vázquez había colocado como subsecretario del MEC a Fernando Filgueira y como número tres, a Juan Pedro Mir. Dos intelectuales de primera y con una gran formación. Duraron lo que un suspiro. María Julia Muñoz, la ministra y muy cercana al presidente, sin embargo, sigue en el cargo. Además de haberse despachado con comentarios altaneros --como despreciar la figura política del líder independiente Pablo Mieres por la cantidad de votos que reúne--, ha demostrado conocer poco de su cartera. Basta escuchar el breve discurso que dio en el Foro de Innovación que tuvo lugar en el Laboratorio Tecnológico del Uruguay el pasado 10 de mayo con ocasión de los 10 años del Plan Ceibal. En los pocos minutos que habló, no hilvanó una idea. Además, no se quedó a escuchar ninguna de las excelentes conferencias sobre educación e innovación que se brindaron ese día. Perdió una hermosa oportunidad de aprender algo. En este contexto, ha nacido el movimiento ciudadano Eduy21, que conforman, entre otros, Filgueira y Mir. Este grupo, que nació en octubre pasado y reúne a académicos de sectores sociales y políticos, apunta a generar un debate plural e intenso sobre educación, que lleve a una reforma del sector de aquí a diez y veinte años. Se trata de encontrar un cambio de paradigma en el sistema educativo, de uno que esté a la altura de las circunstancias del siglo XXI en el que vivimos.
Eduy21 le ha impreso un gran ritmo a su plataforma y no para de brindar conferencias y charlas en todo el país. Días pasados estuvo en Paysandú, en un encuentro que se llevó a cabo en la sala “1º de Julio” de EL TELEGRAFO, el sociólogo y magíster en Investigación Educativa, Renato Opertti, integrante de Eduy21. Allí desarrolló diversos proyectos y objetivos para que las cosas cambien a nivel educacional.
En sus puntos medulares, se llama a un nuevo modelo de escuela de nueve años, donde el niño que empieza en el nivel inicial lo recorre hasta terminar el ciclo básico medio, con temas educativos, criterios de evaluación de los alumnos y estrategias pedagógicas comunes. También destacó la importancia de la educación de los jóvenes, que hoy necesitan manejar competencias que están vinculadas con la educación media general y a la educación técnica, donde se piense la educación no desde la necesidad de la oferta, sino desde la necesidad de los jóvenes. En tercer lugar, Opertti afirmó que para fomentar un cambio, será necesario aplicarse en la formación docente y repensarla “radicalmente”, para que tenga en cuenta la personalización del aprendizaje, atender la particularidad de los alumnos e incorporar el avance de la neurociencia en las prácticas docentes”.
Y esta semana Eduy21 inauguró su cuarta línea de acción denominada Formar y Aprender, programa destinado a la formación de los docentes, de la ciudadanía y de actores claves, como los periodistas, empresarios y sindicatos, entre otros. Para ello, se ofrecerán conferencias abiertas ciudadanas, talleres de formación para docentes y encuentros periódicos con diversos actores. Qué bueno sería que el gobierno se interesara en participar de estos talleres.
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