Paysandú, Lunes 05 de Junio de 2017
Locales | 02 Ene A veces se expresa con un sentimiento sincero, otros casi como un saludo, pero en verdad, todos deseamos a los demás un feliz Año Nuevo, dicha en una nueva etapa de la vida, porque eso ni más ni menos es un nuevo año. Y así ha sido en estas horas, al comienzo del 2015.
Se celebra en gran parte del mundo, y en muchos lugares con tradiciones diferentes que tienen el mismo objetivo, que las cosas salgan mejor, que la felicidad reine, que los logros se multipliquen. Por ejemplo, para recibir el nuevo año en Escocia a un barril vacío de cerveza --de madera-- se le prende fuego y se lo hace rodar por la calle, como bienvenida y seguramente para demostrar todo lo que bebieron. En Japón los templos budistas tocan 108 veces las campanas, para purificar el alma de todo lo malo ocurrido en el año que se va. En Noruega nunca falta el arroz con leche en la cena de Año Nuevo. Es especial, porque se le agrega una almendra y al comensal que le toca se supone tendrá un año de buena fortuna y economía abundante.
En Filipinas, se usa ropa con lunares porque atraen buena suerte, prosperidad y fortuna. En Colombia, las lentejas son sinónimo de abundancia por lo que colocan semillas en sus carteras o billeteras para atraer la fortuna. Y durante el cambio de año se colocan tres hojas de laurel en uno de sus zapatos.
Y aquí y allá, comer 12 uvas luego de la medianoche, arrojar lentejas, salir con una valija y dar la vuelta a la manzana, barrer la casa para sacar lo malo del año anterior. Y en todos lados el brindis infaltable, deseando felicidad a la gente querida, a quienes comparten esa noche tan especial en que se viven las últimas horas de un año y las primeras del siguiente.
Entre costumbres, calor, el crepitar del fuego produciendo las brasas para asar la carne, el aperitivo con las delicias preparadas por las damas de la casa, la música a volumen fuerte para escuchar a placer, el correteo de los más chicos, los celulares brillando en la oscuridad y demandando atención, y la abuela preparando la ensalada de frutas, la última noche, prolegómeno de la primera noche transita mansamente.
Guardados en el ropero, lejos del alcance de los niños, los fuegos de artificio esperando el momento de encender la noche y hacer explotar el cielo.
Una noche de fiesta, celebrando lo vivido más allá de que no todo fue color de rosa, dándole generoso crédito al año que ingresa. Es que en la vida la renovación es la clave. Y volver a empezar una constante en el ser humano, que deja atrás etapas con la intención de alcanzar más y mejores logros.
El 31 de diciembre y su entrega al 1º de enero pasaron. En Paysandú, como en buena parte del mundo, se celebró y disfrutó. Primero en el hogar y luego en espacios públicos, adonde se trasladaron los deseos, los abrazos y el sentimiento de paz y amor para todos.
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