Locales | 04 Abr Eran alrededor de las 19, y los camiones de la mudanza ya se habían ido con la Policía. Los vecinos que los habían seguido en moto por el camino de tierra estaban de regreso, y el número de personas que había en las inmediaciones de la casa de la familia de “El Gordo” había aumentado. Alguien, no se supo bien quién, pateó la puerta de la casa -ya vacía- y arrojó algo encendido en su interior.
La reacción fue inmediata, y muchos de los otros colaboraron tirando grandes piedras para romper las ventanas a las que no les habían podido sacar las esterillas de madera. Eso, más otras maderas y ramas, comenzaron a alimentar el fuego.
Al poco tiempo, alguien apareció con una botella con combustible, tal vez nafta o querosén y la arrojó adentro. Otro trajo un hacha, y a riesgo de quemarse terminó de romper la puerta y luego la emprendió con las ventanas, particularmente las rejas.
Más botellas y más combustible eran arrojadas dentro de la casa, donde apareció el chisporroteo azul del cortocircuito que hubo cuando se quemó la llave general. La gente gritaba ¡que nadie vuelva a vivir en esa casa!, ¡quemémosla por completo, hay que borrarla! Una vecina comentó “esa casa la compraron hace más de 10 años, y pagaron 8.500 pesos por ella. Ahora no se la van a poder vender a nadie”. Ya definitivamente en llamas la casa de la familia de “El Gordo”, otro grupo de vecinos caminó algo más de una cuadra hacia el Sur, hasta la casa de “El Mister”, que al rato también estaba ardiendo. Aquí sí había algunos muebles, una cocina, una cama de madera, otra de hierro, colchones y algunas ropas. Hasta una computadora XO de las verdes, de escolar, que vaya a saberse por qué estaba sobre el elástico de la cama, ya que se dijo que pertenecía a la hermana de “El gordo”.
Más tarde, apareció un patrullero de la Policía sanducera, y una de las camionetas de la Seccional 6ª. La gente se dispersó rápidamente, pero los incendios ya habían consumido buena parte de las estructuras.