Paysandú, Lunes 05 de Junio de 2017
Locales | 30 Nov VOLUNTEER POINT, FALK- LAND ISLANDS-MALVINAS, 29 (Por Enrique Julio Sánchez). En el mundo hay 17 especies de pingüinos. Cinco de ellas viven en las Falkland Islands-Malvinas (como se las conoce en Sudamérica y cuya soberanía es reclamada por Argentina). Tres de ellas conviven en Volunteer Point, en uno de los extremos de la East Falkland. Caminar entre Gentoo, Rey y Magallanes sin que los pingüinos siquiera parezcan notar la presencia humana, como la publicidad de la tarjeta de crédito, no tiene precio.
La organización de las islas, que ha preparado el itinerario de visitas para estos días, reservó el domingo para la travesía. Tony Smith, un isleño casado con una brasileña, cuya hija actualmente está estudiando en Gran Bretaña, fue el chofer y guía.
Desde Port Stanley o Stanley, como la denominan los falkland islanders --que así se llaman, tal como corrigió Tony-- hay que viajar tres horas y media. Los últimos quince kilómetros son a campo traviesa, pero en el tramo se demora una hora y veinte minutos, rodando sobre turba, un carbón ligero y de aspecto terroso, un combustible fósil con escaso valor energético, pero que durante generaciones permitió que los isleños cocinaran sus alimentos. Volunteer Point es uno de los atractivos principales de las islas, no obstante no todo el camino está hecho y por eso hay que hacer la última parte del trayecto a campo traviesa. La razón es que se trata de un lugar privado, por lo que sería el dueño del campo el que debería pagar por la construcción del camino. Entre 300.000 y 500.000 libras esterlinas. “Demasiado dinero”, dijo Tony, para un particular.
Viajar es ir descubriendo un paisaje francamente espectacular, con pequeños cerros de unos 100 o 150 metros de alto (uno de ellos se llama Cerro Montevideo, en recuerdo de los criollos que siglos atrás vivieron en la zona), con enormes concentraciones de piedras que rodaron de esos cerros por efecto de la nieve durante años y años. Se formaron en la época glaciar, con una vegetación cauta debido a las extremas condiciones del clima, con escaso pasto, arbustos y pocas flores, entre ellas la Pale, la flor nacional, pequeña, blanco pálido y con un aroma delicado.
De tanto en tanto, el Atlántico se ofrece a la vista. A veces algunas concentraciones de agua aparecen oscuras, casi negras. Pero no hay contaminación, sino que su lecho está formado por turba.
Port Louis, Johnson Harbour, Berkerley Sound. Lugares en el camino, sitios apenas habitados por una o dos familias que explotan una farm, como las llaman aquí, unas “granjas” enormes tan grandes como cualquier estancia uruguaya.
Finalmente, pasado el mediodía, Volunteer Point. En una casa vive un hombre y su familia, quien cuida el área para que los visitantes no provoquen destrozos, especialmente al medioambiente y la fauna. Vivió en Montevideo, estudió en 1974 y años siguientes en la British School y vivía en plaza Zabala, desde donde todos los días viajaba una hora y media hasta la escuela, en Carrasco.
Los primeros pingüinos, a lo lejos, que pueden verse, son Gentoo. Pequeños, en grupos compactos porque están en época de apareamiento. Más adelante, un contenedor es la única presencia humana. Un área para baños públicos y otra para descanso. Pero nadie va allí para descansar, más allá del fuerte viento que en esta época del año es amo y señor.
Finalmente aparece la colonia de pingüinos Rey, unos 1.800 ejemplares, la mayoría perezosamente disfrutando del sol, que con sus generosos rayos hace menos inclemente el día. En semanas, ellos también ingresarán en época de apareamiento y en enero los polluelos más adelantados comenzarán a romper cáscara.
Muchos de los Rey están en el agua pescando; unos pocos en la orilla del océano, caminando por una playa de increíble blancura y con una arena muy fina, que con este viento golpea con dureza en el rostro y provoca dolor.
Mas nada importa. Excepto el momento, el instante de vida que de pronto permite caminar entre pingüinos Rey, orgullosos con su suerte de corbata color oro que los caracteriza. Algunos están acostados, otros parecen conversar animadamente en pareja o en grupo. Están los pingüinos adultos, de impecable blanco, con la cabeza negra y el cuello amarillo oro, y están los aún polluelos, nacidos en enero pasado, de color marrón, que en realidad oculta las plumas de adulto que en poco tiempo mostrarán con orgullo.
Hay pocos pingüinos Magallanes a la vista. Es que durante el día permanecen en sus cuevas, para bañarse y buscar alimento a la luz de la luna. Hay sí muchos hoyos en la tierra y si se mira con atención, dentro de muchos de ellos se aprecia la figura de un pingüino.
