Paysandú, Lunes 05 de Junio de 2017
Policiales | 24 Abr Más de 200 personas manifestaron pacíficamente en la tarde de ayer por 18 de Julio en demanda de mayor seguridad y convivencia pacífica. Unas 60 personas se trasladaron desde Lorenzo Geyres, Queguayar y Araújo, pequeñas comunidades conmovidas por el reciente homicidio (el viernes 30 de marzo) de Daiana Makarena Martínez Taborda, de 13 años.
Entre otros, estaban presentes la madre de Daiana, Milka Taborda, así como otros familiares de la adolescente; Elbio Alvarez, padre de Silvia Leticia Alvarez Baldi, asesinada a los 27 años el 18 de octubre de 2007; Alfredo Dolce, dirigente del Movimiento Social Romina Severo (MSRS), creado a partir de la muerte tras un intento de rapiña de dicha profesora, el 24 de agosto de 2010; y la profesora Patricia Oddone, organizadora de la marcha. Mientras caía el Sol, los manifestantes marcharon en silencio once cuadras, entre Dr. Luis Alberto de Herrera y plaza Artigas. No hubo gritos, consignas ni cánticos. Los gritos del silencio --si acaso-- partían de pasacalles y carteles que demandaban “paz”, “seguridad” y “justicia”. Los manifestantes de Lorenzo Geyres vestían de negro luto y el rostro de Daiana miraba sin comprender su tragedia en decenas de fotografías.
En plaza Artigas, rodearon el monumento al prócer y a su pie se colocaron ofrendas florales, carteles, fotografías de Diana y velas encendidas, en improvisado altar. “Estamos hoy aquí reunidos para apoyarnos moralmente y para adherir nuestro dolor al de tantas personas que como nosotros no encuentran explicación a tanta barbarie y tanta injusticia”, dijo Patricia Oddone, leyendo una proclama redactada por familiares y estudiantes de Lorenzo Geyres. “Somos gente de un pequeño pueblo, este es un sentimiento nuevo, espantoso, totalmente desconocido. Acaso por eso duele tanto”.
“A nuestros legisladores, los vecinos (pedimos) que así como nos ven cuando necesitan de nuestros votos, que vean la de sesperación, la impotencia de la gente ante tanto dolor y hagan algo radical y concreto contra la violencia”, agregó. “La libertad no es libertinaje; no queremos así a nuestro país, no queremos esto para nuestros gurises. Por Daiana, por nuestro pueblo, por nuestro país ¡vivamos en paz!”, concluyó la proclama, leída cuando ya la noche se había instalado en la ciudad, una fresca noche de otoño. Los manifestantes quedaron en el lugar por varios minutos, comentando en voz baja, sacudidos por la inseguridad creciente. Milka Taborda, con el rostro marcado por el dolor, comentó a EL TELEGRAFO: “Esto es terrible, no hay explicación, todo es dolor. Largas horas sin dormir. No se si esto servirá para algo, pero aquí estamos”.
“Es un dolor que no se puede explicar, se vive con el todos los días; no se va nunca, no hay explicación, no fue un accidente o una enfermedad, fue un tipo que se dio vuelta cuando ya tenía la plata y la mató. La mató por 400 pesos”, dijo por su lado Elbio Alvarez.
“En Lorenzo Geyres estamos unidos por el dolor; pero todo está mal. Nunca tuvimos Policía y no nos importaba porque todo lo que pasaba era algún robo. Esto es diferente. Es muy duro. Todos estamos mal”, aseguro Cristina Castillo, tía de Daiana.
Otros familiares recordaron que “no podemos entender cómo la Policía autorizó que se sacaran los muebles de la casa donde se dice se mató a Daiana. Eso fue antes que se quemara la casa. Y eso fue lo que impidió la reconstrucción. Eso es responsabilidad de la Justicia y la Policía. Ellos lo autorizaron”.
“Esa misma noche (la del viernes 30 de marzo) como 40 personas fuimos a la casa de la familia del asesino. Hablamos con la madre, pero no sé por qué no hicimos fuerza y entramos a revisar la casa. Quizás la hubiéramos encontrado con vida; quizás no. Nunca lo vamos a saber”, agregó Castillo.
En Jefatura de Policía, más de 20 efectivos, entre ellos integrantes del Grupo Especial de Operaciones (GEO) eran desconcentrados y retornaban a sus bases. Estaban acuartelados desde las 19, en previsión de disturbios que nunca ocurrieron.
En plaza Artigas, lentamente, los participantes fueron enrollando los grandes carteles y, muchos con la cabeza baja, iniciaron el camino de retorno. Al pie del monumento a Artigas, ardían las velas. Como las heridas ante tanta injusticia, tanto dolor, tanta tragedia.
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