Paysandú, Miércoles 07 de Junio de 2017
Opinion | 01 Jun La urgente necesidad de mejorar la enseñanza genera múltiples debates y lecturas pero es claro que en cualquier sistema educativo los docentes son actores clave para mejorar la calidad y los resultados educativos.
En los últimos años, diferentes estudios realizados en América Latina muestran que la calidad de la educación está ligada a la calidad de los maestros y profesores y recomiendan reclutar a los jóvenes más talentosos para la docencia, aumentar la eficacia de los profesores que ya están en servicio y ofrecer incentivos que puedan motivar a los docentes a dar lo mejor.
La primera base de datos comparables a nivel mundial sobre práctica docente en el aula se hizo en con observaciones a más de 15.000 profesores de siete países de América Latina y el Caribe, las cuales fueron publicadas por Barbara Bruns y Javier Luque (2014) en “Docentes excelentes: cómo mejorar el trabajo en América Latina y el Caribe”.
Una de las conclusiones más claras es que los resultados insatisfactorios en el aprendizaje de los estudiantes pueden vincularse directamente con el fracaso de los profesores en lo que respecta a mantener a los alumnos involucrados en el aprendizaje.
El estudio indica que la baja calidad promedio de los profesores de América Latina y el Caribe es la principal limitación que impide el avance educativo y que la calidad de los profesores se ve comprometida por un pobre manejo de los contenidos académicos y por prácticas ineficaces en el aula: dedican un 65 % o menos del tiempo de clase a la instrucción, lo que equivale a perder un día completo de instrucción por semana; hacen un uso limitado de los materiales didácticos disponibles, especialmente de la tecnología de la información y las comunicaciones, y no siempre logran mantener la atención y la participación de los estudiantes.
Agrega que ningún cuerpo docente de la región (con la posible excepción de Cuba) puede considerarse de alta calidad en comparación con los parámetros mundiales y que “las evidencias disponibles muestran que América Latina y el Caribe no atraen a las personas de elevado calibre que necesita para conformar sistemas educativos de primer nivel. Prácticamente todos los países de la región parecen estar atrapados en un equilibrio de bajo nivel, con parámetros poco exigentes para el ingreso en la docencia, candidatos de baja calidad, salarios relativamente bajos e indiferenciados, escaso profesionalismo en las aulas y magros resultados educativos”.
Recomienda que para formar cuerpos docentes de alta calidad, deben seguirse tres pasos fundamentales: reclutar, desarrollar y motivar mejores profesores. Finalmente, señala la necesidad de tener en cuenta las experiencias de reformas para contar con mejores políticas educativas y advierte sobre el rol de los sindicatos indicando que “el desafío más serio a la hora de elevar la calidad de los profesores no es fiscal ni técnico, sino político, porque los sindicatos docentes de todos los países de América Latina son grandes y constituyen un actor políticamente activo”.
La situación preocupa porque el impacto de un buen docente en la vida de sus estudiantes es realmente importante. El mismo estudio señala que mientras los alumnos que tienen profesores de bajo desempeño pueden manejar un 50% o menos del plan de estudio correspondiente a ese grado, los que tienen buenos profesores alcanzan en promedio los logros de un año escolar, y los que tienen profesores excelentes avanzan 1,5 niveles o más.
Otras investigaciones recientes muestran que la exposición a tan solo un profesor sumamente eficaz mejora las tasas de participación de los estudiantes en las universidades y posteriormente, sus ingresos; y que cuando los estudiantes pasan por una serie de profesores excelentes o de bajo desempeño a lo largo de varios años, los efectos se potencian, y pueden dar lugar a brechas insalvables en los niveles de aprendizaje.
Si ningún otro actor o atributo de las escuelas y liceos genera un impacto semejante en los logros educativos ¿cómo hacer que más jóvenes y especialmente, los mejor preparados, elijan carreras docentes?
Un dato interesante y poco conocido de las pruebas PISA es que también proveen información sobre la autopercepción de los estudiantes sobre la ocupación que tendrán a los 30 años. De acuerdo con los resultados de 2015, el 7 por ciento de los uruguayos se pueden visualizar en la carrera docente.
Ese porcentaje es de 5 por ciento para Chile y 4 por ciento para Colombia y Brasil. El problema es que estas pruebas también revelan que aquellos estudiantes que sí están interesados en la carrera docente muestran bajo desempeño.
En nuestro país, si bien en la última década se ha logrado incrementar el número de estudiantes matriculados, el egreso no ha aumentado en igual proporción. Según el Informe sobre el estado de la educación en Uruguay 2015-2016 publicado por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed), la situación más preocupante se da en la Educación Media –en Educación Inicial y Primaria por mandato legal los docentes deben ser titulados— donde casi 7 de cada diez profesores son titulados, y en Educación Técnica (41%).
Si bien el salario ha mejorado en los últimos años, las remuneraciones continúan determinadas fundamentalmente por la antigüedad y basadas casi exclusivamente en el pago de horas de trabajo en el aula.
El hecho de que los ascensos en la carrera se den casi exclusivamente por años de antigüedad y los aumentos salariales significativos vayan asociados a éstos, debiendo ejercer 20 años la carrera para tener incrementos importantes sin que estén atados al desempeño o la formación continua –además de la pérdida de reconocimiento social de su tarea--, son factores de desmotivación para abrazar la profesión docente.
Aunque hay docentes que logran importantes resultados aún en adversas condiciones, también es cierto que la carrera docente se ha desvalorizado y eso desmotiva a muchos jóvenes de incursionar en ella, con lo que el sistema posiblemente se esté perdiendo de muchos maestros y profesores.
No solo los docentes, sino el país enfrenta grandes desafíos para mejorar la educación. Si solamente somos capaces de levantar voces críticas contra los maestros y profesores y seguir con la esquizofrenia de pedir para nuestros hijos los mejores docentes pero no hacer casi nada para atraer a los mejores estudiantes para que estudien estas carreras, habrá pocas posibilidades de mejora. Sería más productivo trabajar en el diseño de soluciones adecuadas.
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