No hay muchos turistas. Los uruguayos, otras cuatro personas a las que solamente se las ve a lo lejos, un solitario fotógrafo con equipo profesional y soldados británicos disfrutando de su “off day” con sus novias, transportados en helicóptero militar (damm lucky).
La jornada no ha sido preparada para entrevistas con autoridades de gobierno ni para hablar de la guerra con los argentinos. Es solo un obsequio sin par. Yoruguas lejos de su tierra, aquí y ahora se mezclan con los pingüinos, aunque estos los ignoran y prefieren sus graznidos o disfrutar en silencio del sol.
No hay mucho más para decir. Simplemente, si alguna vez la vida le da la oportunidad de poder viajar a este paraíso del fin del mundo, no la desaproveche.
ISLEÑAS
** La llegada por avión a las Falkland Islands es al aeropuerto de Mont Pleasant, controlado por la Royal Air Force (RAF). Un aeropuerto pequeño, casi sin servicios, al que se accede a pie después de descender del avión y se ingresa directamente a Migración para, luego, en la misma sala, esperar el equipaje. Con este se pasa a la habitación siguiente, donde se hace Aduana. Enseguida, se accede al hall y de allí al exterior. No obstante, el lugar es celosamente guardado. Está absolutamente prohibido tomar fotografías. Un viajero que llegó en el mismo vuelo de LAN 991 en que viajamos los periodistas uruguayos tomó una y fue inmediatamente interceptado y obligado a borrar el archivo digital.
** Después de cenar y charlar amigablemente con los nuevos amigos chilenos y la uruguaya en el Narrow Bar, se pidió un taxi para volver a The Paddock. La respuesta no fue muy rápida, pero finalmente llegó una amable mujer, acompañada por quien parecía ser su hija. Amable de verdad. Le indicamos el lugar, porque no recordábamos la dirección exacta. “Lo encontraremos”, dijo solícita. Cuando encontramos una calle familiar y apreciamos que había que doblar a la izquierda, el escriba dijo: “Por favor, a la izquierda”. Y la taxista dobló a la derecha. Nos miramos entre los uruguayos, pero realmente el pedido había sido dado correctamente. A la siguiente esquina el escriba volvió a pedir: “En esta, a la izquierda”. Y la taxista dobló a la derecha. Todos al mismo tiempo le hicimos ver su error. Sonrió y repitió: “Lo encontraremos”. Por tercera vez, pedimos: “A la izquierda” y la taxista comenzó a doblar a la derecha. Entre todos la detuvimos, le pedimos que diera marcha atrás y tomara por la dirección correcta. A las carcajadas arribamos al lugar. Compartimos un momento extraño, pero muy divertido, al por primera vez en nuestras vidas compartir la risa con dos falkland islanders. Ah, el taxi en las islas es de tarifa única. Se nos cobró tres libras.
** En la mañana del domingo partimos hacia Volunteer Point, para conocer el lugar donde viven unos cinco mil pingüinos. Tony Smith, conduciendo su Land Rover Defender 2013, puntualmente pasó por el grupo e iniciamos el camino. Mucha charla para hacer corto el camino. Así Tony contó algunas anécdotas muy interesantes, que dejaron en claro su humor esencialmente británico.
** Un día de junio de 1982 en Estancia Farm, que estaba rodeada por fuerzas argentinas, Ailsa Heathman sintió golpes en su puerta. Pensó que quizás habían llegado los argentinos, pero no tuvo más remedio que abrir. Eran soldados británicos. Aliviada y sin saber realmente qué decir, propuso: “¿Querrían una taza de té?”. El soldado delante de ella le respondió con una sonrisa: “Nos encantaría, pero detrás nuestro vienen otros seiscientos soldados. ¿Cree que tendrá suficiente té?”.
** Cierta vez, Tony Smith llevaba turistas estadounidenses a Volunteer Point. Al pasar por una de las zonas cubiertas de rocas (formadas en la era glaciar) caídas desde los cerros por efecto de la nieve, preguntó: “¿Cuanto tiempo les llevó construir esto?”. Tony lo miró primero con sorpresa y después con ironía respondió: “Aún no hemos terminado”.
** En otra ocasión en que transportaba al mismo lugar turistas de Estados Unidos, uno le preguntó al ver unos huesos a la vera del camino de qué eran, pensando en algún animal. Tony dijo: “Son los de un turista que el año pasado no quiso pagarme el viaje”. Los británicos disfrutan cuando pueden hacerles bromas a los estadounidenses. “Y si no las entienden, mucho mejor”, aseguró sonriendo Tony, camino al lugar de los pingüinos.
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