Primera | 01 Sep Michel Temer asumió la presidencia de Brasil, en una ceremonia en el mismo Senado que en la víspera condenó a Dilma Rousseff y puso fin a los gobiernos de la izquierda en el gigante sudamericano. En un acto breve, el ex vicepresidente y aliado del Partido de los Trabajadores (PT) --ahora su enemigo declarado--, juramentó el cargo hasta 2018, ante los mismos senadores que por 61 votos (de 81) condenaron y destituyeron a la exguerrillera.
El voto cierra una sangría política que desde hace nueve meses mantiene en vilo a la mayor economía de América Latina, en vías a su peor pérdida de riqueza en 80 años y que tiene a los principales partidos embarrados en causas de corrupción. Es un final trágico para la primera mujer que llegó a la presidencia de Brasil, suspendida en mayo tras ser acusada de violar las normas fiscales del país, y para el PT, que durante 13 años gobernó Brasil.
Rousseff, visiblemente afligida, no tardó en reaccionar: “condenaron a una inocente y consumaron un golpe de estado parlamentario”, dijo en una rueda de prensa. “Sesenta y un senadores sustituyeron la voluntad expresa de 54,5 millones de votos. Es un fraude contra el que vamos a luchar”, afirmó la exmandataria.
Con el desempleo en niveles récord --más de 11 millones de personas--, la inflación galopante y un gigantesco déficit fiscal, la economía brasileña se contraerá un 3,16% este año, según los datos revelados por el Banco Central, que revisó al alza sus previsiones.